Rueda censura que Sánchez arrastre a la «inestabilidad» a Galicia

Todo es tan inédito y con ribetes tan surrealistas que lo último que se imaginaba ayer Rueda, antes de detonar Sánchez la bomba, era que se saldría del Salón Grande de San Caetano para atender la demanda de los medios de ofrecer una valoración. Que acortaría los saludos y posados fotográficos tras la toma de posesión de cuatro delegados territoriales –Belén do Campo en La Coruña, Martina Aneiros en Ferrol, Manuel Pardo en Orense y Javier Arias en Lugo–; y otros tres altos cargos de la presidencia de la Xunta –Isabel Concheiro, directora xeral de Asuntos Constitucionales y Desarrollo Legislativo; Pedro Rojo, secretario general de Medios; y José Manuel Merelles, director de la Axencia de Turismo–.

«Es una enorme irresponsabilidad», censuró Rueda frente a la sede administrativa de la Xunta. En declaraciones muy mesuradas, sin alzar el tono, fiel a su estilo, reprochó a Sánchez que antepusiera sus «intereses» a los del país y, por extensión, a los de la Comunidad. «No le hace ningún favor» al «país en general» con su «actitud», lamentó. «Todo esto no hace más que generar incertidumbre y desconcierto (...). Todos los países, todas las instancias nos están observando, supongo que no darán crédito. La sensación que damos de falta de estabilidad institucional y falta de una dirección es evidente», advirtió.

El mandatario gallego demandó que esta situación se termine el lunes y urgió a Sánchez a que dé «explicaciones», «si es que las tiene», y tome «decisiones», y a que lo haga «cuanto antes». Está en su «derecho» de defenderse, de dar un «paso al frente», concedió, pero con «argumentos», frente a las «acusaciones» a su mujer que se han puesto encima «de la mesa». Si las «considera falsas». Lo que ha hecho, en cambio, «no ayuda para nada», remarcó.

Afeó que Sánchez se pronunciara a través de una carta en sus redes sociales, con una «mezcla» de «victimización» y un «ataque directo» que sólo genera «crispación». Para Rueda, habría sido «mucho mejor sustituirlo por una comparecencia», en definitiva, un ejercicio de «transparencia». Justo lo contrario de lo que ha provocado. Que «todo un presidente», «de repente», se dé cinco días de «reflexión» y proceda a «desaparecer», casi una semana sin «saber nada de él», lo calificó de «increíble». «Durante cinco días, España no va a tener presidente del Gobierno; y después, ya veremos», amonestó.

En todo caso, como ya apuntó su partido, el PP, la víspera, a ojos de Rueda este movimiento de Sánchez, a las puertas de las elecciones catalanas, y con las europeas en el horizonte, una vez abiertas diligencias contra su mujer, «responde a una planificación» y a un «interés personal». «Como siempre», apostilló. Lo que no se atrevió fue a hacer ninguna «predicción» sobre cuáles serán los pasos del socialista a partir del plazo límite que él mismo se ha dado; dado el actual «abismo» de incertidumbre provocado por el propio Sánchez con su decisión inédita de meditar si dimite o no; concretamente, se le preguntó si debería someterse a una moción de confianza. «Así no podemos estar», «el lunes tiene que acabar, y espero que de forma definitiva», zanjó.

Ya por la tarde, antes de reunirse el comité de dirección del PP gallego, su secretaria general, Paula Prado, hurgó en la duda comentando que «para nosotros no cambia mucho el cuento», porque el presidente del Gobierno «lleva mucho tiempo desaparecido de los problemas reales de los gallegos». «Seguiremos esperando a que algún día se acuerde de Galicia (...) y traiga algún buen proyecto, fondos europeos o nuevas estructuras», apostilló.

En el BNG el anuncio de Sánchez ha caído como un jarro de agua fría: temen que se vaya al traste su de por sí endeble pacto de investidura. «Queremos que el Gobierno cumpla estrictamente los compromisos adquiridos», indicó su único diputado en el Congreso, Néstor Rego; «es necesario que este gobierno y esta legislatura puedan continuar; deben continuar», imploró, aunque lo revistiera de exigencia. El Bloque, apuntó, no sólo «respeta» la decisión de Sánchez, sino que le «profesa empatía, desde un punto de vista humano», ante lo que consideran «un ataque (...) en primera persona y en el ámbito familiar».

A partir de ahí, denunció una «estrategia de crispación sin límites de la derecha», que afirmó que no duda en «destruir a sus adversarios». Y se centró en atacar al PP. «Conocemos bien a Feijóo, en el año 2009, en que se presenta como candidato, se produce una de las campañas más sucias que recordamos, se basó en mentiras, ataques personales e injurias para destruir a nuestro candidato y en aquel momento vicepresidente de la Xunta [Anxo Quintana]», acusó. Según Rego, se reeditó en la campaña del 18F, «terriblemente sucia», llegando el PP a la «difamación». «No le sirvió para evitar que el BNG firmase un resultado excepcional», se ufanó. Ni al Bloque para impedir otra mayoría absoluta de los conservadores.