Rueda apretará a Sánchez para que no aparque las promesas del 18F

Unas horas antes de que el socialismo gallego se reuniera por primera vez, en Santiago, para lamer heridas y analizar su pobre desempeño -con críticas, desde Ferraz, a la campaña de José Ramón Gómez Besteiro-, Rueda ironizó con los vaivenes del secretario general socialista y presidente del Gobierno en las «ocho veces» que acudió. Primero, recordó, auguró que una votación masiva dejaría el PP «fuera» de San Caetano. Dijo que los comicios serían un «plebiscito nacional», y que el «resultado influiría» más allá del Padornelo, con la esperanza de torpedear el liderazgo de Alberto Núñez Feijóo en Génova 13. Y ya después, afeó Rueda, pasó a emplear un «sentido peyorativo», el mismo «con el que, en realidad, siempre habló de Galicia», pero «intentó disimular en campaña», cuando se dispuso a plegar velas para que no le salpicase la magra cosecha de Besteiro, su candidato.

Sea como fuere, «hubo compromisos» y Rueda, al frente de su gobierno, dirá que «hay que cumplirlos, con independencia del resultado» de los comicios. Porque promesas no faltaron. Tanto es así que fueron la piedra angular de la campaña de Besteiro: su «hilo directo» con Sánchez para lograr inversiones y proyectos. Como un buque de guerra para Navantia Ferrol o la gratuidad de AP-9 y AP-53, entre otros. Lo que hará el barón -con 'b', que acotaría Núñez Feijóo- popular será reclamarlos. No en vano entiende que los 40 escaños obtenidos prácticamente son un «mandato», más que una «responsabilidad», de «defender» a Galicia donde sea.

Rueda aseguró que aún no ha hablado con Miguel Santalices de la fecha de su investidura, aunque quiere que sea «cuanto antes», para trabajar en firme desde el primer día -este jueves hay reunión del Consello, pero con las manos muy atadas por estar en funciones-. Y sobre el primer ejecutivo que será plenamente suyo, solo quiso dejar la pista de que «no hay períodos de aprendizaje». Suficiente para deducir que nada de neófitos. Pero tampoco quiso ir más allá ni dar pie a especulaciones. Se refugió en que está «muy orgulloso» del actual gobierno en funciones, ratificado el 18F porque todos obtuvieron escaño. Eso sí, «ahora hay que hacer un nuevo gobierno», dejó caer, lo que abre la puerta a novedades. Algo lógico.

El mandatario reconoció que «todavía» le «impacta un poco» la onda expansiva de su triunfo del domingo, que fue más que una mera victoria a nivel regional. Insistió en que son estos, y han de serlos, «días de celebración», pero «también de responsabilidad», y de hacer buena esa máxima de que hay unos Orzamentos en vigor desde el 1 de enero, y que pasadas las elecciones, han de aplicarse sin demora. Es «compatible», remarcó, «la celebración con el trabajo». Enfrente, en O Hórreo, volverán a estar BNG y PSdeG -más allá de la anecdótica presencia de DO-. Solo que un Bloque fortalecido, aunque frustrado; y un PSOE hundido. A ambos grupos los emplazó a hacer «una oposición leal» y «responsable», asumiendo que les «toca arrimar» el hombro por el bien de Galicia. Y dejar atrás «muchas actitudes de la campaña», con «menosprecios casi personales». La campaña, en todo caso, ya es historia.