Música clásica
Roberto González-Monjas: «Tocar en un hospital o un colegio puede tener igual o más valor que hacer Mahler en un auditorio»
El próximo director titular de la Orquesta Sinfónica de Galicia irradia juventud y entusiasmo ante el reto que se le avecina
LA CORUÑA
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Iniciar sesiónLa primera vez que Roberto González-Monjas (Valladolid, 1988) subió al escenario del Palacio de la Ópera fue como concertino de la Joven Orquesta Sinfónica de Galicia; a partir del próximo septiembre será el director titular de la OSG y responsable de su parcela artística. ... A sus 34 años presenta credenciales de batuta con enorme proyección. Estos días dirige a la orquesta dentro de la temporada 22-23, y responde sobre su futuro y su visión del universo de la música sinfónica.
- Va a ser el próximo director titular de la OSG. ¿Se postuló o le postularon?
- Uno no se postula a estas cosas. Las orquestas tienen mecanismos de evaluación, y en este caso vine a dirigir la orquesta, los músicos hicieron unas votaciones, parece que fui el nombre que les gustó. Se me acercaron y me lo propusieron. Es un bonito modo, no en todas las orquestas pasa. En el caso de la OSG es más transparente, significa que cuando la orquesta tiene un nombre en mente se puede organizar algo así.
- ¿Cómo se recibe esa llamada?
- Es siempre un shock positivo, un momento de mucha alegría y mucho miedo, porque es una responsabilidad. Es encargarte de la dirección artística de una orquesta como la OSG los próximos años. Es un momento importante, de reflexión, de satisfacción, pero sobre todo de responsabilidad y agradecimiento por la oportunidad.
- ¿Se ve con otros ojos la Sinfónica cuando se la dirige sabiendo que su sonido va a depender de su batuta en las próximas temporadas?
- A lo mejor lo veo de una manera un poco más analítica. Ahora cada vez que escucho un sonido me imagino cómo mejorarlo o si lo vamos a mantener. Es un poco más escuchar ese sonido de manera analítica para entender cómo va a ayudarme en el futuro. El disfrute es el mismo, el modo de hacer música es el mismo.
- ¿En la búsqueda del sonido de una orquesta, lo importante es el destino final o el proceso?
- El proceso, sin duda alguna. En realidad pocas veces tengo un sonido al 100% claro en la cabeza. Es importante, sí, es lo que nos entra por los oídos y el corazón. Pero el sonido no es una cuestión que se cree por la imaginación, porque la orquesta ya tiene uno. Yo ese sonido lo tomo y lo transformo para que tenga la dirección que me interesa. Al final, es un esfuerzo conjunto. No quiero ser un director que imponga un sonido sino que lo cree junto a la orquesta.
- Cuando una orquesta alcanza un nivel tan alto como la OSG, ¿funciona en automático, o esto requiere de un trabajo diario?
- Las orquestas que funcionan en automático están abocadas al fracaso. Tienen que querer siempre mejorar. Como un cirujano o un chef. Todos tenemos que ser curiosos, mejorar, aprender y ser punteros en lo que hacemos. Una orquesta igual, no puede entrar en la rutina, porque están todos los días en un escenario y tienen que dar lo mejor de sí mismos. Esta orquesta siempre intenta mejorar. Esa reputación que se ha labrado no es por ser buena, es por seguir mejorando y desarrollándose, no dejar que las telarañas se instalen en ningún momento.
- ¿Qué le queda por interpretar a esta orquesta?
- Creo que han hecho de todo. Yo no pienso tanto en qué se interpreta sino en cómo se interpreta. Yo soy muy ecléctico. Lo más importante es que cada pieza la hagamos con devoción, disciplina y estilo. Es verdad que la orquesta tiene una tradición romántica, post-romántica y contemporánea, y seguro que en los próximos años haremos incisión más en lo clásico, barroco, porque una orquesta tiene que tener el mayor vocabulario posible, cuanto más abanico de estilos tengas, más te puedes adaptar al público y a las necesidades de la propia orquesta.
- ¿Las orquestas sinfónicas deben ser más transversales en su actividad?
- Ese es un modelo muy americano, porque allí las orquestas dependen extraordinariamente de la financiación privada. Hay que poder hablarles a muchos públicos de un poder adquisitivo enorme. Las orquestas que se focalizan en la música clásica deben ser excelentes en ella. Es muy interesante entender que hay modos de combinar una orquesta clásica de manera elegante y cualitativa con cosas como el flamenco, la música popular, etc. Pero nuestra visión debe ser la de la excelencia en la música clásica, y llegar a ser lo mejor dentro de nuestra constelación. El crossover puede diluir la calidad del producto. ¿Para entender un Vega Sicilia lo mezclas con otra bebida?
- ¿Le llama dirigir ópera?
- Me llama mucho, me parece un repertorio maravilloso, es una escuela para una orquesta, la de acompañar cantantes. Ojalá en el futuro me pueda enfrentar a una ópera con la orquesta en la temporada de Amigos de la Ópera, pero hay que buscar algún título que sea especial y que tenga un sentido hacerlo en La Coruña.
- ¿Cuál es el papel de las orquestas sinfónicas en nuestra sociedad? ¿Pueden desanclarse de las salas de concierto y salir al encuentro de las nuevas generaciones?
- Con el Covid vimos que nuestras estructuras están un poco anticuadas. Una orquesta ha de tener un auditorio, una base, porque tiene que poder tocar en el sitio en el que está acostumbrada para poder hacer la mejor música posible. Pero tenemos proactivamente que buscar nuevos formatos e ir al encuentro de la gente, y entender que no todo el mundo se atreve a venir a una sala de conciertos, donde la atmósfera es casi de culto. No es tanto atraer público como entender que la orquesta tiene una parte social: ir a una residencia de ancianos, a un hospital, a una escuela, a una plaza puede tener el mismo o mayor valor que tocar una sinfonía de Mahler en un auditorio. Hay que buscar el balance, pero sí, hay que hablar de formatos que nos permitan acercarnos a la gente.
- ¿Cómo se hace actual a Brahms? ¿O a Haydn?
- Haciéndolos bien. Es una respuesta muy cliché. Pero un Brahms, un Bach o un Mozart hay que hacerlos con amor, con devoción, metiéndose en el ADN que explican. Cuando lo haces, esos compositores están siempre vivos. Hay que enseñar la música a la gente de manera visceral, y te juro que no queda nadie indiferente.
- ¿Y asequible a Stockhausen?
- Introduciéndoselo al público de manera inteligente y respetuosa. No en plan 'señoras y señores, vamos a tocar una obra contemporánea, perdónennos', sino 'es una obra que requiere una escucha especial, estas son las cosas interesantes, vamos a ponerles unos ejemplos para que lo entiendan'. Si yo en una exposición de un autor nuevo me cojo una audioguía, yo tengo que ser esa audioguía para que el público se pueda agarrar a esas piezas.
- Mussorgsky ha sobrevivido en La Scala a la cultura de la cancelación por la guerra en Ucrania. Lo triste es que esto sea noticia…
- En este momento de la historia, con una guerra, con opresión, me parece que la cultura de la cancelación es un error. En este momento, la música y los escritores rusos son lo que no podemos cancelar porque es la Rusia que queremos mantener. No queremos la cultura de la guerra, pero sí la de aquellos que abogaban por la tolerancia y el entendimiento de los pueblos. Hay figuras que han tenido que ponerse de un lado o de otro, porque tenían una amistad muy grande por Putin, pero en realidad no me puedo imaginar el dilema de artistas rusos que son antiguerra, viven en Europa pero tienen sus familias en Rusia, y si se pronuncian en contra del régimen, ¿qué les puede pasar a sus familias? Yo abogaría por intentar ser empáticos y tolerantes. Cancelar a compositores muertos que abogaban por el entendimiento de los pueblos… yo no los cancelaría.
- Las artes, ¿son un elemento de transformación social, o un simple objeto de consumo?
- Si las artes llegan a ser solo un objeto de consumo, estamos en un momento complicado de la sociedad. Las artes transforman vidas todos los días, pero ese poder de transformación no tiene por qué ser milagroso, eh. Igual vale con que a una persona le entre una pieza en el corazón y tenga desde ese día otra relación con la música, o decida regalarla. El poder formativo de las artes tiene que quedarle a la gente en la cabeza.
- Dima Slobodeniouk permitió a la OSG asomarse al repertorio ruso y escandinavo en profundidad. ¿Tiene usted alguna preferencia?
- No, yo soy muy ecléctico. Me gusta hacer todo tipo de repertorio. Ahora tenemos un programa afrancesado, pero las próximas veces vendré con música rusa, polaca, española, inglesa… Soy demasiado joven para meterme en un lado o en otro. Haré desde Bach y Mozart hasta estrenos mundiales. Con tranquilidad, pero con humildad también.
- Este verano se ha estrenado en los festivales de Lucerna, Verbier, Salzburgo y Gstaad. ¿La Sinfónica abre con usted una puerta para volver a salir al extranjero?
- Ojalá, en ello estamos. Ahora mismo salir al extranjero es una tarea imposible, porque después del Covid las giras son máquinas de perder dinero. Estamos abriendo puertas y contactos, y tenemos que lorar es una constelación en la que tengamos el apoyo gubernamental de financiación y nuestros contactos para lo que se consiga. Pero si está todo alienado, seguro que saldremos al extranjero.
- ¿Alcanzar la dirección de una orquesta es una evolución natural en el músico? ¿O se precisa de algún tipo de ambición especial?
- Depende. Hay directores que lo quieren ser desde el primer día. Otros como yo, que no pensaban en serlo y hemos acabado siéndolo. Yo tuve siempre la curiosidad de ver cómo funcionaban los instrumentos juntos, cómo se combinaban. Y eso me llevó a intentar dirigir. La alquimia de la música.
- Es profesor en Guildhall, una prestigiosa escuela de artes londinense. Me ha llamado la atención precisamente eso, el concepto global de las artes que va de la actuación a la música, de la clásica al jazz. ¿Por qué no tenemos un centro así en España?
- Los artistas bebemos y comemos de todas las fuentes que podamos. Claro que nos hace falta, ver las artes de manera global, algo en lo que no hay compartimentalización, no hay muros ni paredes. De todo se aprende. Ojalá aprendiéramos más de la manera de estar en un escenario de los actores, y ellos de nuestras modulaciones y mejorar su oído para el color y el tono. Una de las cosas más enriquecedoras que aprendí en Guildhall, cuando fui estudiante, fue un taller con actores.
- La última. Una pieza que no se cansa de dirigir.
- No me canso de ninguna pieza. Le doy la vuelta a la pregunta: una pieza que me llevaría a una isla desierta, y hoy sería 'La pasión según san Mateo', de Bach. Pero mañana puede ser 'Turandot' o 'La creación' de Haydn.
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