Los residuos «impropios», el lastre para un correcto reciclaje
Sogama lanza una nueva campaña para incentivar aún más la colaboración de la ciudadanía
D. Cárdenas
Santiago
La conciencia ciudadana respecto a la necesidad de reciclar los residuos que generamos cada uno de nosotros en nuestro día a día está fuera de toda duda, sobre todo en el actual contexto de lucha contra el cambio climático y la necesidad de desarrollar hábitos ... y actitudes que respeten el planeta. Cuestión distinta es si sabemos pasar correctamente de las palabras a los hechos, actuar de la manera adecuada para separar los residuos y facilitar la gestión de los mismos en las plantas de reciclaje.
De ahí que desde Sogama hayan iniciado en las últimas semanas una nueva campaña para incentivar a la sociedad sobre la importancia de alcanzar mayores cotas de reciclaje, y pisar el acelerador para cumplir con los objetivos europeos en la materia. España se está retrasando: la UE fijó en el 55% el porcentaje de residuos municipales para 2025, y la última estimación publicada (2023) se situó en el 41,4, retrocediendo casi dos puntos respecto a los dos años anteriores. Y eso que el objetivo en 2020 era del 50%, aunque la pandemia del Covid trastocó las previsiones. No todo es negativo. En la última década, el reciclaje de residuos municipales en nuestro país se ha incrementado en casi diez puntos. Pero todavía falta.
La iniciativa de Sogama quiere incidir principalmente en los llamados «residuos impropios», aquellos que por error o desconocimiento son depositados en origen en el contenedor equivocado. No se trata de un trastorno menor, ya que sus efectos tienen una doble vertiente: por un lado, imposibilitan su adecuada recuperación; y por otro, comprometen y limitan el reciclaje del resto de materiales con los que han sido depositados.
Así que Sogama pone el foco con su estrategia, de una manera muy visual, en que visualicemos los errores más comunes que cometemos a la hora de separar los residuos. Para ello van a desplegar por la geografía gallega un aula itinerante que utilizará el concepto de las manchas, de manera que los usuarios aprendan que separar residuos es tan fácil como evitar la mezcla de colores.
Cinco contenedores
En la actualidad, en los 295 ayuntamientos gallegos adheridos a Sogama se pueden encontrar cinco contenedores en las calles: el amarillo, para envases de plástico, latas y briks, también bandejas de aluminio y corcho blanco, botes de desodorante o cosméticos; el azul, para papel y cartón, pero en el que no deben introducirse ni los briks ni las servilletas o rollos de cocina que estén sucios o con restos de grasa; el iglú verde, para los envases de vidrio, que no de cristal (lo que excluye a bombillas, espejos, ceniceros, vasos o vajillas, que deben ir al punto limpio); el marrón para la materia orgánica, donde deben ir los restos de alimentos y plantas, alpiste, cáscaras de huevo, posos de café y bolsitas de infusiones; y el contenedor genérico, donde se deposita el resto de residuos, como pañales, compresas, utensilios de cocina, toallitas desechables, papel y cartón con restos de grasa, pequeños juguetes de plástico...
Cada contenedor permite valorizar su contenido y darle una nueva vida. Con 22 botellas plásticas del contenedor amarillo se puede obtener una camiseta, o fabricar una olla de cocina a partir de 8 botes de conserva. El papel reciclado puede reutilizarse hasta siete veces, en función de la longitud de sus fibras. De 8 cajas de cereales puede salir un libro. El vidrio que llega del iglú verde es reciclable de manera infinita. Los restos del marrón, debidamente tratados, se transforman en compost. Y con los residuos de la fracción resto, que no es reciclable, en Sogama se valoriza en una planta termoeléctrica para producir energía. Según sus datos, con la energía que produce Sogama a partir de la fracción no reciclable se podría abastecer al 12% de hogares gallegos.
La campaña también aporta información relevante sobre lo sucede cuando los residuos se clasifican adecuadamente y cuando no. En el primer caso, los residuos se convierten en recursos valiosos para la fabricación de nuevos productos, se reduce la necesidad de extraer de la naturaleza materias primas, disminuye la contaminación y se generan puestos de trabajo. En el segundo caso, se contaminan los desechos correctamente separados, complicando y y ralentizando el proceso de recuperación, encareciéndolo, dado que separar los impropios requiere tiempo y dinero extra, con la particularidad de que se pierden materiales que podrían transformarse en nuevos artículos.
Hay datos muy curiosos. Por ejemplo, que cada tonelada de cartón reciclado ahorra el equivalente a la energía que necesita un hogar durante seis meses; que reciclar una botella de vidrio ahorra la energía suficiente para mantener una TV encendida durante 20 minutos; que reciclar tres botellas ahorra la energía que se necesita para cargar un móvil durante todo un año; que se necesitan 500 años para que una botella de plástico se degrade en la naturaleza; que con el aluminio reciclado de 19.000 latas se puede fabricar un coche entero; o que por cada tonelada de briks reciclados se puede ahorrar hasta 1,5 toneladas de madera.
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