GALICIA
Pedro, el nómada digital que busca un socio que se mude a la montaña
OFRECE EMPLEO Y ALOJAMIENTO
Este ingeniero se encontró a sí mismo en una pequeña aldea de Lugo. Allí abrió una casa rural que también ofrece un espacio de coworking. Ahora busca a alguien que lo ayude. Ofrece buen sueldo y una vida 'slow' en plena naturaleza
En plena pandemia abrió Casa Quiñones, un establecimiento con seis apartamentos en contacto directo con la naturaleza
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Iniciar sesiónPedro Álvarez buscó. Y quien busca, garantiza el refrán, encuentra. Después de vivir en distintos países y ciudades —de Vigo a Nueva York, París o Madrid— este gallego de 46 años tuvo claro que el ruido, la contaminación y el bullicio le sobraban, y ... que la vida que él ansiaba lo esperaba lejos del asfalto. Sus pasos lo guiaron a la aldea en la que nacieron sus antepasados, en plena montaña lucense. Allí, en un pequeño pueblo próximo a Navia de Suarna en el que apenas sobreviven seis vecinos, echó raíces. Manos a la obra restauró una casa del siglo XVIII y abrió un alojamiento rural que va un paso más allá y ofrece un espacio de coworking donde desconectar gracias a la más fiable de las conexiones. Y no es un oxímoron facilón. Para que sus clientes pudieran trabajar desde la montaña con todas las comodidades, Pedro se las apañó para traer a este recóndito lugar la mejor fibra óptica. «La que no tienen ni en muchos polígonos industriales» presume. También se esmeró para conseguir la iluminación más apropiada en cada espacio —tiene seis apartamentos privados para estancias largas—, una biblioteca y una decoración fiel a los orígenes del establecimiento, una antigua casa de labranza.
Sus planes de apertura los truncó la pandemia, pero en cuanto pudo reabrir la Casa Quiñones, descubrió un nicho de mercado creciente: el de los nómadas digitales que solo necesitan un portátil y un buen wifi, como él. La idea funcionó, las reservas empezaron a llegar, y los apartamento se ocuparon. Sin embargo, con el despegue del negocio surgió la necesidad de equilibrar sus dos vocaciones vitales: la de 'hostelero rural' y la de ingeniero. Por eso, Pedro ha emprendido una nueva búsqueda, en este caso, de personal.
«Yo tengo otro negocio dedicado a la regeneración de baterías industriales, la casa requiere dedicación plena y no puedo con todo» introduce para explicar el trasfondo de esta oferta tentadora. A los interesados les ofrece alojamiento en uno de los apartamentos y una jornada laboral de menos de 8 horas, flexible, en plenos Ancares. «Quiero a alguien que lleve la casa, que haga marketing online, y que pueda asistir a ferias especializadas. Somos un establecimiento pequeño y por eso tiene que ser una persona versátil, porque también debe gestionar las reservas, recibirlas... tenemos un trato muy personal con los clientes» cimienta. Sobre la lista de requisitos, Pedro también anota que entre sus cometidos estará «la preparación de las habitaciones, que hay que mimar» porque «quien llegue se tiene que sentir en casa, no en un hotel». «Sé que estoy mezclando dos perfiles distintos, una especie de camarero de piso y otro de márketing, pero hay personas mucho más versátiles de lo que a primera vista podemos pensar y yo voy a encontrar a la adecuada».
Se busca entonces ¿encargado? ¿gerente? ¿responsable?... Ponerle nombre al puesto no es sencillo porque, subraya el propietario, «no quiero que esa persona crea que voy a ser su jefe». «Va a tener más libertad de la que puede parecer, al principio yo le pagaré un sueldo y habrá una cesión del negocio mediante un contrato de traspaso a su nombre, donde estableceremos unos criterios de calidad». En cuanto a los ingresos, el anuncio indica que serán superiores a los de un trabajo equivalente, partiendo de una cartera de clientes ya existente, que está revitalizando el lugar. El mejor reclamo es, sin duda, el día a día del propio Pedro. El hombre que buscó y se encontró a sí mismo, en una aldea perdida.
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