Oliver Laxe: «No me olvido de que el cine es fuego»

Teoriza Laxe sobre que esta cualidad tiene mucho que ver con vivir en medio de la naturaleza, por eso el rural gallego era el escenario ideal para configurar su última historia. «Cuando vives cerca de la naturaleza, desarrollas ese gen de la aceptación, porque la naturaleza te está diciendo todos los días que eres muy pequeño. A través de los cultivos, de los temporales...« o de las llamas te está recordando que no eres nada. »Y en vez de generar angustia, da serenidad«.

El último proyecto de Oliver Laxe es, precisamente, un retiro en medio de la naturaleza para un pequeño grupo de cineastas. A modo de «residencia», en Os Ancares (Lugo), y de mano de la Asociación Ser, que preside, Laxe guía a los directores para «que se miren más al interior». El mundo del cine es frenético, abundan las ferias y foros en las que los que «los jóvenes creadores están enfrentados a muchas miradas, y en un momento en el que se está empezando, esto pueden ser espejos deformantes», cuenta el director de 'Todos vos sodes capitáns' (2010). «En el taller voy a hablar mucho de mis experiencias, no me escondo nada. Se trata de hacer algo de lo que hablamos tanto pero hacemos muy poco: preguntarle al corazón, y ¡no es sencillo!«, ríe Laxe. ¿Y qué le dice? Por el momento, que dedique gran parte de sus esfuerzos a rehabilitar de manos de la asociación una aldea de Os Ancares, para salvaguardar su naturaleza, estimular su economía y frenar el éxodo rural que, en Galicia, parece inevitable. «Me gusta, es importante. Y con todos los incendios que hay en Galicia...», cuenta en la entrevista, hecha en plena ola de incendios. Resume que «no me perdonaría nunca el no hacerme un poco responsable de esa aldea» en la que trabaja la Asociación.

Ahora Laxe vive por y para el rural gallego. «Galicia es uno de los pocos espacios que quedan en Europa donde todavía hay tradición, o donde hay ese mundo tradicional. Cada vez es más sutil, pero sigue ahí«, una idea que le atrae. Laxe, que recorrió medio mundo sea para rodar (algunas de sus películas las hizo en África, como 'Todos vos sodes capitáns' o 'Mimosas'), o para ir a festivales internacionales de cine (ganó tres en Cannes), insiste en la idea de que la tradición es uno de sus temas fetiche: »El choque entre la modernidad y la tradición«.

André Bazin, uno de los mayores pensadores y críticos del séptimo arte, distinguía dos tipos de cineastas: los que creen en la imagen y los que lo hacen en la realidad. No coincide Laxe con la premisa. Para él «es más bien relato-imagen, o lo dionisiaco versus lo apolíneo». Entonces, ¿dónde te sitúas? «Yo estoy más en lo dionisaco, soy una persona, en el fondo, visceral, sulfurada. No mido, tengo mucha pasión«, reflexiona el cineasta. Para compensarlo, »me rodeo de gente muy apolínea en mis rodajes«, pues una de las claves del buen hacer del cine es »aceptar tus vulnerabilidades, un punto de inseguridad es buena«. Con todo, »no me olvido de que el cine es fuego«, concluye.

Y hablando de fuego, las llamas son las protagonistas en una de las escenas más importantes de 'O que arde', y una de las más bellas del cine nacional de los últimos años. Se aleja Laxe de la diferenciación de Bazin, pero los planos del incendio fueron reales. Él y su equipo se unieron a una brigada para rodar. En plena ola de incendios no se puede no acordar de la experiencia: «Hubo momentos vividos con los bomberos muy bellos, había mucha admiración en el cruce de miradas». Fue un golpe de realidad, «nos dimos cuenta de que la vulnerabilidad, el abandono del rural, el cambio climático, la falta de medidas políticas y la poca responsabilidad individual hacen que tengamos un serio problema ante nosotros», que ahora intenta revertir aportando su grano de arena desde Os Ancares.

Laxe no considera que haga un cine para entretener al público, pero tampoco cae en la dicotomía 'entretenimiento o intelectualismo' tan presente en el debate cinematográfico. De hecho, cree que «hoy, desgraciadamente, se premia demasiado a la cabeza», uno de los «mayores signos de la decadencia del arte». «Que un espectador diga que no entiende mi película es paradójico«, ríe, añadiendo que lo que se ha de hacer es »cultivar otro tipo de emociones y sensaciones«. Volviendo a lo de antes: en resumen, escuchar al corazón mientras vemos una película y no darle tantas vueltas.