La okupación de alumnos pro Palestina de una facultad de Santiago torpedea exámenes y pone en riesgo su seguridad y salubridad

De las tres plantas de la facultad de Geografía e Historia, ubicada en pleno casco antiguo de la capital gallega, los acampados han okupado, casi en su totalidad, los pasillos de dos de ellas. Las tiendas de campaña, sacos de dormir y enseres personales colapsan los corredores, dejando, eso sí, un espacio en medio para poder pasar. Pero lo que es más problemático, si cabe, es la invasión de cinco aulas, que los acampados destinas a diferentes usos, como por ejemplo un comedor o un local social. Estudiantes de varias asignaturas –allí se cursan los grados de Historia, Arte y Geografía– se han visto obligados a trasladar sus exámenes a otras facultades cercanas, como la de Filosofía y la de Medicina.

Fuentes de la USC explican a ABC que desde el decanato de la facultad se ha intentado que se puedan conjugar la protesta de estos estudiantes con el normal funcionamiento de la vida académica. Se gestionó un canal de comunicación con los manifestantes: todos los días, a las diez de la mañana, se celebraría una reunión con portavoces los okupantes para poder garantizar la convivencia. Pero, tal y como recoge un comunicado al que ha tenido acceso este diario, remitido por el decanato al conjunto de los estudiantes, la idea no funcionó: los acampados cada día enviaban portavoces distintos, que «raramente» eran alumnos de esa facultad. Ellos mismos reconocían, además, que bastantes de los okupantes ya ni siquiera son estudiantes. A las últimas reuniones convocadas, no se presentó ningún portavoz.

Paralelamente, el decanato recibió un informe de prevención de riesgos «que confirma que la situación de ocupación de los pasillos con tiendas, colchones y enseres es incompatible con las medidas mínimas de seguridad». La USC se ha visto obligada a redoblar sus esfuerzos tanto en cuanto a los servicios de limpieza como de vigilancia.

La okupación ha indignado a muchos estudiantes, abocados a desplazarse a otras facultades para hacer sus exámenes. Un grupo de alumnos del grado de Geografía y Ordenación del Territorio, por ejemplo, ha enviado una carta al decanato mostrando su «profunda preocupación y descontento por la situación». «Durante las últimas semanas, observamos una progresiva ocupación (...) que ha impedido la realización normal de nuestros exámenes, además de empeorar la salubridad y la limpieza, y aumentando el riesgo en caso de producirse un incendio», lamentaban estos alumnos en esta misiva, a la que ha tenido acceso este diario. Y añadían en su carta: «Además, bajo el pretexto de la manifestación, percibimos cómo aumentó la presencia de personas ajenas a la universidad en el edificio».

Varios profesores y catedrático de la facultad de Historia han mostrado también en las redes sociales su preocupación por el cariz que está adquiriendo la protesta, y que degenera a medida que van pasando los días, como es bastante frecuente, por otra parte, en este tipo de concentraciones. José Miguel Andrade, catedrático de Historia Medieval, escribía que «la situación en la facultad va a peor». «No se puede admitir que la actividad académica y laboral del centro esté condicionada, y más en época de exámenes, por una protesta, legítima en su origen, pero que ha derivado hacia una suerte de okupación de espacios públicos», incidía Andrade. Lourenzo Fernández Prieto, catedrático de Historia Contemporánea, añadía: «Después de nueve días, parece que el asunto ha virado (...) alguien se está volviendo gravemente hostil contra el sentido común y va a perjudicar la causa palestina que la mayoría defendemos».

Pero los acampados –que no encerrados, porque se pasan el día fuera y la mayoría solo regresa a la facultad a dormir– no se dan por aludidos. Este viernes, en una intervención pública, han dejado entrever que, lejos de replegarse, necesitarán más espacios «para garantizar la integridad física y mental de los participantes». Quieren más aulas para instalar un «punto lila» y «una zona de baja estimulación». También lamentan que el decanato les haya «desalojado» de un aula, y acusan a la USC de intentar dejarles públicamente como «enemigos del estudiantado».