El Montserrat, la emigración y los gallegos marinos
La Coruña acoge una exposición que rinde homenaje a las generaciones que en el pasado dejaron atrás Galicia y se embarcaron hacia lo desconocido buscando una vida nueva
«Galicia ha pasado de ser un país de emigración a uno de inmigración»
Galicia
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Iniciar sesiónDecía Wenceslao Fernández Flórez en uno de sus relatos que, en su juventud, los barcos que veía atracar en el puerto coruñés se le antojaban poco menos que seres mitológicos. Las enormes moles de acero iban y venían cada día, y el autor llegó ... a sentir un profundo respeto por la visión que ofrecían. Y precisamente sobre un barco histórico, el Montserrat -y su gemelo, el Begoña-, trata la exposición que el Consello da Cultura Galega ha presentado la pasada semana en el Kiosco Alfonso de la ciudad herculina. Bajo el nombre de 'As Xeracións do Montserrat. Memoria Emocional da Emigración Galega ao Reino Unido', se confecciona una muestra que posa su mirada en la segunda mitad del siglo pasado, cuando cientos de gallegos llegaron a abordar el dúo de buques, que hacían una ruta directa hacia Reino Unido, para iniciar allí una nueva vida.
La exposición, abierta hasta el 14 de enero, se distribuye en los dos andares del edificio. El bajo lo preside una presentación del contexto que impulsó la emigración gallega a las islas británicas, también de los buques y de la Compañía Trasatlántica Española. Y para sumergir por completo al público en esa Galicia de hace 60 años, no faltan apoyos: documentación recuperada que los emigrantes debían acreditar, maquetas de las dos embarcaciones que los transportaron y planos de su estructura, objetos personales de los viajes, proyecciones audiovisuales... Todo articula una reconstrucción de la «memoria emocional» de los gallegos que cambiaron su tierra por la promesa de una mejor fortuna en otra, lejana y desconocida.
Un piso más arriba, en el primer andar, se encuentra una muestra de imágenes de los fotógrafos profesionales Alberto Martí y Manuel Ferrol, que habitualmente captaban la actividad que se desarrollaba en el puerto y confeccionaron, a lo largo de los años, un retrato del costumbrismo náutico coruñés. En su conjunto, la muestra pone el foco en la realidad que les tocó vivir a las generaciones que se subieron al Montserrat y el barco se convierte en el hilo conductor de la exposición, que también incluye testimonios de emigrantes en primera persona. Ese retrato colectivo de época lo completa el punto de vista de los trabajadores gallegos de la Compañía Trasatlántica.
Recopilando recuerdos
El comisario de la exposición y periodista, Xesús Fraga, explica en conversación con este medio que la preparación de la muestra se remonta a, prácticamente, antes de la pandemia, que cuando llegó «ralentizó» en gran medida los planes que ya había trazados. Solo la recopilación y confección del inventariado para la exposición ya conllevó un trabajo importante, casi «de investigación», que se alargó bastante en el tiempo. Porque, a falta de buena parte de los documentos y registros oficiales que permitirían seguir la pista a los flujos de emigración de esos años, fueron las personas que emigraron en el Montserrat y el Begoña, y sus memorias, las que hicieron posible que la muestra saliese adelante. Así comenzó la 'caza de historias' que se convirtieron en la columna vertebral de la exposición.
Según explica Fraga, rescatar esos recuerdos no fue sencillo, más aún en el momento del primer contacto: «Al principio, mucha gente decía que no tenía nada que contar o que lo que recordaba no tenía importancia». No era hasta que la historia comenzaba a desarrollarse, que el torrente de vivencias ganaba peso. Y ahí es donde el periodista pudo conocer algunas anécdotas muy particulares que pasaron a integrar la muestra. Está, por ejemplo, la de un hombre al que le prestaron algunas monedas inglesas por si las necesitaba tras su llegada. Sorprendido por su peso, mayor que el de las españolas, supuso que estaba a punto de irse a «un país serio de verdad», en el que la suerte le sonreiría. «Efectivamente, trabajó en una mansión de un aristócrata; luego ,se formó como electricista y montó su empresa». Esta persona portaba también la misma novela de Agatha Christie en inglés y en español: «Leía una frase en un libro y después en el otro, y así fue aprendiendo el idioma», relata el periodista, que señala que «también había muchas mujeres que emigraban solas». La mayoría, jóvenes y aún solteras, «cogían y se marchaban» aunque en sus casas no quisiesen permitírselo, algo rompedor para la época y «una novedad en el mundo de la emigración». En conjunto, se presentan «historias muy humanas y muy hermosas que, al mismo tiempo, siendo tan individuales y tan personales, son extrapolables a todo que vivieran los emigrantes en aquella época», considera Fraga.
Tampoco fue fácil dar con ciertos materiales. En concreto, en el caso de las maquetas de los dos barcos, el Montserrat y el Begoña, hacerse con ellas para la muestra requirió una labor casi detectivesca, consultando a varias entidades que no contaban con ellas, pero sí daban pistas de dónde podían haberse conservado. No sin esfuerzo, Fraga y su equipo dieron con ellas, y hoy la muestra puede presumir de exhibir unas representaciones fidedignas y a escala del dúo de buques, esos «seres mitológicos» que transportaron a las generaciones emigrantes y cautivaron al resto.
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