La semana
La prueba del algodón
El propio Gobierno central ha evidenciado que sus presupuestos son papel mojado
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Iniciar sesiónEl algodón no engaña. Era lo que proclamaba un anuncio en los ochenta de un producto de limpieza. En la esfera política -entonces, ahora y en el futuro- la prueba del algodón de un gobierno -el método infalible para evaluar su actuación- es su proyecto ... de presupuestos. Puede resultar un poco tostón su lectura, pero sin duda es muy ilustrativa. Revela, más allá de imposturas circenses, las entrañas de la acción de cada ejecutivo, su orientación y sus prioridades. Y, claro, permite comparar. Este mes, de hecho, hemos podido contrastar dos modelos distintos. Las cuentas públicas estatales que ha llevado Pedro Sánchez al Congreso y los presupuestos autonómicos presentados esta semana por Alfonso Rueda. Los primeros demuestran una voracidad fiscal insaciable y evidencian un afán netamente electoralista. Los segundos, en cambio, reducen la presión tributaria que soportan los ciudadanos a la vez que aumentan el gasto social e incorporan partidas para impulsar la dinamización económica. Dos formas diferentes de afrontar la crisis.
En realidad, el propio Gobierno central ha evidenciado que su proyecto de presupuestos es papel mojado. Primero, porque apenas unos días después de su aprobación se anunció medidas que no están incorporadas a esas cuentas -como denunció la presidenta de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal-; y segundo, porque Hacienda envió a Bruselas un plan con un escenario alternativo, con una previsión mayor de ingresos fiscales y un mayor margen para gastar. Nada sorprende ya de María Jesús Montero. Hace ahora cuatro años aseguraba que «pasarse en un presupuesto es fácil, no tiene problema» e incluso afirmaba que unas décimas arriba o abajo en el límite de déficit «son 1.200 millones, chiqui, eso es poco, eso quitas o pones una parte del presupuesto». Y en esas seguimos. Presento unas cuentas, pero si no le gustan tengo otras. Puro trilerismo. Una superlativa irresponsabilidad que demuestra que esos presupuestos son humo. El programa electoral de Sánchez. Un programa muy caro.
Esa es otra de las aristas de la cuestión. El contraste de las cuentas diseñadas por el Gobierno con las elaboradas por la Xunta muestra dos orientaciones políticas diferentes. El ejecutivo central incrementa la previsión de recaudación fiscal en 2023. Calcula en el escenario más probable del plan presupuestario enviado a Europa que los impuestos alcanzarán 354.283 millones, un 7% más en relación con este año. En parte por la introducción de nuevos gravámenes -los anunciados para los sectores energético y financiero o el que penalizará los envases de plástico no reutilizable-, pero sobre todo por el efecto de la inflación -por ejemplo, si sube el precio de un producto y no se modifica el tipo de IVA aplicable aumenta automáticamente la recaudación de Hacienda-. La Xunta, en cambio, apuesta por aplicar una receta distinta. Se deflactan los tres primeros tramos del IRPF, se rebaja el primer escalón de ese impuesto o se equipara las familias con dos hijos a las numerosas con una deducción de 250 euros. Unos optan por sustraer más dinero del bolsillo de los ciudadanos y otros eligen reducir la presión fiscal.
Y la segunda clave de cualquier presupuesto: en qué va a gastar esa administración todo lo que ingresa. La Moncloa ni siquiera disimula. Las suyas son unas cuentas electoralistas. Puro populismo. Con cheques y prebendas para los sectores que quiere mimar en un año en el que Sánchez se juega su futuro en las urnas. Póngame otra que la factura ya la pagarán otros. En realidad, acabaremos pagando todos la irresponsabilidad que supone concebir así la elaboración de los presupuestos. No, el algodón no engaña. Unas cuentas pasan la prueba y otras no. Los presupuestos presentados por Alfonso Rueda combinan con prudencia recetas liberales -reducción de impuestos- con otras socialdemócratas -más gasto social- para afrontar la crisis. En cambio, Sánchez sigue obviando el escenario de estanflación al que nos enfrentamos y demuestra con sus cuentas que su única prioridad es perpetuarse en la Moncloa.
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