LA SEMANA
Prestige: la fuerza de los hechos
Las 'fake news' que algunos propagaron han sido desenmascaradas por la realidad. Y ellos han quedado retratados.
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Iniciar sesiónLas 'fake news' no son un invento moderno. Hoy pueden tener una difusión más acelerada en las redes sociales, pero existen desde hace mucho tiempo. Ya al nazi Joseph Goebbels se le atribuye aquello de que «una mentira repetida mil veces se convierte en verdad». ... Y algunos lo siguen creyendo. De hecho, hay organizaciones políticas gallegas que basan al menos una parte de su estrategia en esa premisa. Pero lo cierto es que una mentira siempre será una mentira. Y también que más tarde o más temprano siempre se acaba imponiendo la fuerza de los hechos.
Un ejemplo paradigmático de ello es lo sucedido en la crisis del Prestige de la que ahora se cumplen veinte años. Hubo quien se dedicó en aquella época a construir un relato falaz. Políticos irresponsables que trataron de sacar rédito político de un accidente marítimo. Con la complicidad de presuntos científicos. Y la colaboración activa de sus habituales mamporreros mediáticos. Una fabulosa campaña de manipulación de la opinión pública. Que la realidad desmintió ya entonces y sigue desmintiendo dos décadas después.
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Prestige. Un naufragio de consecuencias fatales para el PP
Pedro García Cuartango
Un ejemplo. El 14 de diciembre de 2002 nos despertamos oyendo que Galicia se enfrentaba ese día a «la entrada de la mayor avalancha de fuel». La presunta tercera marea negra. Ese día, en realidad, no llegó. Tampoco el siguiente. De hecho, nunca llegó.
La tozuda realidad. El 3 de diciembre de 2002 se dijo que «arrastreros de Lugo confirman que el pescado ha desaparecido». En marzo de 2003 el fin de la veda se tradujo, en cambio, en capturas espectaculares. De hecho, un año después del accidente las cifras de facturación del sector demuestran que se había normalizado completamente la situación.
Mas hechos. El 7 de diciembre de 2002 proclamaban que las Cíes tardarían diez años en recuperarse e incluso añadían que «biólogos y científicos» concluían que el daño podría ser «irreparable». Aún no había pasado un año cuando los percebes recogidos en Ons -último lugar en Galicia en reanudarse el marisqueo- alcanzó en lonja los 68 euros el kilo.
En aquella campaña de manipulación uno de los elementos centrales fue el embuste de que fue un error alejar el buque de la costa. Repitieron hasta la saciedad que había que meter el petrolero en algún puerto, pero no dijeron entonces en cuál ni se acercaron a explicarles a los habitantes de esa zona qué hubiese supuesto hacerlo. Por cierto, defendían esa tesis -acercar el petrolero- al mismo tiempo que reclamaban alejar el corredor de tráfico marítimo de Fisterra.
No se trataba de ser coherentes, sino de apelar a las emociones. De ahí otra de las farsas: se estaba ocultando la magnitud de la catástrofe. Otra gran mentira. De hecho, el ministro de Fomento, en el tono hiperbólico de la época, llegó a afirmar que el Prestige era «el Chernóbil español».
Se trataba, en definitiva, de inocular patrañas en el imaginario colectivo. Otro de los mantras -que aún siguen repitiendo-: las administraciones reaccionaron tarde. En realidad, al día siguiente de la llamada de socorro del petrolero el Consello de la Xunta ya había facultado al titular de Economía para adoptar las medidas financieras oportunas para afrontar la situación y las ayudas a los afectados se abonaron cada 15 días.
Nunca les importó faltar a la verdad. Porque vieron en aquel accidente una oportunidad de poner en la picota a los gobiernos gallego y español. Pudo haber torpezas y errores en la gestión de la crisis, pero nunca buscaron un debate racional. Solo obtener réditos políticos de una catástrofe. Pero siempre, tarde o temprano, se acaba imponiendo la fuerza de los hechos.
Solía decir José María García que «el tiempo es ese juez insobornable que da y quita razones». Veinte años después del accidente del Prestige ya ha puesto a cada uno en su sitio. Las 'fake news' que algunos propagaron han sido desenmascaradas por la realidad. Y ellos han quedado retratados.
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