la semana
El fin, los medios y las consecuencias
González Formoso no es Emiliano García Page, es sumiso a Ferraz y a Sánchez
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Iniciar sesiónEl sanchismo ha acabado esta semana de dinamitar los últimos puentes que podrían quedarle con lo que representaba el viejo Partido Socialista. Paquete premium completo para el independentismo catalán: derogación del delito de sedición y abaratamiento del de malversación. Además de intentar blanquear la consulta ... ilegal de 2017, de postre se han tragado sin rechistar que Oriol Junqueras explique públicamente que «organizar un referéndum no está en el Código Penal», plantee sus condiciones para la próxima intentona y advierta en cualquier caso que no han renunciado a la vía unilateral. Sin paños calientes. Y sin el menor indicio tampoco de que ese nuevo PSOE vaya a frenar la hoja de ruta exhibida por Esquerra. Aunque eso suponga despilfarrar el escaso patrimonio político que podría quedarle a la organización y desmentir todos y cada uno de los principios históricos en los que un día llegó a asentarse. No pocos y cuestionables medios para un único fin, que Pedro Sánchez pueda sobrevivir un día más en su despacho de la Moncloa. Todo ello con la aquiescencia y aplauso de su franquicia en Galicia que, como siempre, ha salido rauda a bendecir la estrategia de su jefe de filas.
En realidad, no debería sorprender ya a estas alturas que la dirección del PSdeG avale esto o cualquier otra cosa que haga o diga Sánchez. Sumisión absoluta y permanente. Valentín González Formoso no es Emiliano García Page. El presunto líder del socialismo gallego nunca afirmaría, aunque lo pensase, que «no es tolerable pactar con delincuentes su propia condena». Ferraz nunca podrá reprocharle que haya disentido en nada. Tampoco que haya expresado su criterio sobre algo. Ha reducido su papel al de mero reproductor del argumentario de la dirección federal. Su jefe de filas dijo el pasado fin de semana en Cataluña que su estrategia es arriesgada, pero acertada. Y él envió a su portavoz parlamentario a asegurar que la estrategia es arriesgada, pero acertada. Nunca ha movido una coma del discurso que le envían cada mañana. Y probablemente nunca lo hará.
Ni González Formoso ni parece que nadie del PSdeG. Porque tampoco hemos visto discrepar a ningún otro cargo institucional u orgánico del partido en la comunidad. Se sobrentiende que los otros presidentes de Diputación o alcaldes socialistas en Galicia están cómodos con esta deriva y avalan que Sánchez se arrodille ante el independentismo catalán. Lo cual los convierte en palmeros de sus atropellos e iniquidades. La otra opción sería que tengan miedo a no salir en la foto si se mueven. Es cierto que está fresco el expediente a Martín Seco, pero esta alternativa revelaría una actitud un tanto cobarde.
De una forma u otra, todos quedan retratados. Unos con sus palabras y otros con sus silencios bendicen la degradación de su partido. Avalan que su jefe de filas acomode el Código Penal a los intereses de los condenados del «procés» y avalan que Esquerra les marque la hoja de ruta. De hecho, Junqueras no esconde cuál es el objetivo de su organización ni cómo pretende conseguirlo. A estas alturas, nadie ya, ni dentro ni fuera del PSOE, se cree que este Partido Socialista vaya a frenarlo. Puede decir misa el ministro Bolaños («no va a haber en ningún caso un referéndum»). Tampoco iba Sánchez a incorporar al gobierno a Podemos ni iba a pactar con Bildu. Ha demostrado por activa y por pasiva que está dispuesto a pagar cualquier precio para mantenerse en su despacho de la Moncloa.
Ese es el fin único que guía todas sus decisiones. Sin reparar en los medios que haya que emplear para conseguirlo. Ni en las consecuencias. Entre ellas, la ruptura de los últimos puentes que podrían quedar con los principios históricos de su partido. Una operación de demolición de sus propias siglas en la que cuenta con la complicidad -unos por acción y otros por omisión- de todo el aparato del PSdeG.
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