la semana
Cien días de trile
Un partido se define tanto por lo que dice como por lo que evita decir
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Iniciar sesiónLa liturgia tradicional. A cien días para las elecciones, la izquierda incrementa los decibelios. Desempolvan las pancartas y enarbolan viejas banderas. Las mismas con las que tantas otras veces fracasaron. Las soflamas no cambian. Tampoco la estrategia de agitación y crispación. Unos atrapados bajo la ... losa de sus siglas. Y los otros presos de la nadería del eslogan simplón. Ambos ahogándose en su deriva demagógica.
Mucho ruido y pocas nueces. Singularmente el BNG. Otrora exhibían una rígida uniformidad en sus discursos. Hoy, en cambio, hacen gala de un doble relato: el presuntamente más amable de Ana Pontón y el ortodoxo de Néstor Rego. La portavoz en Galicia fingiendo una falsa moderación mientras el líder de la UPG recuerda en el Congreso que el catecismo del frente no ha mudado ni un ápice. Cada día desentonan más ambas narrativas. Se ha percibido esa disonancia en la toma de posición de una y otro con relación a la invasión rusa de Ucrania o sobre cuán independentista es la organización. Pero la discrepancia se manifiesta también en algo tan concreto como los servicios de atención a la ciudadanía de las administraciones. Exigían estos días en Madrid al Gobierno central que los usuarios pudiesen acudir sin cita previa a sus instalaciones. Al mismo tiempo que en Lugo la inacción de los nacionalistas ante la avalancha de quejas llevó a la alcaldesa socialista a intervenir en un área de sus socios y anunciar que los vecinos serán atendidos sin vez una hora al día.
Una cosa es predicar y otra dar trigo. Predicar, predican mucho. Por ejemplo, que Pontevedra es el referente de su gestión municipal. Lo que no han explicado es si lo que están proponiendo es exportar al resto de concellos en los que gobiernen el modelo de relaciones laborales que están ensayando en esa ciudad. Allí recientemente la junta de personal ha denunciado que el ejecutivo local ha contratado a un detective privado para investigar a un bombero que se encontraba en situación de incapacidad laboral por motivos psicológicos con una baja de larga duración. Tendría su aquel que explicitasen si tienen intención de generalizar ese modo de proceder y trasladarlo a otras localidades.
Probablemente no lo aclaren. Y un partido se define tanto por lo que dice como por lo que evita decir. Por las banderas que enarbola y por los asuntos que elude. Últimamente, por ejemplo, han reducido significativamente sus declaraciones sobre la ley del solo sí es sí y sus «efectos indeseados». Y eso que el BNG fue uno de los partidos que votó a favor de la norma y es por ello corresponsable de sus consecuencias. Tan raudos habitualmente para expresar su indignación y exigir que se depuren responsabilidades políticas, en esta ocasión optan por la discreción y no ventilan a diestro y siniestro su opinión sobre lo que está sucediendo.
Sí, el BNG lleva tiempo ahogándose en la nadería. Al igual que el PSdeG vive atrapado bajo la losa de sus siglas. Encarando las próximas citas electorales con el lastre de los disparates que protagonizan a diario Pedro Sánchez y su equipo. Chapuzas legislativas y una nefasta gestión en política económica. Bloqueando por ineptitud la distribución de miles de millones llegados de Europa que permitirían garantizar proyectos estratégicos como el de Stellantis o Altri, poniendo por puro sectarismo ideológico palos en la rueda de otras fábricas como la de Ence en Pontevedra o relativizando frívolamente la crisis pese a que los alimentos se han encarecido un 15% en el último año y España lidera la tasa de desempleo y de paro de juvenil de la OCDE.
Incómodos en la realidad, tirios y troyanos intentarán como tantas otras vez desviar el foco. El trile. En los próximos cien días de campaña, la izquierda rescatará sus viejas pancartas. Unos para intentar esconder sus siglas y los otros porque han reducido su discurso público a una concatenación incoherente de eslóganes simplones.
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