Caricaturas de campaña

Los expertos explican que el proceso de polarización es complejo. En cualquier caso, siguiendo la lógica del 'cui prodest' (¿quién se beneficia?) en la Medea de Séneca, resulta evidente que alguien lo alimenta porque alguien espera obtener un rédito de ello. A pesar de los riesgos que comporta. A pesar de la fragmentación social que provoca. Quizá porque les parezca más sencillo sacar ventaja en una política embarrada que de un debate sereno en el que se confronten ideas, datos y argumentos.

En campaña electoral la patología se acentúa. Y estamos en un año con varios comicios. Y sí, se empieza a notar. Discursos ya de por sí inconsistentes se estrechan aún más, reduciéndose a meros eslóganes presuntamente efectistas. Aumenta la dosis de demagogia y populismo. Y recuperan sus pancartas los profesionales del apocalipsis.

Lo estamos viendo ya estas semanas en la vida política gallega. Un ejemplo de ello fue la actitud del alcalde de Vigo en un acto el lunes organizado por el Círculo de Empresarios. Abel Caballero eligió ese foro para lanzar su campaña. Con su estrategia habitual de estos años –localismo a chorros en vena, altas dosis de postureo, mucha demagogia y no menos populismo– arremetió contra la administración autonómica ante el presidente de la Xunta. Su clásico –y pueril– relato de buenos y malos. Su acostumbrada táctica de polarizar. Siempre sobreactuado, con un punto histriónico. Tanto que no pocas veces acaba, como aquí, exhibiéndose como una caricatura de sí mismo.

En la marea de la hipérbole, el regidor olívico incluso se permitió una defensa cerrada del gobierno de Pedro Sánchez en contraposición a otras administraciones. Sí, Caballero elige elogiar al gobierno que lleva meses ninguneando sistemáticamente a la ciudad. El Gobierno que sigue sin garantizar los fondos europeos necesarios para blindar el futuro de la planta de Stellantis. Y el gobierno que ha consignado en los presupuestos una partida residual para el desarrollo de la conexión de alta velocidad ferroviaria con Portugal. Lo hace precisamente porque en la estrategia de la polarización la realidad pierde peso. Lo que busca es reasentar y consolidar su relato de buenos y malos. Apelar a las emociones, no a la razón.

Es una estrategia que se viene repitiendo desde hace tiempo. Aquí y en otras partes del planeta. Cada uno con sus matices. Siempre eludiendo la argumentación sosegada. Reduciendo el discurso público a soflamas altamente apocalípticas. Esa es también la táctica habitual del BNG, acentuada ahora que comienza la carrera hacia las urnas.

Uno de los elementos de esa campaña ha sido siempre la pancarta. Toca ahora la sanitaria. En el inicio del curso político, a principios de mes, ya anunciaba Ana Pontón una manifestación en febrero. A los pocos días la convocaba de hecho una plataforma. Y desde entonces la portavoz nacional del Bloque anima a la sociedad a sumarse a su marcha. Sin ahorrar invectivas, describiendo a la administración autonómica como «un peligro para la salud de los gallegos». Otra portavoz de la organización elevó la apuesta: «panda de psicópatas». Otro relato sumamente sobreactuado, tan histriónico como el de Abel Caballero.

En ambos casos siguiendo una estrategia de polarización. Tan exagerada que tanto el alcalde de Vigo como el BNG han acabado reduciendo su discurso a meras caricaturas de campaña. Soflamas demagógicas, arengas apocalípticas y proclamas populistas. Una sobredosis de impostura. Por un puñado de votos.