El largo e incierto desierto de los socialistas gallegos
Vuelve Besteiro a un PSdeG que se encomienda a él como única opción posible
Santiago
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Iniciar sesiónTomar las riendas del actual PSdeG tiene poco de gloria y mucho de castigo. El regreso de José Ramón Gómez Besteiro viene rodeado de escasa celebración, a la vista del estado en que se encuentra el partido, no solo noqueado tras las elecciones autonómicas ... de febrero -donde logró sus peores resultados de la historia-, sino también por la convulsión que se extiende desde Ferraz, con la incógnita de qué hará Pedro Sánchez con su futuro político y en qué estado quedarán las siglas decida el presidente del Gobierno lo que decida. Si algo ha demostrado con el tiempo el PSdeG es que reproduce los estados de ánimo del partido a nivel nacional. Mal momento para que la depresión se haga crónica en el PSOE, en el caso de que el líder abandone Moncloa.
Vuelve Besteiro y lo hace a un PSdeG que se encomienda a él casi como única opción posible, dado que no se vislumbra (todavía) una alternativa al candidato del 18F, por malos que fueran sus resultados. Parece que el partido no lo culpa del hundimiento electoral, aunque a la vista de los datos de votación en el congreso de ayer, tampoco desborda entusiasmo: de los 524 delegados, 70 directamente decidieron no ir y otros 70 votaron en blanco. Puede leerse como una corriente escéptica ante el liderazgo que regresa. La crítica opta por callarse, pero no se transforma en un voto de confianza.
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La sintomatología de los primeros momentos no es buena, hay que decir. Esta restauración de la retórica de la «campaña sucia» de 2009 tiene mucho de extemporánea, como si desde entonces el PP no hubiera revalidado en las urnas sus mayorías absolutas al mismo tiempo que el PSdeG ha ido perdiendo respaldo de los electores. Y todavía más delirante es culpar a la derecha de la actuación de Pilar de Lara, verdugo de demasiados políticos de todo color. Conde Roa, Julio Flores, Adolfo Gacio, José Manuel Rey Varela, Argimiro Marnotes o Ángel Espadas no tenían carné socialista. Besteiro fue una víctima, sí, pero no de conspiraciones ocultas sino de una magistrada ineficaz, temeraria e impresentable en sus formas. Un recordatorio: quienes le cortaron la cabeza a Orozco en Lugo no fueron los populares, sino sus socios nacionalistas, que la exigieron en una bandeja para seguir apoyando al PSOE en la ciudad.
Entre las decisiones más importantes que debe tomar Besteiro en los próximos meses está modular una nueva relación con el nacionalismo gallego que frene el expansionismo de este hacia sus votantes, fije unos límites en el trato simbiótico entre los dos partidos y permita a los socialistas ser percibidos en el terreno de la izquierda como algo más que una muleta necesaria, el eslabón débil de la pareja.
No es una tarea fácil ni de receta sencilla. Pesan todavía las inercias de la campaña de las autonómicas, donde la renuncia a ejercer como un partido con identidad propia frente al empuje del BNG se llevó por delante mucha de la credibilidad del PSdeG y de su candidato, hoy secretario general. El hecho de que ambos partidos estén condenados a entenderse no puede ser un cheque en blanco para que la discrepancia se anestesie bajo el mantra de que «la discusión beneficia a la derecha». Si algo ha demostrado el PP es que puede ganarle a ambos, así se lleven bien, mal o regular.
El reseteo socialista no parte de cero, sino de una estructura municipal muy consolidada, con referentes sólidos que han resistido incluso olas como la del pasado 28M. Algo es algo. Besteiro es consciente de que tiene por delante un largo e incierto desierto, tanto por su duración como por su exigencia, y que nada le garantiza encontrar un oasis a medio plazo. El 18F casi nada fue culpa suya, y si Sánchez se va y el PSOE salta por los aires, él volverá a pagar facturas ajenas. Aun así asume la responsabilidad (o la penitencia) de devolverle el pulso al PSdeG. Ya son ganas, desde luego.
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