El garabato del torreón
La turra priscilianista
Todos los años nos flagelan con la idea de que los restos de la Catedral no son de Santiago
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Iniciar sesiónEl peregrino que prefiera el Camino Francés a otros que llevan también a Compostela, aunque sean inventados (la esperanza en un próspero negocio traza tantas rutas jacobeas como convenga a los señores hosteleros), entra a Galicia por O Cebreiro, «el lugar del gran milagro eucarístico». ... En este paso, el de las flechas amarillas de Elías Valiña, fue donde Walter Starkie topó con Eladio, el joven gaitero que iba a Portomarín.
Pero ahora no se trata de eso, sino de decir algo de la turra con que nos flagelan, año tras año, por estas fechas, los partidarios de la sobada teoría priscilianista. Según ellos, pertenecerían a Prisciliano, el heresiarca decapitado en Tréveris, y no a Santiago, el hijo de Zebedeo, los restos venerados en la catedral compostelana. No digo yo que no. Pero sí niego que tal opinión pretenda ser tenida de revolucionaria y ni siquiera de novedosa. Está patrocinada desde hace mucho tiempo y por gentes incluso tan poco sospechosas como el propio Menéndez Pelayo («católico a machamartillo», dijo de sí mismo), quien puso freno a su provocadora disensión por petición de su maestro don Gumersindo Laverde («escribió poco pero muy selecto»), temeroso que se tambalease algún cimiento de la fe. Y luego de don Marcelino, don Américo Castro, don Claudio Sánchez Albornoz, y aún más recientemente, el gran teólogo e historiador Henry Chadwick, de cuyo libro 'Prisciliano de Ávila', editado por Espasa-Calpe no hay, que sepamos, traducción al gallego, cosa extraña entre nosotros, tan inclinados a publicar cuantas estupideces se le ocurran a nuestros grafómanos, con tal de que estén escritas en gallego.
Sánchez Dragó, Ramón Chao, el profesor Gustavo Bueno, etcétera, etcétera, alargan hasta el cansancio la lista de los priscilianistas. A un servidor, la polémica le trae sin cuidado. Si tuviera vela en este entierro, se inclinaría por una componenda ecléctica: Santiago, en Compostela; y Prisciliano, en Santa Eulalia de Bóveda. Y así, Galicia atraería turistas y peregrinos de todos los gustos.
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