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Obituario

Paula Alvarellos

Decidió dedicarse a los lucenses en jornada de veinticuatro horas

Juan Soto

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Morir en acto de servicio es un privilegio reservado a muy pocos políticos. Antes, en los tiempos del terror anarquista, podían descerrajarle dos tiros al presidente del Gobierno cuando su berlina atravesaba la calle del Turco, o tronarlo con pólvora compuesta desde una motocicleta, o ... agujerearle la cabeza ante el escaparate de una librería. Pero desde que el terrorismo vasco ocupa escaños, la munición de la discrepancia es meramente dialéctica. A mayores, resulta que los políticos actuales suelen estar protegidos por una doble coraza de agentes profesionales y pelotas ocasionales. Ese no era el caso de Paula Alvarellos, la alcaldesa de Lugo, y por ello tuvo que morir abatida por ese homicida que todos llevamos dentro, súbito y silencioso, a la izquierda del esternón; esa descarga fulminante que hace diana en el corazón y que ni siquiera tiene la gallardía de avisarnos de que viene a por nosotros.

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