el garabato del torreón
Depresión musical
Lo que no pudieron disposiciones legales, crisis económicas, desvaríos particulares y una guerra civil lo pueden dos alcaldesas, un alcalde, una concejala de Cultura y un concejal de personal
Aunque con algunos altibajos, la banda municipal de música de Lugo aguantó, mes arriba, mes abajo, 160 años. ¡Tiempos aquellos de Gallego Capafóns! Yo creo que después de la de Merza, en Pontevedra, y La Lira, de Ribadavia, ninguna otra le pone el pie delante ... en lo tocante a vetustez. Aguantó crisis, desbandadas, depuraciones (se impone el recuerdo de Sariñena), disoluciones administrativas, interinidades y caprichos de alcaldes (otro recuerdo: López Pérez). No consiguieron acabar con ella. Ese triste honor parece reservado para los tiempos de ahora. Lo que no pudieron disposiciones legales, crisis económicas, desvaríos particulares y una guerra civil lo pueden dos alcaldesas, un alcalde, una concejala de Cultura y un concejal de personal. Lo que no hizo la barbarie lo hizo la desidia y la ignorancia. Esta tropa acaba con lo que le pongan delante. No le mete piqueta a la Muralla por aquéllo del qué dirán.
Ahora leo que el recuelo de la banda va a ir a tocar a varios colegios. Algo es algo. Tal como está la cosa, nos conformamos con que el balance del experimento no se resuma en una (otra) generación melofóbica. O sea, que no pase como con aquellas primeras levas de profesores de Galego, captadas entre el personal más antipático de la docencia universal. Consiguieron lo contrario de lo que se proponían: cuando dejaron las aulas, miles y miles de escolares decidieron no volver a leer una línea en gallego.
El maestro Fiuza (Dios le ampare, hermano) me recuerda a un predecesor suyo, el maestro José Cerdeira y Álvarez. En el archivo de la banda estará su carta de renuncia... si tal archivo pervive. Pues bien, el maestro Cerdeira, músico militar y antiguo director de la banda del regimiento de Aragón, optó a la plaza de Lugo. La ganó. Pero en cuanto llegó y vio el panorama renunció «por motivos de salud». Ese fue el pretexto. Las verdaderas razones: le resultaba «depresivo» (sic) «estar al frente de una colectividad que aun cuando se llama banda de música no tiene de tal más que el nombre». Una banda, en fin -añadirá el maestro Cerdeira- en la que no hay ni instrumental ni «personal idóneo».
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