el garabato del torreón
Algunos belenes gallegos
Estamos a punto de sustituir el capón de Navidad por el pavo de Acción de Gracias
Ya no está plenamente vigente aquello de «donde hubo franciscanos hay belenes», que le gustaba repetir al padre Luis (Fernández Espinosa), madrileño de corazón pontevedrés y a quien tanto debe la música gallega. Van a menos, en Galicia y en toda España, y ... hay muchas razones para explicar esa mengua: desde la laicidad de los tiempos hasta la imparable influencia de los usos angloamericanos, tan penetrante que estamos a punto de sustituir el capón de Navidad por el pavo del día de Acción de Gracias.
Con todo, todavía tiene capacidad Galicia para trazar la ruta de sus grandes belenes, propuesta cuya incorporación a la oferta turística invernal valdría la pena considerar. En ese recorrido habría citas inexcusables. Y ahí están para demostrarlo -entre otros muchos que al lector le vendrán a la memoria- el belén gigante que los vivarienses instalan al amparo de la iglesia de Santa María; el de la Orden Tercera de Ferrol, con mucha figura en movimiento y alguna que otra novedad exótica, como el hipopótamo añadido este año a la tradicional fauna lanar; el ourensano de las figuras de barro modeladas por Arturo Baltar; el impresionante belén de Valga, donde los pastores comparten adoración y fe con gallegos ilustres de todo tiempo, desde Rosalía a Cela; el ya muy famoso Belén de Begonte, un milagro de plasticidad y técnica, además de símbolo identitario de un pequeño concello rural condenado al anonimato, si no fuera este prodigio que hace años surgió en el magín del párroco Domínguez Guizán.
Otro cura, don Baltasar Pardal, y uno de nuestros grandes artistas plásticos, Camilo Díaz Baliño, fueron los artífices, hace más de un siglo, del belén de la Grande Obra de Atocha. Muchos coruñeses lo tienen por el de mayor fidelidad histórica a la Judea de hace dos milenios. No entremos en eso. Don Baltasar Pardal tiene desde hace años la consideración de 'venerable', porque la positio pasó el filtro de la Congregación para la causa de los santos. A Camilo Díaz Baliño no le cupo tal suerte. Aunque su asesinato ignominioso lo hace acreedor a la palma del martirio.