Pazguato y Fino
¿Es el momento de la moción de censura en Santiago?
Es cierto que los cuatro exediles del PSOE sienten en socialista. ¿Pero puede la ciudad perder más tiempo?
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Iniciar sesiónVienen siendo semanas complicadas en el gobierno local de Santiago de Compostela. Han pasado dos años y no se percibe que nada haya cambiado sustancialmente a mejor en la ciudad. En realidad, no se percibe que nada haya cambiado. Y eso solo significa que la ... sensación de inercia, de ausencia de proyecto, de deriva hacia no se sabe muy bien dónde que ya existía en el anterior mandato de Sánchez Bugallo, sigue plenamente vigente.
De hecho, Santiago en los últimos meses ha sido noticia por cosas de las que no cabría presumir. La ciudad tiene una alcaldesa que se ha hecho famosa por los desplantes a la Iglesia y la Corona en una ciudad que existe gracias a la Catedral y todo lo que ella implica. Y de tan institucional que se ha vuelto Goretti Sanmartín, consideró que concederle la Medalla de Oro de Galicia a la hija del Jefe del Estado, y que acabará algún día ocupando ese cargo constitucionalmente establecido, no merecía su presencia.
En paralelo, la ciudad arrastra un discurso indisimuladamente hostil con el turista. Pero no con todos, solo con aquellos que puedan tener alguna vertiente religiosa -es decir, vinculada al Camino- y sean algo bulliciosos, y que no vayan a hotel sino a apartamentos turísticos. Este gobierno de nacionalistas y extrema izquierda que dice proteger a las clases trabajadoras privilegia a los fondos de inversión, esos que sí pueden comprarse edificios completos para dedicarlos a VUTs. Y como derivada, benefician a las grandes cadenas hoteleras a las que se les elimina la competencia. Un torpedo al turismo familiar.
Este es el gobierno local que lanza iniciativas peregrinas como aquella «policía del ruido» del pasado verano, que no valió para nada. Y que cuando quiere aplicar una tasa turística, le pide a otra administración que se la cobre, porque alega que no tiene recursos para hacerlo ella. Por no hablar de la declaración de zona tensionada, para la que no es capaz de enviar documentación basada en datos oficiales, o aquel fugaz programa de serenos para los proveedores en la zona vieja. Por no hablar de la suciedad y los autobuses.
¿Hacia dónde va la ciudad? La pregunta no debería hacérsela el PSOE que habilitó a Sanmartín como alcaldesa, sino los cuatro ediles que fueron tratados como apestados por su propio partido, por no plegarse al 'ordeno y mando' de la agrupación local. Su organización no solo no los quiso, sino que los expulsó por la vía rápida. Ninguno repetirá en las listas, ni creo que ese sea su ánimo.
Todo esto confluye hacia la pregunta de este análisis. ¿Ha llegado el momento de que estos cuatro ediles asuman que la ciudad no aguanta dos años más así y que hay que propiciar un cambio? ¿Y que ese cambio solo puede representarlo el partido que se quedó a tres concejales de la mayoría absoluta? El PP en la oposición, recordemos, tiene más representantes que el mini-bipartito que dice regir la ciudad.
Es cierto que los cuatro exediles del PSOE siguen sintiendo en socialista, y las trayectorias no se pueden borrar. Pero si Borja Verea resultara ser un mal alcalde, en dos años la ciudadanía lo pondrá en su sitio, devolviéndolo a la oposición. ¿Puede permitirse Santiago dos años perdidos más? ¿Cuántos van ya?
Este escenario también apela al portavoz popular, Borja Verea. Debería al menos dar el paso de presentar un proyecto de ciudad en positivo, trazar puntos de encuentro con los ediles no adscritos y poner fin a este mandato municipal, que entró en tiempo de descuento desde el primer día. Porque Sanmartín no busca hacer, sino parecer. Que se la vea como la alcaldesa entrañable, moderada, cercana, feminista, simpática -dentro de sus posibilidades- y con la hoja de ruta de no romper nada, que no parezca que el guion le viene escrito desde los cuarteles del BNG más montaraz.
Lo dicho. Apariencia, fingimiento, engaño. Una ficción que solo busca un refuerzo electoral desde su actual posición precaria para soltarse un poco el pelo y dar rienda suelta a su auténtica agenda, la que le da subidón a su electorado, que no es ni de lejos el mayoritario. Así que, llegados a este punto, ¿es el momento de la moción de censura en Santiago de Compostela?
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