La gallega que cruzó el mar y se lanzó al estrellato
Mercedes Mariño (1909) cantó, bailó y actuó hasta ser una figura destacada de las escenas española y americana. Despuntó en La Habana y Nueva York, pero hoy en día apenas se la recuerda
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Si la historia la escriben los vencedores, ¿cuánto ha quedado opacado por el camino? El esfuerzo y el mérito rara vez van de la mano, hasta que el triunfo eclipsa todo lo demás. El tiempo pasa, y cuando por fin queremos escuchar a otros protagonistas, ... a menudo ya es tarde. Como en el caso de Mercedes Mariño (1909-1995), gallega que mereció ser escuchada hace medio siglo, cuando aún tenía tanto que contar. Sobre su mudanza, siendo niña, de Monforte a Cuba. Sobre su infancia entre la diáspora gallega y la cultura americana. Sobre su fulgurante carrera como actriz, cantante y bailarina, o sobre sus últimos años, sola en un psiquiátrico compostelano, sin que nadie creyera lo que contaba.
Por suerte, su historia no se perdió del todo. En 2017, el investigador Xosé Enrique Acuña publicó 'Estrela e eclipse de Mercedes Mariño', el primer estudio sobre ella. Y ahora, el Consello da Cultura Galega acaba de incorporarla a su Álbum de Galicia, con un texto firmado por la periodista Montse Fajardo, quien describe con claridad por qué su memoria quedó sepultada: la pugna por hacerse valer como mujer en sus círculos profesionales, el estigma social de la enfermedad mental que padeció, y, como guinda, un ideario marcadamente republicano y feminista, incómodo, que le granjeó enemistades.
Nacida el 10 de mayo de 1909, Mercedes perdió a su padre siendo niña y emigró poco después a Cuba con su madre y hermanas, gracias al apoyo de su hermano, que había cruzado el Atlántico como polizón. Allí creció vinculada al tejido asociativo gallego, que le inculcó un fuerte sentimiento de pertenencia. «Aunque dejó Galicia con solo cinco años, nunca olvidó sus orígenes», apunta Fajardo.
Desde muy joven cultivó las artes. Con 17 años ya actuaba en el Teatro Nacional y en 1928 protagonizó una gira internacional que la convirtió en la primera gallega con papeles en Nueva York, con tres compañías distintas. Según Acuña, participó en obras de gran impacto como 'Los cuatro jinetes del Apocalipsis' o 'Electra'. En 1929 coprotagonizó su primera película, 'El veneno de un beso', y debutó en la radio 2MG, donde también cantó 'Sueño chino', una pieza de foxtrot con ecos de jazz. Se convirtió así en pionera en ese estilo emergente, destaca el investigador, y participó también en varios seriales radiofónicos. Fajardo sitúa 1929 como el año de su «boom» artístico: «Triunfa con la música, triunfa en el teatro (...). Y era muy humilde, porque cantaba y actuaba en los grandes teatros, e igualmente volvía a los escenarios pequeños». El éxito no la alejó de la comunidad: representó comedias para la colectividad gallega y colaboró en campañas solidarias.
Décadas convulsas
En 1931, tras proclamarse la II República, regresa a España y se establece en Madrid. Debuta en una adaptación teatral de una novela de Pérez de Ayala que denuncia la corrupción de la orden religiosa de los Jesuitas y acaba censurada por los sectores conservadores, pero ella sigue compaginando teatro, música y radio. Se convierte en la primera actriz de la Compañía Dramática de Arte Moderno y, a nivel personal, se casa con Manuel García Leyra y tiene con él una hija, Olimpia. En este punto, su reconocimiento es tal que la revista 'Estampa' la incluye en una encuesta sobre los ministerios que las mujeres podrían liderar en la República, expresando un pensamiento feminista avanzado para la época. Como recoge Acuña en su obra, Mercedes escribió: «El mundo no estaría bien regido hasta que el gobierno lo formen hombres y mujeres, en igual proporción. Y, de haber mayoría en él, que esta fuese femenina. No hemos de tardar mucho en comprobar tan saludables resultados». pronosticaba. Ese debate, en todo caso, quedó truncado por el estallido de la Guerra Civil.
Su marido y su hermano combatieron por la República y ella, desde el Teatro del Pueblo, recitó poesía revolucionaria. Tras la victoria franquista, Mercedes quedó sola, con una hija a su cargo y en la precariedad. En 1946 regresó brevemente al cine con Abel Sánchez y se instaló en La Coruña, donde fundó la primera compañía teatral independiente dirigida por una gallega. Pero su pasado y sus ideas la condenaron al ostracismo.
Pasó sus últimos años entre la pobreza e ingresos psiquiátricos, hasta fallecer en Conxo en 1995. «Más de una vez repitió que había sido una estrella del panorama artístico mundial y más de una vez creyeron que deliraba. Lo que es difícil de creer hoy es que una biografía como la de ella quede tan desconocida«, apunta Fajardo, que lo resume así: »La importancia que alcanzó en el teatro, la canción y el cine es tan honda como el desconocimiento sobre su figura«. Pero gracias a investigaciones como la de Acuña, que ayudan a divulgar su historia, Mercedes nunca será olvidada del todo.
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