La Galicia que viene: más horas de sol, más calor y menos lluvias
El cambio climático no pasa de largo por una Comunidad que, aunque ajena a la última ola de calor, también sufre el calentamiento global. «Los inviernos ya no son los de hace cincuenta años, ahora empiezan más tarde y acaban antes»
Galicia
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Iniciar sesiónGalicia es verde y azul. La abraza el Atlántico y la riegan los frentes que, sobre todo de octubre a marzo, logran resbalar por encima de las altas presiones que suelen regir en el resto de la Península y le otorgan a la Comunidad una ... climatología propia. Siempre en cabeza del ránking de las regiones más lluviosas de Europa —Vigo es la ciudad más húmeda de España (con unos 1.800 litros por metro cuadrado al año en 2022) y Rois el municipio más lluvioso— aquí agua y carácter van de la mano. Galicia es, sin duda, una isla meteorológica en un país «que tiene todo, desde sequías a huracanes«. La afirmación parte de Alberto Martí, profesor de Geografía Física de la USC, que analiza para ABC el pasado, el presente y el futuro del tiempo en esta esquina atlántica.
Sabedor de que la memoria meteorológica es caprichosa, el experto echa mano de las series históricas para explicar lo que fue, lo que es, y lo que será. Porque, advierte de partida, Galicia no es una excepción al calentamiento global. Ni mucho menos. «No nos escapamos del cambio climático porque no somos diferentes al resto«, aunque las consecuencias de este calentamiento paulatino de la atmósfera lleguen aquí de una forma más tamizada. »La Península Ibérica tiene una gran meteodiversidad porque tiene una localización geográfica muy especial, está entre dos grandes continentes —africano y euroasiático— y la bañan el océano Atlántico y el mar Mediterráneo«, introduce Martí. Y se reafirma en que en España hay de todo en materia metereológica. Centrando el tiro en la Comunidad gallega, a lo largo de un mismo año es posible encontrarse con heladas, temporales, olas de calor e incluso noches tropicales. Todo cabe en una región donde la costa tiene un efecto regulador sobre las temperaturas, pero en la que las cosas ya no son lo que eran.
No es cosa de viejos
Los datos, tozudos, insisten en que en las últimas tres décadas el ascenso térmico en Galicia ha sido imparable, y eso tiene un reflejo diario en la vida de los gallegos. Los inviernos son más cortos y los veranos más largos. Además, y no es cosa de viejos, hace menos frío que a mediados de siglo y también se computan más días de calor extremo a lo largo del año. «En las últimas tres décadas, las temperaturas han aumentado más y más rápido de lo que se esperaba, así que esa memoria colectiva no está fallando«, expresa el profesor. En cuanto a las precipitaciones, aclara que no está tan claro el modelo porque hay mucha más variabilidad en la toma de datos. »Son más irregulares de un año a otro, hay inviernos más húmedos y otros más secos, con unos picos más marcados… Estas tendencias no son tan significativas como en el caso de las temperaturas, pese a que hay series que sí muestran cómo disminuyen las precipitaciones, pero sobre todo en verano y otoño. En el caso del invierno no se nota tanto«, concreta Martí, que sí anota diferencias notables entre la estación fría de ahora y la de hace medio siglo. »Los inviernos ahora son más cortos, llegan más tarde y se va más pronto, al tiempo que el verano se alarga. Ahora tenemos octubre con temperaturas propias del verano y ya en abril estamos con temperaturas propias de junio y eso va a ir ocurriendo con más frecuencia«, avanza.
En un escenario cambiante, cada vez serán más frecuentes los titulares que apuntan nuevos récords meteorológicos. Marcas que se fulminan año tras año, como las que dejó el 2022, que fue el más cálido y seco desde 1961. Además, y en el caso del pasado verano, fue el más caluroso desde que existen registros, con una anomalía de tres grados por encima de lo que sería esperable, una de las más altas de toda la Península Ibérica que refiere la ola de calor por encima de los 40 grados que buena parte de la Comunidad padeció durante una semana del mes de julio. Y de ella a un sistema convectivo de mesoescala que generó un área tormentosa del tamaño de Galicia y que descargó más de 6.000 rayos en cuestión de cuatro horas. En cuanto a las precipitaciones, icono de esta esquina atlántica, el volumen de lluvias fue un 7 por ciento menos de lo esperado, lo que dejó la descarga de agua media en los 1.201 litros por metro cuadrado. «Entre nosotros mismos comentamos que todo va más rápido de lo que se preveía», reconoce Martí sobre los registros que anualmente trastocan sus previsiones. «Las olas de calor tan intensas del pasado verano se esperaban para principios de la década de los 30 y se adelantaron al 2022», pone como ejemplo del ritmo frenético al que se calienta el planeta.
Previsión a mitad de siglo
Al margen, eso sí, del proceso de desertificación que afecta ya al 70 por ciento del territorio nacional y del que solo se libra la cornisa cantábrica, la Galicia que viene se contagiará cada día más del clima sureño. Aunque manteniéndose como puerta de entrada de borrascas y frentes durante el invierno, a mediados de siglo la estampa será mucho más cálida y estival. «Los termómetros subirán en toda la Comunidad, sobre todo en el interior, más alejado del Atlántico. Tendremos temperaturas más altas a lo largo de todo el año, episodios de calor y veranos más largo. Está claro que los viñedos y los cítricos se van a encontrar con un clima más propicio, porque heladas seguirá habiendo, pero cada vez menos. Además, habrá más horas de sol y menos precipitaciones«, predice el experto de la USC, sin pasar de largo por la afectación que esta evolución tendrá en sectores como el turismo o el agrícola. Los tiempos cambian.
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