cuarto singuante
Viajeros al tren
Galicia sigue siendo una de las cenicientas del transporte ferroviario: pocas frecuencias, altos precios y trenes que nunca son los más modernos
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Iniciar sesiónMi primer viaje hacia la libertad –como definíamos en los ochenta la aventura de ir a Madrid– tuvo como protagonista a Miguel Ríos. Un amigo y yo nos fuimos hasta allí, exclusivamente, para comprar un disco del cantante y regresar al día siguiente. Eran unas ... ocho horas de tren nocturno: sentados, gente fumando, bajando la ventanilla para respirar aire puro y olor a frenos… Y también estaba el revisor con la gorra, la empanada grasienta y el zarandeo por los pasillos, en fin, la juventud abriéndose paso más allá de la Canda y el Padornelo. Mi recuerdo era: un territorio inhóspito sugiriendo selva y personas desconocidas.
Pero todo eso ha cambiado. Si aquel joven entrase hoy en un tren se sentiría catapultado a un futuro lleno de formas redondeadas, plásticos y un paisaje pasando a 200 kilómetros por hora; modernas cápsulas donde te ponen la tele (que nadie ve) y pasan con un carrito ofreciéndote un tentempié de pago. Sin embargo, la realidad es otra. Lejos de ser idílica, se convierte en una ilusión truncada y un argumentario político que hace aguas por todas partes.
Galicia, por ejemplo, sigue siendo una de las cenicientas del transporte ferroviario: pocas frecuencias, altos precios y trenes que nunca son los más modernos, unido a los retrasos, las cancelaciones y los estropicios hace que aquel itinerario de antaño vuelva a mi mente con un punto de nostalgia.
Ahora tenemos una ensalada de siglas: Renfe, Adif, Ouigo, Alvia, Avant, Avlo Iryo, AVE, junto con interminables nombres de estaciones y el ruido de altavoces y megáfonos que suponen un reto a la paciencia y un verdadero manual de resistencia al barullo. Y además, todo es muy estrecho, oye. Yo me pregunto: ¿No se pueden hacer las estaciones un poquito más grandes para que la gente esté cómoda y, de paso, poner algunos bancos más para no tener que andar tirados por el suelo?
Parece ser que no. Los viajes y la modernidad colisionan con el confort. Ya ni siquiera oímos aquello de: ¡viajeros al tren! La magia se ha sustituido por un automatismo de soledad y andén que alimenta el deseo de llegar cuanto antes a nuestro destino. Todo sea por el progreso. Todo sea por seguir acumulando 'renfecitos' mientras apelamos a la Providencia para que 'renfe' se convierta en 'tenfe' y podamos tener algún margen de mejora. A ver si así.
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