cuatro singuante
Salud, dinero y hormigón
La realidad es tozuda, cambiante y arbitraria, y en eso nos parecemos mucho las personas y las ciudades
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Iniciar sesiónLas ciudades gallegas están entre los lugares más felices para vivir. Dicen los expertos que estudian el Índice Municipal de la Felicidad que para pertenecer a este selecto club hay que tener en cuenta aspectos como la seguridad, el empleo, la calidad del aire, ... el transporte y otros muchos, que integran lo que llamamos 'vida urbana'.
Y es que, las ciudades se nos parecen mucho. Al cuerpo humano, quiero decir. Tienen arterias y ramales; un aparato digestivo al que las directivas intestinales europeas le obligan a verter sus deshechos en lugares adecuados para su tratamiento, y también cuentan con 'pulmones verdes' y un corazón llamado centro. Hay ciudades que padecen neuropatías por las malas comunicaciones de sus barrios periféricos, y todas tienen un ciclo vital muy similar al nuestro: envejecen, evolucionan, se renuevan y si alguien les insemina la suficiente dosis de progreso vuelven a nacer luego de ser destruidas.
Fíjense si son iguales que nosotros que gritan con voz de claxon cuando sufren, explotan en colores cuando están de fiesta o se ralentizan si el virus del tráfico las ataca. Su querencia hacia lo humano es tal que engordan o adelgazan según la economía las alimente. Y si todo fluye y la cosa funciona desprenden felicidad, como nosotros.
De sus gobernantes no digo nada porque a las ciudades les ocurre lo que al cerebro: las decisiones no dependen de una sola neurona. Por muy buena voluntad que tenga nuestra mente, por ejemplo, no podrá reducir los niveles de transaminasas si el hígado no va bien. Y lo mismo le pasa a los juanetes: ninguno se ha curado con solo desearlo.
Si todo fuera tan fácil, los hospitales serían un patio de recreo y los políticos, complacientes gestores que resolverían al instante cualquier petición vecinal. Pero no es así, desengañémonos. Estas cosas no ocurren ni en el ser humano ni en el ser urbano porque la realidad es tozuda, cambiante y arbitraria, y en eso nos parecemos mucho las personas y las ciudades.
Sin embargo, debemos seguir buscando el bienestar. Los índices municipales de la felicidad están muy bien para motivarnos: cuanto más nos creamos felices más lo seremos y menos preocupaciones tendremos. Y de esta manera, la belleza, que siempre está en el interior (al margen de vísceras o alcantarillas) prevalecerá para que nos demos cuenta de que 'relativizar' es la palabra mágica del diccionario.
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