Por mucho cole que pagues

Pero da lo mismo. Como otros de su gremio, Pablo aplica la máxima de Goethe: «En busca de fortuna y de placeres, siempre atrás nos ladran», es decir, yo a lo mío y a los demás que les den. Me parece bien que cada uno opte por la oferta educativa que quiera, faltaría más. El problema está cuando quienes predican democracia, libertad y fraternidad, no opinan lo mismo si se les lleva la contraria. Entonces, todo eso se transforma en totalitarismo y derribo porque no piensas como ellos.

Y es que, por mucho cole que pagues, los valores más importantes que conocerán tus hijos (esto se les grabará a fuego) son los que les inculques en casa. El colegio es fundamental para adquirir conocimientos, sí, pero la principal labor de los profesores no es educar, sino formar y colaborar con los padres en la construcción ética, social y humanística de ese ser humano que va con mochila y lápices no a un aparcamiento de niños, sino a un lugar denominado colegio.

Bueno, pues, esto de rehuir lo público (repito, que cada cual escoja la opción que prefiera), al final, es un ejercicio de cinismo social galopante. Sobre todo, en personas que desde su relevancia mediática y su responsabilidad institucional defienden, por ejemplo, una sanidad universal y una educación pública de calidad. Son los que, cuando toca, se van a curar a clínicas privadas o mandan a sus hijos a internados británicos para que lo del inglés se solucione en un año.

Y, mientras tanto, los demás, a sostener el estado del bienestar. Convendrán conmigo que no basta solo con pagar por educar. Entre otras cosas, porque entrar en el mundo de los valores no consiste en ir a un espectáculo, sino en ser protagonista de él y dar ejemplo delante y detrás de los focos. Creo yo.