Cuarto Singuante
Bolsitas caninas
El reto de salir con tres bolsas a la calle en busca de los contenedores adecuados supone un plus de dedicación que para mucha gente es como empezar una dieta

Un hombre recoge del suelo los excrementos de su perro, se acerca a una papelera y en lugar de hacerle un nudo y tirar la bolsita, la abre y vierte los desechos en el cubo. Luego pliega cuidadosamente el envoltorio antes de guardarlo en el ... mango de la correa. Ocurrió esta semana. Creo que es un inmejorable ejemplo de reciclaje (o de cutrez) llevado al límite de la elasticidad comprensiva.
Desconozco si este señor hace eso todos los días o si es algo habitual en los paseadores de perros, yo diría que no, pero lo cierto es que ese gesto me lleva a reflexionar sobre lo complicado que es el mundo del reciclaje. Galicia cuenta con buenos ejemplos en tecnología medioambiental, entre ellos, el proyecto de la primera planta pública de reciclaje textil, que entrará en funcionamiento el año que viene en Sogama, si bien, a nivel individual tenemos esa asignatura pendiente.
Aún no hemos superado la intendencia que supone lo de los tres cubos en la cocina, y aunque así fuera, muchas veces, el reto de salir con tres bolsas a la calle en busca de los contenedores adecuados supone un plus de dedicación que para mucha gente es como empezar una dieta: al principio vas como una centella, pero al cabo de unos días la euforia mengua.
Sin embargo, debemos hacerlo. Hay que reciclar y dar ejemplo. Nunca tan sensibilizados hemos estado con estas cuestiones, a pesar de que los grandes países contaminadores sigan sin asistir a las cumbres climáticas. Allá ellos. Nosotros a nuestras buenas prácticas domésticas porque, al menos, sacamos en limpio la satisfacción del trabajo bien hecho. Una vida tranquila, sin remordimientos medioambientales, no tiene comparación.
Imagínate: llegas a casa con el perro, te sientas en el sofá y piensas en el bien que has hecho tirando las cacas al cubo de basura, mientras tu bolsita reciclada espera dentro de la correa en el perchero hasta la próxima ocasión de salir al parque. Si tienes cuidado, quizás te dé para cuatro o cinco deposiciones más. Y es que hacer las cosas bien refuerza la confianza, te llena el pecho de oxígeno y pone en tus labios una sonrisa complaciente. Me hubiese gustado preguntarle al señor del perro cómo se sentía, pero no me atreví. Todos nos merecemos una segunda oportunidad, me diría, incluso ellas, las bolsitas caninas.
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