Cuarto Singuante
Se alquila piso
Aquí no vale el «sálvese quien pueda» o «que cada palo aguante su vela»
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Iniciar sesiónLa cola de estudiantes a las puertas de una inmobiliaria en Santiago me recordó, salvando las distancias, a las colas del hambre de la posguerra o las que protagonizan en muchas ciudades personas sin recursos. A fin de cuentas, en ambos casos se trata ... de cubrir necesidades básicas que la sociedad tiene la obligación de proveer. Aquí no vale el «sálvese quien pueda» o «que cada palo aguante su vela». Si aplicásemos esta máxima a la convivencia acabaríamos por pedirle a John Wayne su cartuchera y saldríamos a la calle al dictado del instinto. Y eso es inaceptable.
También es inaceptable, hablando de pisos, que algunos a los que les sobran recursos y les falta ética colmen sus bajos instintos poniendo a sus amigas a calentar la cama mientras la renta se la pagamos con nuestros impuestos.
Por supuesto, presunción de inocencia, pero estaría bien hacer una encuesta a pie de calle y preguntarles a esos estudiantes que se han pasado la noche esperando por un alojamiento qué opinan de todo esto. En mi época universitaria, la mayoría íbamos de pensión y ¡bendito era!, pero ahora, con el virus de los pisos turísticos, los jóvenes ya no tienen ni esa opción.
Si decimos la palabra «mantenida» quizás suene mal. El diccionario la define como «mujer que vive a expensas de su amante». Pero les digo una cosa: si a ellas no les importa, a mí tampoco.
Lo bueno de estas tramas de corrupción, llenas de casposos al más puro estilo Torrente Presidente, es que enardecen el honor ciudadano. Unen. Permiten que la población coincida en el mismo diagnóstico y se abrigue con la misma bandera, como cuando España gana un Mundial.
En este caso, la bandera que abrazamos es la de la dignidad. La gente, en su acepción más normal, es respetuosa, solidaria y se sacrifica por sacar adelante su vida y su familia. Es la gente que apoya a los jóvenes que hacen cola a la puerta de una inmobiliaria; empatiza con ellos y con su injusticia social, mientras los otros, los del pisito y sus amantes, se excusan diciendo que el mundo conspira contra ellos y se sienten incomprendidos. Yo los pondría al final de la cola, pero bien atrás, para que nos pierdan de vista y no estorben a las personas que buscan su oportunidad en la vida sin colarse, esperando su turno, como debe ser.
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