Francisco Fernández del Riego, historia de un «optimista radical»
El que será homenajeado en el Día das Letras Galegas este año fue uno de los mayores divulgadores de la cultura gallega y, entre otras cosas, fundador de la editorial Galaxia
Santiago
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Iniciar sesiónEl que será homenajeado en el Día das Letras Galegas este año, Francisco Fernández de Riego, tenía un último deseo, humilde: morir con un puro en la boca y en la Fundación Penzol, que presidiría hasta poco antes de fallecer en 2010. Aquella fundación, ... ahora una de las bibliotecas más importantes de Galicia, aclara su biógrafa, Malores Villanueva, fue «su casa, su hogar, siempre decía que no había que apegarse a los cargos», pero gestionó la Penzol casi hasta sus últimos días. Con el resto, sí se ciñó a sus palabras. Se apartó de la Editorial Galaxia, que él mismo fundó en los 50 y se convertiría en referencia de la literatura gallega; y también lo hizo de la RAG, después de presidirla desde el 1997 y «renovarla» por completo.
Pero no empecemos por el final. La vida de Francisco Fernández del Riego no fue un camino de rosas, precisamente. Siempre muy vinculado al activismo universitario y al movimiento galleguista apadrinado por Alexandre Bóveda y Castelao, su vida se comenzó a truncar con el levantamiento militar del 1936. No se exilia, como otros de sus colegas, pero en un principio trata de no acudir al llamamiento a filas de parte de los golpistas. Él sentía «que esa guerra no era la suya, mucho menos ese bando», pero al final, si no se iba al frente, le esperaría la muerte. Ya habían sido asesinados Bóveda y Ánxel Casal, «se estaba jugando la vida», por lo que finalmente cede. En palabras de su biógrafa, que acaba de publicar el libro 'Francisco Fernández del Riego, un loitador pola idea de Galicia' (en la editorial que él mismo comenzó), del Riego «vivió aquellos años con mucha tristeza». Y escribe un 'Diario de guerra' en el que «apenas cuenta batallas militares, aunque estuvo en primera línea, pero es todo tristeza, silencio». Para él aquellos días eran «todos iguales», y la única forma de evadirse de aquel horrible conflicto en el que «no creía» era a través de la literatura. De hecho, él, técnicamente, estaba en el bando ganador, pero «fue uno de los perdedores», explica Villanueva en conversación con este diario. Y recuerda que en sus conversaciones que tuvo con del Riego «no quería hablar mucho de esa época».
Desde entonces, su vida cambió. En Santiago de Compostela lo señalaban debido a su posicionamiento político, y perdió su empleo en la Universidad como profesor de Derecho. Por eso tuvo que mudarse a Vigo a trabajar en el despacho de Valentín Paz Andrade. A pesar todas estas circunstancias, «él se definió siempre como un optimista radical». «Era un hombre vitalista, de un esfuerzo tremendo», lo recuerda la también profesora de la USC. Unas características que trasladó a su forma de proceder y trabajar, «por eso hizo todo lo que hizo».
Defensor de la cultura
Además de autor, Del Riego fue sobre todo un estudioso de la literatura gallega. Un divulgador comprometido con el arte escrito de Galicia que se propuso la misión de que este se conservara en el tiempo. Una vez había hecho llegar un ejemplar de 'Os vellos non deben namorarse', de Castelao, a un joven Uxío Novoneyra, que le responde por carta que quién era ese hombre que conocía tan bien al pueblo gallego. Del Riego no se podía permitir que la figura de uno de los mayores representantes de la literatura y cultura gallega no fuera conocido por la juventud, y ese sentimiento fue uno de los que nació Galaxia. «Fue el gran proyecto cultural» de Galicia, porque «aglutinó todo el galleguismo dispersado en el territorio» después de la victoria del bando sublevado. Y la biógrafa asegura que, por ejemplo, «no existiría hoy en día la obra de Cunqueiro sin del Riego», sobre todo después de su etapa en Madrid trabajando, de hecho, en ABC.
Fernández del Riego tuvo que «rehacerse varias veces», y en una de ellas adaptar sus escritos. «Durante la República sus textos eran más bien políticos«, pero tras la Guerra Civil se recompone y centra su producción en la cultura gallega. «Pone su pluma al servicio de la literatura» de Galicia, sobre todo después del 36, apunta Villanueva.
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