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Carpetazo al crimen de Déborah Fernández: «Esto es un sinsentido, pero yo voy a seguir buscando ese Talón de Aquiles hasta que me muera»
Veintiún años después de la muerte de la joven viguesa, la familia pide el sobreseimiento del caso. Tiran la toalla hastiados por «el maltrato de la Justicia, del Estado español y del Estado de derecho»
El crimen prescribió a los veinte años, pero su exnovio sigue estando investigando y esta condición se mantendrá hasta el año 2042
Caso Déborah: una investigación plagada de negligencias
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Iniciar sesiónNi los buenos ganan siempre, ni la justicia llega a todos. Veintiún años después de que la joven viguesa Déborah Fernández desapareciese mientras hacía deporte por la playa, su familia ha tirado la toalla. Literalmente. No hay fuerzas para más. «Nos damos ... por vencidos» manifestó su abogado al anunciar que han solicitado el sobreseimiento provisional del caso ante el «maltrato» de la justicia, del Estado español y del Estado de derecho. Su lamento no es nuevo. Los padres y los hermanos de la joven -que apareció muerta en una cuneta diez días después de su desaparición, desnuda pero cubierta estratégicamente con unas hojas- llevan años denunciando las negligencias en la instrucción de un caso que dos décadas después no ha llegado a buen puerto. Ni siquiera a juicio, pese a que durante años una persona, el exnovio de la víctima, ha estado en el punto de mira policial.
«Es difícil derribar muros con bolas de papel, por muchas que tiremos» dibujó el letrado Ignacio Amoedo para trasladar el dolor mantenido en el tiempo de una familia. Su lucha, se quejan, ha sido en balde. El dinero invertido, las horas, las pesquisas y el sufrimiento, dicen, gratuito. «¿Para qué mantener como investigada a persona alguna?¿Para qué seguir haciendo sufrir a una familia? ¿Para qué seguir practicando pruebas? lanzó al aire su portavoz, hastiado de una lucha judicial en la que nunca han encontrado respaldo.
En el caso Déborah los errores se encadenaron desde el primer momento. Y de esos polvos, estos lodos. Según la acusación denunció en innumerables ocasiones, los primeros investigadores en tomar los mandos del caso pasaron por alto detalles claves. Cuando un testigo señaló que del coche de la expareja de Déborah salía un extraño olor a podrido que impregnó el aparcamiento en el que estaba depositado, antes incluso de la aparición del cuerpo, un policía se acercó a inspeccionarlo pero no llegó a abrirlo. Su dueño le dijo que llevaba varias cajas de langostinos dentro y la explicación se dio por válida. Ni siquiera se le tomó declaración al hombre del parking. También pasó tiempo hasta que se descartó la hipótesis de la muerte natural, que sobrevoló las pesquisas durante años. En el interior del cuerpo de Déborah alguien había depositado de forma artificial un semen que no coincidía con nadie, había lavado el cuerpo, lo habían mantenido frío y seco durante días y después y lo habían trasladado 40 kilómetros desde el punto en el que fue vista por última vez. Pero aún así hizo falta un segundo informe forense, a costa de la familia, que confirmase las causas homicidas de la muerte.
El cuerpo de la joven, después de una batalla judicial, se exhumó en 2021. Encontraron fibras y pelos en las uñas que no habían sido localizados en una primera autopsia y también se confirmó que fue asfixiada. La instrucción se enfrentaba a una muerte criminal, y los flecos sueltos eran muchos. El ordenador de mesa de la muchacha, que guardaba sus conversaciones en los chats de la época, estuvo olvidado durante años en un almacén. Cuando un equipo de profesionales pagado por la familia logró inspeccionarlo descubrieron que había sido manipulado por un especialista, estando bajo custodia policial, lo que hizo que el motor de arranque se incendiase.
Tampoco se extrajo información del teléfono móvil de la víctima, un dispositivo muy básico, de principios de los 2000, que se perdió en 2002 y que no apareció hasta el pasado año durante unas reformas en una comisaría madrileña. Estaba acompañado de un «legajo» con fotos y vídeos del expediente de la muerte, arrumbado en un almacén sin que nadie pudiese explicar cómo llegó allí y sin saber dónde había depositada la tarjeta SIM, que nunca más apareció. Los errores, prosigue la familia, son de calado y llevaron a un cierre provisional de las pesquisas en 2010, ante la falta de indicios.
El caso se reabrió, no sin pocos esfuerzos, nueve años después. Siete jueces, tres fiscales y ocho equipos policiales pasaron por él. Los padres y la prima de la joven, última persona en verla aquella tarde, no fueron llamados a declarar hasta años después, algo «inaudito» en una investigación por una muerte violenta. Del mismo modo, los familiares llevan años lamentando que la coartada del principal sospechoso, investigado en el caso, no se estudiase en profundidad. Esta persona mantuvo que ese día no había visto a Déborah y que a la hora en la que ella desapareció él estaba jugando un partido de fútbol, al que siguió una cena con sus amigos. Sin embargo, los recuerdos que su círculo tiene de aquella noche son vagos y contradictorios.
El día de los hechos
El entorno de Déborah, por su parte, recalcó que llevaba días atormentada, algo la preocupaba y su madre definió su estado el día previo a la desaparición como de «tristona». Todos sabían de la relación con un chico mayor que ella, que se dedicaba a la pesca del langostino en Argentina y que quiso encerrarse solo en la habitación de la muchacha cuando ella faltó. La acusación siempre ha sospechado que ese día Déborah tenía una cita porque fue a la peluquería y a depilarse. Al menos dos personas confirmaron que les contó que «venía su novio». A mediodía, además, los dos hablaron por teléfono durante 30 segundos. Hizo deporte con su prima, pero en un punto dado se despidieron. Se cree que alguien se cruzó con ella en la zona de Alcabre, cuando solo le faltaban unos pocos metros para llegar a su casa, sobre las 20:45 horas.
En este momento, la declaración del exnovio es determinante. Él asegura que comió con unos amigos (sus padres dicen que comió con ellos) y que después fue al gimnasio y a jugar un partido fútbol. Al encuentro llegó tarde porque, sostuvo, se había olvidado el reloj en casa y volvió a recogerlo. El camino que hizo coincide con el que realizó Déborah, en el mismo margen horario. Varios jugadores suscriben que llegó tarde, con el encuentro ya empezado. Sobre la hora de la cena, dice que volvió a casa a ducharse y que habló con sus padres, declaración contraria a la de sus progenitores, que no lo vuelven a situar en la vivienda hasta la 1 de la mañana. Poco después de aparecer el cadáver de su expareja, el hombre volvió a Argentina, país en el que recibió una petición policial que desoyó.
Muy crítico con el papel de la Fiscalía en el caso, el abogado de los Fernández asumió ante los medios este viernes que «nos oponemos a la prórroga de la instrucción y, si se entiende que no hay elementos para abrir el procedimiento de jurado que se proceda al sobreseimiento provisional de la causa. Lo cual no quiere decir que no se seguirá trabajando, que con la causa cerrada se seguirá trabajando para intentar saber qué pasó con Déborah Fernández. Esto no es un adiós, es un hasta luego«, deseó.
La intervención de la familia la cerró la madre de la fallecida. Para ella, la justicia «no los ampara» y no ampara a Déborah. «No podemos consentir que la instrucción convierta en una burla su memoria. No podemos permitir que maten también su dignidad. Hasta aquí decidimos llegar en el ámbito de la instrucción«. En declaraciones a ABC, la hermana de la fallecida, Rosa, mantuvo la esperanza. »Mientras la justicia siga negando que a mi hermana la mataron, ¿qué sentido tiene? Es todo un sinsentido, pero yo voy a seguir buscando ese talón de Aquiles hasta que me muera«, prometió. El caso queda archivado, pero de aparecer nuevos indicios contra el único investigado, hay tiempo para reabrirlo. Su imputación no prescribirá hasta el año2042.
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