La drónica se profesionaliza para expandirse a más industrias
La demanda de perfiles y su uso cada vez más variado llega a la oferta formativa universitaria
Ejemplos de cómo reinventarse en la España vaciada

Aunque todavía son desconocidos o exóticos para parte de la población, la huella de los drones se extiende rápidamente por cada vez más ámbitos de la actividad económica. Detrás de los planos aéreos de series o películas, en las guerras modernas, en las ... inspecciones más delicadas de industrias e infraestructuras e incluso en catástrofes como la DANA de Valencia, los drones se abren paso ofreciendo nuevas posibilidades y requiriendo de una profesionalización por parte de las empresas, lo que a su vez desemboca en nuevas oportunidades formativas y laborales.
«La drónica se ha ido capilarizando en todos los sectores de una manera constante, irreversible y creciente, porque cada vez tiene más usos. Han sido las propias empresas las que nos han ido demandando un perfil profesional, de alta capacitación», señala Francisco Álvarez Serrano, CEO de Aerocámaras, empresa especializada en la formación en este ámbito que ofrece también inspecciones técnicas con drones y asistencia legal para su uso desde Lalín (Pontevedra).
Una formación con un componente eminentemente práctico, que incluye pruebas en campos de vuelo y en escenarios reales, a través de módulos que también puede cursarse desde el ámbito universitario, con la creación del título Piloto Máster UAS de la Universidad a Distancia de Madrid (Udima) en colaboración con Aerocámaras.
La demanda de estos perfiles se puede apreciar también en la fabricación de drones específicos para ciertas actividades económicas, más allá de su uso particular. Una especialización que permite, por ejemplo, inspeccionar las turbinas de un aerogenerador eólico o los tanques en los que se almacena el crudo del petróleo sin que ello implique exponer a trabajadores a los riesgos que acarrea trabajar en estas circunstancias. «Se puede hacer más rápido, de manera más segura, más precisa y muchísimo más económica», añade Álvarez.
Otra actividad clave donde está probada su efectividad es en la agricultura, donde cuenta con una «utilidad doble», como explica el CEO de Aerocámaras. Además de obtener y gestionar información rápidamente para la toma de decisiones, permiten gestionar los recursos que se emplean para esta actividad de forma «centimétrica», como en el caso del riego, la aplicación de abonos y productos fitosanitarios o para la propia siembra. Como si de «tractores voladores» se tratase.
Tecnología y legislación
Pero, a pesar del crecimiento exponencial y su innovación, la aplicación de los drones para usos más sensibles, como el transporte urbano, naval o su uso en la sanidad requiere también de una legislación sólida, que como en otras tecnologías disruptivas, suele quedarse rezagada ante su evolución. Algo que se da también en campos como la IA en Europa, por lo que todavía habrá que esperar para ver en nuestro país repartidores a domicilio autómatas o modelos como los que prueban ya en China, capaces de transportar a personas sin piloto físico, los 'coches voladores' presentes, hasta la fecha, solo en la ciencia ficción. Una decisión en aras de la «seguridad», indica Álvarez, que se muestra optimista en este aspecto: «La tecnología va a ayudar a la legislación».
Desde Aerocámaras trabajan en el proyecto europeo U-space, donde se desarrolla el marco normativo para el acceso seguro, y eficiente del espacio aéreo para el uso de los drones. El objetivo, indica Álvarez, es contar con un entorno virtual que permita controlar el tráfico de estos elementos, en el que participan actores de la esfera pública y privada. «Y de tal manera que en tiempo real puedas tener la noción de quién está volando, en dónde, haciendo qué. Algo parecido a lo que hay en el ámbito naval y en la aeronáutica profesional», añade el CEO de Aerocámaras.
En definitiva, «los drones han llegado para quedarse», así lo demuestran datos como que el volumen de mercado para los drones se ha «multiplicado por cuatro» en la última década, a un ritmo del 20% por año aproximadamente, lo que permite «acercarse a esta tecnología con planteamiento económico solvente», permitiendo que se introduzcan en cada vez más sectores.
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