Diario íntimo de una orquesta «on the road»
El blog de las giras de la OSG recoge los detalles de su última y exitosa salida por Cataluña y Madrid, la primera con su nuevo director titular al frente. ABC recoge una selección de esos textos
La Sinfónica de Galicia, entre lo urgente y lo importante

Era «increíble», «un prodigio», «joven pero con mucha sabiduría», tenía «un futuro prodigioso». Hace poco más de treinta años la Orquesta Sinfónica de Galicia (OSG) y su entonces director titular Víctor Pablo Pérez ponía a sus pies a los grandes papas de la crítica ... musical tras los tres conciertos con los que el conjunto orquestal gallego se presentaba a nivel nacional con su primera gira con conciertos en Madrid, Barcelona y Valencia.
Algo más de treinta años más tarde ese «prodigio» de orquesta ha vuelto a Madrid y Barcelona para demostrar una vez más que aquel «brillante futuro» no fue un lirio —lo que viene siendo «flor de un día»— y que, tras treinta y tres conciertos en Madrid, ofreció su actuación número 35 en el Auditorio Nacional el 6 de mayo, tras visitar Gerona y el Auditorio de Barcelona en su primera gira de conciertos con su nuevo titular, Roberto González-Monjas, al frente.
¿Pero de qué hablamos cuando decimos que la OSG vuelve a casa? ¿Es la OSG la misma de hace treinta años? Pues sí y no. Hay una famosa paradoja filosófica relatada por Plutarco que habla del barco en el que Teseo regresó a Atenas desde Creta. Los atenienses conservaron aquel barco durante siglos, reparando y cambiando las piezas por otras nuevas para mantenerlo intacto. El caso es que la cuestión radica en resolver si, después de los cambios, sigue siendo el barco de Teseo…
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No es que este barco de Teseo conserve muchas de las piezas originales, es que en realidad la Sinfónica es una forma de entender la música y de hacer las cosas y eso, aunque no deja de mejorar, le permite seguir manteniendo la proa del barco en el mismo rumbo.
4 de mayo: el maestro
Cualquier comunicador especializado estaría encantado de explicar al mundo, de una vez por todas, para qué sirve un director de orquesta. Pero esta siempre ha sido una tarea condenada al fracaso. Y no precisamente porque el maestro sea un elemento puramente ornamental como, por otra parte, casi toda la humanidad piensa. El director de orquesta es como el observador encargado de interactuar con el sistema, que en el caso que nos ocupa es una partitura musical en superposición con todos sus estados posibles. Si los valores de las partículas son indeterminados hasta que se miden, así ocurre también con los valores del 'forte', el 'piano', el 'tempo', el 'crescendo', el 'legato', etc., hasta que el director y los intérpretes le asignan un valor. Ese valor es único para cada interacción y para cada momento.
¿Y quieres saber cómo acaba de pulir Roberto González-Monjas los atributos de la obra en el ensayo previo al primer concierto de esta gira en Girona? Pues lo hace con mucha energía pero con extremo cuidado. Cuando se pone al frente de la orquesta parece que un enorme flujo de electrones recorre la escena. Focaliza el trabajo en aquellos pasajes donde hay que moldear atributos más complejos.
En varios momentos del ensayo el maestro desciende del escenario y se planta en un extremo de la sala para comprobar cuál es el sonido que llega de toda la orquesta. En uno de esos momentos suena el solo de corno inglés del 'Largo' de la 'Sinfonía del Nuevo Mundo', ese leve soplo de nostalgia que cuando pasa te acaricia el alma. Roberto sube las escaleras del patio de butacas y dice muy bajito a alguien que escucha «¡qué música tan bonita!».
5 de mayo: el solista
Hay muchas maneras de interpretar el 'Concierto para piano n. 1' de Chopin, es de suponer que casi tantas como intérpretes, pero se pueden clasificar todas en dos únicos grandes grupos: aquellas que te desplazan de tu vida terrena, y las que te matan a pastelazos en la cara. Afortunadamente Jan Lisiecki y Roberto González-Monjas transitan la vida ultraterrena que se esconde entre estos pentagramas. Verlos y escucharlos en el ensayo es lo más cerca que estarás nunca de la magia. Lisiecki recorre con sus manos el teclado como si en lugar de con dedos lo hiciese con plumas haciendo que las melodías adquieran la maleabilidad y sutileza del agua cristalina y pura para hacerte olvidar que el piano es, en realidad, un instrumento de percusión.
Roberto y Jan se intercambian fugaces miradas cómplices aquí y allá, como dos chiquillos compartiendo algún secreto. Ambos viven la música como si hubiesen crecido juntos en el mismo barrio: en los pasajes más sutiles y delicados, acercándose ya a una transición de esto a aquello que se difumina y extingue, los dos comparten un mismo gesto y desvían la mirada del teclado o de la orquesta, como si no quisieran evitar que los ojos interrumpan lo que parece nacer y crecer de la mismísima nada.
7 de mayo: el retorno
Quizá estábamos equivocados y con el concierto del 6 de mayo, nuestro concierto treinta y cinco en el Auditorio Nacional, llegue por fin el momento de pensar si, en realidad, estamos equivocados. Porque tal vez la OSG no necesite unas condiciones de trabajo adecuadas y que debamos aceptar con normalidad que cuando inaugure salas como el Auditorio de Barcelona (en 1999) o el remozado Teatro Real de Madrid (en 1998) se encuentre más cómoda en ellos que en su propia casa.
Quizá no merezca una gestión eficaz, ni unas mejores condiciones de viaje, porque ya es momento de pensar si no será verdad que la OSG está en todo equivocada como también lo habrían estado Bernstein, Karajan, Giulini o Toscanini, que entregaron sus vidas a una causa totalmente errada. Tal vez deberíamos reconocer que necesitamos menos Mozart y más influencers de la gastronomía, mejores abogados y nuevos chupatintas porque lo que de verdad nos sobran son las catedrales y el Museo del Prado.
Sí, tal vez sea hora de reconocer que estábamos equivocados. Pero es que luego llega el concierto y todas las dudas se nos pasan. No se puede explicar, simplemente sucede y cada integrante de la OSG se entrega a ella como si el de Madrid fuese el último concierto del fin de los tiempos. Y cuando el público rompe en alaridos de entusiasmo y se pone en pie pienso que, pese a que todos nosotros podamos estar equivocados, seguiremos en la carretera mientras nos duren las ruedas.
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