RADIOGRAFÍA DE UN ASESINATO
El crimen de Samuel Luiz: una mecha homófoba y una violencia gratuita desatada
Tras la condena de seis jóvenes por la muerte del enfermero coruñés, la fiscal y el jefe policial de la investigación analizan con ABC los detalles del caso
Su radiografía de un ataque «cobarde y cruel»: lo precipitó el odio a los gais y lo consumó una manada «por diversión»
Los asesinos de Samuel Luiz buscan aligerar sus condenas
Santiago
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Iniciar sesiónEl azar quiso que ambos estuvieran de guardia ese fin de semana. «Me avisaron y nos trasladamos de inmediato al lugar», explica Carlos Temprano, el jefe del grupo contra la delincuencia organizada de la Policía Nacional en La Coruña. «Mi teléfono empezó a arder», recuerda ... Olga Serrano, la fiscal delegada para delitos de odio en la provincia. Con la condena a seis de los siete investigados por un asesinato con alevosía sobre la mesa, los responsables de la investigación y de la acusación pública en el caso Samuel Luiz radiografían para ABC, en una charla por separado, un crimen que en el verano de 2021 conmocionó a toda España.
Conviene resumir en cuatro trazos los hechos que dio por probados el jurado y su traducción en condenas. Sucedió la madrugada del 2 al 3 de julio de 2021 en el paseo marítimo de La Coruña cercano a Riazor. Diego Montaña creyó que Samuel y una amiga, a quienes no conocían de nada, le estaban grabando con el móvil. Y aunque Samuel le aclaró al instante que hacían una videollamada, Diego no atendió a razones y se abalanzó sobre él tras una amenaza de muerte con tintes homófobos: «Deja de grabar, a ver si te voy a matar, maricón».
«Este gusto por la violencia gratuita hace este crimen todavía más terrible»
Olga Serrano
Fiscal
La homofobia encendió la mecha y la violencia gratuita consumó el crimen. Alejandro Freire, alias 'Llumba'; Kaio Amaral Silva, Alejandro Míguez y otros dos jóvenes que eran menores de edad en el momento de los hechos se sumaron a la agresión sin saber ni siquiera por qué su amigo Diego la había iniciado. Fue una paliza salvaje, de más de tres minutos, que dejó en estado crítico a la víctima. Samuel, un enfermero de 24 años que había salido de fiesta sin meterse con nadie, murió a las pocas horas en el hospital. El jurado consideró probada la responsabilidad de cuatro de los cinco jóvenes que se sentaron en el banquillo de la Audiencia Provincial de La Coruña. Se libró Catherine Silva, entonces novia de Diego. El jurado no vio razones para implicarla en el crimen.
La magistrada presidenta del tribunal tradujo ese veredicto a penas: 24 años de cárcel para Diego y 20 años de prisión tanto para Llumba como para Kaio Amaral, en el caso de éste último, porque al asesinato se añade el delito de robo con violencia del móvil de Samuel. A Alejandro Míguez le impuso diez años de prisión como cómplice del crimen cometido por su colegas. Los otros dos implicados, los que entonces eran menores, ya habían sido condenados en un proceso judicial al margen a tres años y medio de internamiento.
Recursos de las defensas
Estos días, las defensas de los cuatro condenados han recurrido en apelación ante la Audiencia Provincial para tratar de aligerar las penas y librar a sus clientes de varios lustros entre rejas. En la otra orilla, ni la acusación particular, que representa a la familia de la víctima, ni la acusación popular, que ejerce la asociación Alas, han querido jugar la carta del recurso, pese a que la sentencia no colmó todas sus expectativas. Tampoco la Fiscalía. Por varias razones. Una, que «la sentencia está perfectamente argumentada y tiene un armazón jurídico muy bueno» tras un veredicto del jurado «muy razonado», reflexiona Serrano. Y en segundo lugar, por las consecuencias que implicaría un recurso: «La forma de contraatacar sería decir que la decisión del jurado fue arbitraria. Pero eso, además de la dificultad para prosperar, llevaría a la nulildad del juicio y a empezar de cero». Y algo más: implicaría dejar en libertad a Diego, Llumba y Kaio, que esperan en prisión preventiva a que se ejecute la sentencia.
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El chat de uno de los acusados del caso Samuel
Patricia Abet
En todo caso, la fiscal sigue convencida de que Catherine participó en el crimen, no agrediendo a Samuel, sino intentando que la amiga que estaba con él no pudiera socorrerle: «Sigo pensando lo mismo, por eso lo mantuve en mis conclusiones definitivas». En cuanto a la rebaja de Alejandro Míguez de la categoría de coautor a cómplice, Serrano se da por satisfecha: «Creo que ha sido una buena condena».
El jefe de la investigación comparte que la sentencia «está muy bien fundamentada». Y Temprano cree, además, que «pone en valor» el exhaustivo trabajo de la Policía para identificar a los agresores y reunir suficiente carga probatoria con la que llevarlos a juicio. Pero se alegra, especialmente, por los padres de la víctima, «por el grado de cumplimiento de las expectativas que la familia de Samuel tenía depositadas en la investigación policial».
«Cualquiera de nosotros, o de nuestros hijos, podía estar en el sitio de Samuel»
Carlos Temprano
Jefe de la investigación
No fue fácil. La carrera por poner cara a los autores de la muerte de Samuel arrancó aquella misma madrugada. Desplazados a la zona, tomaron declaración a los primeros testigos, y pronto empezaron a recabar grabaciones de las cámaras de la zona. La de tráfico de la plaza Portugal fue fundamental porque recoge el inicio de la agresión, sobre todo después de que una empresa consiguiera mejorar su nitidez. Pero también las del pub Andén, al que habían acudido tanto la víctima como la mayoría de agresores: «Lo más laborioso fue visionar una y otra vez el vídeo de la cámara de tráfico mejorada para ponerle nombre a cada persona, a través de los testigos y de las ropas que portaban, comparándolas en algún caso con las que llevaban en el pub antes de los hechos».
Medio centenar de testigos desfilaron por la comisaría los días posteriores. Entre ellos Ibrahima y Magatte, dos jóvenes senegaleses que pasaban por allí e intentaron ayudar a Samuel: «Sus declaraciones nos permitieron establecer la secuencia de hechos desde que intervinieron –Samuel ya estaba en el suelo–, así como la brutalidad de la agresión», dice la fiscal. «Fueron muy valientes», certifica el policía.
Pero en aquellos primeros compases también declararon como testigos algunos de los que luego fueron detenidos. Kaio se presentó para defenderse porque su nombre circulaba por las redes sociales, y delató a Diego y a Llumba, entre otros. También éste acudió a comisaría al sospechar que Kaio lo incriminaba.Las delaciones ayudaron a que las detenciones cayeran en cascada. Menos la de Alejandro Míguez, que se retrasó unas semanas.
Así fue, en síntesis, la investigación de un crimen que la fiscal siempre tuvo claro que conjugaba homofobia y violencia gratuita. La animadversión hacia la orientación sexual que Diego atribuyó a la víctima encendió la mecha, por eso sólo a él se le aplicó ese agravante, sustentado también en otras expresiones homófobas tras el crimen. Pero «el gusto por la violencia» de sus amigos culminó el asesinato. Lo mataron «por diversión», dijo la fiscal en el juicio. «Toda la prueba apunta a que el único móvil posible, excepto en el caso de Diego, era ese gusto por la violencia», añade a ABC. «Un crimen cobarde y cruel, cualquiera de nosotros o de nuestros hijos podría estar en el sitio de Samuel», certifica el policía.
Serrano y Temprano no podían imaginar que ese fin de semana que estaban de guardia se iba a producir el crimen «más inhumano y atroz» al que se han enfrentado. Y llaman a reflexionar sobre la violencia gratuita. «Matar a alguien por su orientación sexual es terrible, pero ese gusto por la violencia lo hace todavía más cruel».
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