Alicia Orriols declara la guerra al suicidio con su libro: «Si no lo hablamos, fingimos que no existe»
Veinticuatro años después de su intento por quitarse la vida, la periodista escribe de soledad, esperanza y superación de tabúes
SANTIAGO
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Iniciar sesiónLos pensamientos más incómodos, las verdades en las que más duele reparar, suelen esquivarse. Y la aprensión generalizada a hablar de algo puede volverse peligrosa; inducir a que quien sufre se vea solo y que quien lo presencia mantenga las distancias. La periodista Alicia Orriols ... estrena libro hablando sin tapujos sobre su intento por quitarse la vida, con veintiún años, tras haber sido víctima de abuso sexual por parte de un superior cuando realizaba las prácticas de la carrera y no haber encontrado el apoyo que necesitaba. Un cuarto de siglo en el que no ha dejado de luchar más tarde, su historia y otras cinco, recopiladas en entrevistas, ven la luz en 'Mirar al frente', un libro que es varias cosas a la vez: una catarsis, una llamada a la empatía y una invitación a hablar de suicidio sin desviar la mirada.
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La documentación para un trabajo como este, cuenta la autora, no fue tarea fácil. Por un lado estuvo la recolecta de testimonios, una labor disfrutable que le sirvió para conocer y conectar con personas que atravesaron –o atraviesan– situaciones similares a las que le tocaron a ella. Pero, en la otra cara de la moneda, evocar sus propios recuerdos exigió su mayor determinación y entereza. Tardó años en decidirse a escribir: «Hizo clic, realmente, cuando fui madre (...) Sentía que estaba guardando un secreto que empezaba a pesar mucho», explica. Un proceso personal que coincidió con una preocupación creciente por las cifras de suicidio en adolescentes y niños: «Tampoco quería hacer lo que me había pasado a mí: callarme algo tan duro. Mis hijos aprenderán cuando lo lean». Y quizás, se planteó, a la par pudiese crear una red de espacios para discutir sobre problemas de salud mental sin tabúes ni eufemismos.
Comenzó a indagar, preguntando a conocidos por casos similares al suyo y así acabó citándose en medio centenar de entrevistas, de las que cinco conforman la segunda parte del libro. Cada una se contrasta, al final, con datos reales. Se trata de «poner sobre la mesa lo que está pasando» y hacer justicia a casos reales «de abuso, de bullying, de anorexia, de bulimia (...). No podemos ocultar que sucede y los comunicadores debemos contarlo». En lo tocante a ella, escribir supuso reabrir heridas. «La zambullida fue dolorosa», reconoce Orriols en conversación con ABC. Durante el proceso recibió terapia: «Hay cosas que tú misma saboteas, que casi intentas pensar que no pasaron, y sí que pasaron. Rememorar eso es complicado». Pese a todo, se mantuvo firme en su enfoque: «Quería ser muy explícita. Que el lector también se ponga en ese sillón, con esa falda», cuenta, en referencia a la situación en la que fue víctima de abusos. «Quería que la gente tocara o que, por lo menos, sintiese lo más posible ese abuso, desde la parte literaria».
Personas brújula
Orriols se inspira en las 'personas amarillas' de Albert Espinosa y las adapta, en base a su experiencia, a su propio lenguaje como «personas brújula»: «Para mí, son personas que se han ido cruzando mi camino y me han guiado para llegar hasta aquí». En su caso, se refiere así a una de sus grandes amigas, pero realmente «puede ser cualquiera: alguien cercano o un desconocido». El concepto propone, a la vez, la búsqueda de referentes y el intento por convertirse en uno para quien lo necesita, «porque la ayuda va en dos direcciones»: «Cuando se entra en ese proceso de túnel, de no saber hacia dónde se va, creo que desde un café en una heladería hasta una charla con un primo o un amigo puede salvar a alguien, servirle de guía. Y nosotros también debemos dejar que nos guíen». El sufrimiento acumulado pesa y, a sus ojos, «si no hablamos [de suicidio], solo fingimos que no existe».
Un mensaje central de 'Mirar al frente' es la necesidad de romper ese silencio, especialmente entre los jóvenes, que «nunca estuvieron tan conectados y tan desconectados a la vez», incapaces, en muchas ocasiones, de «decirse las cosas a la cara». «La idea es hacer una especie de comunidad totalmente altruista, en la que la gente que quiera hablar de suicidio pueda aportar». Y, a la vez, el libro es un intento de Orriols por convertirse en el referente que ella no tuvo. Porque, si pudiese, lo tendría claro: a su joven yo le diría «que hablase, que no se callase, que no tuviera miedo, que no fue su culpa». Que, años después, es feliz. Y que nunca es tarde para encontrar una brújula que facilite atravesar el camino.
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