la garita de herbeira
El mito nacionalista de Carral
Lejos de cualquier planteamiento «separatista», la sublevación del comandante Miguel Solís cabe encajarla entre las revueltas liberales propias de esa agitada época de nuestra historia
alfonso de la vega
NO deberíamos acomodarnos a las falsificaciones de la Historia que perpetran los nacionalistas para confundir a los jóvenes que pastorean o a la gente sin conocimientos históricos. Así, dentro de las abundantes tergiversaciones que suelen difundir los nacionalistas para tratar de legitimar su sectario discurso, ... se encuentra la de los llamados «mártires de Carral». Que ni eran de Carral, ni «mártires» en sentido estricto como el tinglado propagandístico suele vendernos en forma de mercancía averiada o anacrónica.
Para revisar esta interesante cuestión pueden repasarse documentos de la época. O consultar, por ejemplo, la Historia de España en el siglo XIX del famoso intelectual y político federalista y presidente de la I República, Don Francisco Pí y Margall, editada por su hijo, Francisco Pí y Arsuaga, sobre el turbulento reinado de Isabel II.
Lejos de cualquier planteamiento «separatista», cosa que aún no se había inventado pues entonces sólo existía su precedente carlista reaccionario, la sublevación del comandante Miguel Solís, sobrino de Evaristo San Miguel, andaluz destinado como jefe de Estado Mayor del capitán general de La Coruña, Puig Samper, cabe encajarla entre las revueltas liberales propias de esa agitada época de nuestra historia.
En efecto, en el siglo XIX el ejército español era una institución que posibilitaba la movilidad y ascenso social por la vía del mérito y contaba con gran número de liberales entre sus miembros. De modo que, en el caso gallego, eran precisamente las ciudades con importantes guarniciones militares, las liberales por antonomasia, ideológicamente opuestas a las episcopales, más simpatizantes del absolutismo.
El programa de Solís era el mismo de la Junta Central de Zurbano y el grito de la sublevación no tenía nada que ver con Galicia de modo especial ya que era «¡Viva la Reina libre, fuera extranjeros!» No obstante, en la trama, que pretendía luchar contra «la pandilla tan cobarde como ominosa» que rodeaba a Isabel II, y conspiraba para casarla con alguien manejable para sus intereses participaba el Infante Don Enrique, quien «borboneó» al primer requerimiento de Narváez, dejando a los sublevados sin los apoyos pretendidos.
De modo que el comandante Solís se encontró con que su pronunciamiento apenas iba a tener seguidores. Por si no bastaba con esa deserción del infante Borbón, para colmo «Solís era un revolucionario demasiado cortés» que creía que el asunto que se traía entre manos era una especie de juego de salón entre caballeros y se comportó con gran ingenuidad, desaprovechando las oportunidades de alguna victoria parcial más o menos testimonial o incluso de retirada hacia Portugal para salvar su vida y la de sus compañeros.
El caso es que fueron vencidos por José de la Concha cerca de Santiago, juzgados en Carral, y fusilados allí todos los jefes desde capitán inclusive. Esta sangre patriótica y liberal española, que no nacionalista gallega, cayó sobre Istúriz, un civil recién nombrado jefe de gobierno.
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