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en las gradas del obradoiro

Elogio a los vencidos

El Real Madrid termina con la racha de victorias de un buen Blusens Monbus

Elogio a los vendidos P. M. T.

pachu m. torres

Este Obradoiro produce una admiración épica. Incluso en la derrota. El discurso del método de Moncho es ya una inercia en el equipo y eso se nota. Lo avala el juego, la intensidad y la concentración de los jugadores; la alegría con la que se meten en los partidos y la seriedad con la que luego afrontan las jugadas. Y cuando sale bien la primera ya están arriesgándose más en la segunda, y si entra un triple de Corbacho después le sigue un tapón de Lasme, un bloqueo de Kendall y un mate de Whasington, y así sucesivamente. Por lo que aún habiendo perdido, las sensaciones son buenas y todo son palmadas en la espalda, euforia y aplausos.

Todo este prólogo un poco melodramático sirva para calibrar el ánimo en Sar este domingo. Apacible y agradable hasta en la derrota. Un pabellón donde en lugar de sonar tambores de guerra, flotaban en el ambiente ritmos y percusiones de fiesta. Se presuponía que la victoria ante el actual campeón de Copa estaría cara y por eso la actitud de la aficción fue la que fue. ¡Qué tiempos estos, en que la salvación nos permite respirar y disfrutar de la visita de un grande! Hasta tal punto fue relajado el encuentro que, a la salida del partido, me comentaba con seriedad y cordura un buen amigo que lo único en limpio que se podía sacar del partido era una sugerencia al jefe de los árbitros: los próximos árbitros que acudan a Sar deberían ser bizcos para poder ver las jugadas y los pasos de claqué de los visitantes al mismo tiempo.

Pues eso. Cuando la semana pasada el Madrid quedaba eliminado de la Euroliga, quedando solo pendiente de la liga, el equipo de la capital clamó venganza, una venganza deportiva, la venganza de don Mendo. Así que vinieron a la periferia a apretarle las tuercas a un Obradoiro en alza, que a diferencia de ellos, venía de celebrar el buen momento del equipo en general (3 victorias consecutivas) y del entrenador en particular (mejor entrenador del mes de febrero junto a Xavi Pascual). Colorín colorado 69 – 83 y a otra cosa. De cualquier modo tampoco hay que creer que hemos perdido dignidad en este partido. Nada de eso. Se veía venir el resultado, ya desde el inicio, con esos triples de Llull y Singler. Y aunque la lesión de Carlos Suárez pareció afectar anímicamente al equipo blanco, pronto su artillería pesada dejaría patente las diferencias insalvables entre ambos clubes, llegando a un resultado de 9 – 20 que provocaría el primer tiempo muerto local. No soy de los que suelen abusar de los datos estadísticos. Suelo evitarlos y abordo estos temas eludiendo piadosamente las cifras, pero a veces es bueno rectificar, y en este caso sirven los números para evidenciar lo que ocurrió al término del primer cuarto (13-24): Llull sumaba 10 de valoración, un punto menos que todo el Obradoiro. La clave, incluso, se puede rastrear en las 7 pérdidas de balón y los 4 triples de 7 que encestaron los madrileños (ninguno local).

Que sí, vale, que los encuentros entre lo divino y lo mundano suelen terminar así. Que volver atrás en el tiempo y dar la campanada no siempre es posible, y menos con el Madrid de hoy en día. Sin embargo, hasta ese equipo tiene a sus espaldas tantas horas de gloria como de fracasos en esta temporada. Y el segundo cuarto, con la aparición de Kendall, fue como una carga de caballería. Un intento de remontada épica que terminó en un parcial de 19-16, con un contundente Oriol Junyent en ataque. La mejora del equipo propició el bache anímico del Madrid, que vio cómo acababa el 2º cuarto 32-40 y las esperanzas locales avivadas por la entrega del público.

La resiliencia del Blusens parecía no verse afectada con el inicio del tercer cuarto, y Lasme (7 puntos consecutivos) mantenía las esperanzas locales, acercando a su equipo a sólo 6 puntos de distancia, a pesar de la brecha que Tomic y Mirotic comenzaban a abrir y que resultaba demasiado rigurosa. Así, terminó el tercer cuarto con un resultado de 44-60 confirmando los temores de los que estábamos allí. El último cuarto, a pesar de todo, no fue una rendición de los compostelanos. Y aprovechando la relajación rival, nuevamente hubo un momento de acercamiento en el que Tuky Bulfoni puso a 6 puntos (65-71) a su equipo. Pero Singler, el mejor del encuentro, cerró el partido con un resultado de 69-83. De cualquier modo, vale, esta derrota era evidente. Pero qué cosas. Al final hemos descubierto que no eran de otro mundo, y volvemos a nuestra liga con la cabeza alta, habiéndolos mirado de frente, con el orgullo de haber peleado hasta el final. Y sabiendo que moriremos luchando esta semana, porque como dicen algunos, “la salvación está en el heroísmo”.

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