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LA LUPA

Blanco brinda, Caamaño apura

Mientras el ministro de Fomento promete por tercera campaña ampliar Rande, el de Justicia apura los plazos para colocar a los afines en las oficinas judiciales

aLFREDO AYCART

NO hay confusión más interesada que la de los dirigentes políticos que se comportan como si las instituciones fuesen el jardín de su mansión privada. El malentendido se extiende evidentemente en todas las formaciones, pero justo es señalar que en pocos lugares se asienta con tan profundas raíces como en las filas del saliente Gobierno socialista, y singularmente entre los integrantes del gabinete de José Luis Rodríguez Zapatero que simultanean tal condición con una candidatura al Congreso.

Es evidente que a cualquier gobernante le tienta la posibilidad de terminar su mandato regalando un dulce a su electorado, y que esa tentación se convierte en irresistible cuando se deja a pagar la factura de la pastelería al sucesor. El ministro de Fomento, José Blanco, se ha lanzado a ello con entusiasmo, sea por la desesperación del fracaso de la campaña de crispación que comenzó con su desafortunada mención a la motosierra, o, más seguramente, para intentar esconder su participación en el chanchulleo de comisiones, ayudas, subvenciones y tráfico de influencias que tiene su vértice en los empresarios lucenses Jorge Dorribo y José Antonio Orozco.

Como prometer es gratis, a medida que los sondeos aventaban sus escasas esperanzas iniciales, José Blanco ha anunciado nuevas licitaciones en el AVE gallego —cuya ejecución y pago quedan pendientes de futuros gobiernos—; ha comprometido la circunvalación de Santiago de Compostela, y, ¡otra vez!, ha proclamado su intención de ampliar el puente de Rande, la infraestructura que sirve de embudo en la AP-9. El problema del aún ministro de Fomento es de credibilidad: ya dijo lo mismo en la campaña de las pasadas autonómicas y lo reiteró, hace muy pocos meses, en las jornadas previas a las municipales. En ambos casos no logró convencer a los votantes de su voluntad de cumplir lo ofertado, a tenor de los resultados.

Blanco ya dijo que dimitiría si se incumplían los plazos de terminación del enlace gallego con la alta velocidad ferroviaria, a sabiendas de que para esas fechas sus posibilidades de ser ministro eran las mismas que las de Miguel Boyer. Pero mientras brinda al sol con ofertas que se escapan de sus posibilidades de cumplimiento, su compañero de gabinete en el ejecutivo del presidente innombrable, el titular de Justicia, Francisco Caamaño, apura hasta el último minuto sus posibilidades de dejar a su sucesor el camino sembrado de minas políticas de espoleta retardada.

Seguro ya de las proporciones dantescas del descalabro electoral, el también candidato por La Coruña intenta ahora elegir a los 18 coordinadores de las oficinas judiciales con las que contribuyó a engrosar la tupida maraña institucional. Los colocados a cinco días de las elecciones, ejercerán durante los próximos cinco años.

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