Política
La semana más difícil de Alberto Núñez Feijóo
La inesperada muerte de Valeriano Martínez ha abatido al presidente gallego en la víspera del Debate de la Autonomía, con los Presupuestos de 2022 por terminar y dejando la ausencia de un amigo desde hacía 35 años
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Iniciar sesiónLa agenda para el miércoles 6 de octubre empezaba a las 10.30 en A Estrada, con la visita al proyecto piloto de una residencia digital. A las 12.30 acudía a la presentación del fin de las obras del edificio Fontán, en la Ciudad ... de la Cultura. Y a su remate, se le esperaba en Conxemar para un paseo por los stands de la feria, que ya se había inaugurado el día previo. Alberto Núñez Feijóo no llegó a Vigo. El teléfono le sonó dos veces a mitad de camino. En la primera se le notificó que Valeriano Martínez se había desvanecido en su despacho; a los pocos minutos se le informaba del trágico desenlace . El presidente de la Xunta daba orden inmediata de regresar a San Caetano. Le quedaban por delante los días más duros desde que llegó al cargo.
La llegada a la sede del gobierno fue apresurada y rodeada de la conmoción lógica. Feijóo se trasladó directamente a las dependencias de la Consellería de Facenda, donde se encontró con el equipo de Martínez, todavía en shock por lo vivido. Apenas había terminado una videoconferencia sectorial cuando dijo sentirse mal. Quienes más le trataban cuentan que «llevaba días quejándose de un dolor de espalda» , que bien pudo ser una señal pero que el conselleiro, tozudo como buen tipo del Morrazo, aparcó para centrarse en el objetivo inminente: cerrar el proyecto de Presupuestos para 2022.
La primera tentación de Feijóo es dar orden de que todo se retrase, que lo humano no puede anteponerse a lo político. Son los propios colaboradores de Martínez los que clavan en el presidente una idea que le perseguirá todos estos días: « Valeriano hubiera querido que los plazos se cumplieran ». El presidente lo interioriza. Mientras barrunta una hoja de ruta para un escenario imposible de prever, Feijóo se vuelve a montar en su coche y sigue al vehículo fúnebre con los restos mortales del conselleiro hasta el tanatorio de su Bueu natal.
Una muerte siempre es sentida. Todavía más si quien lo hace es un miembro de tu gobierno. Pero la estocada anímica a Feijóo es porque quien se va ha sido uno de sus colaboradores más fieles desde que él entró en política 35 años atrás . Feijóo y Martínez prepararon juntos el examen de acceso a la Xunta a comienzos de los 90. Ambos aprobaron y entraron a trabajar en la Consellería de Facenda. Cuando Romay asciende al de Os Peares a secretario xeral técnico de Sanidade, éste elige a su amigo como subdirector de Recursos Humanos del departamento.
El conselleiro «especial»
La marcha de Feijóo a Madrid para participar en los gobiernos de Aznar abre un paréntesis que se cierra con su regreso a Galicia en 2003 para ser conselleiro de Política Territorial. Martínez será su director xeral de Transportes. Durante la etapa en la oposición, Valeriano se refugia en el Consello de Contas, donde trabajará junto a Pedro Puy, otro de los políticos populares más afectados por la pérdida. En su estreno como titular de la Xunta en 2009, Feijóo llamó a su fiel amigo para encargarse de la secretaría xeral de la Presidencia. Era la época de la austeridad. Tan a gala lo llevaba Martínez que los bolígrafos de marca desaparecieron del departamento: todos ‘Bic’ . Y nada de carpetas en color, eran demasiado caras. Una anécdota que ilustra a la persona.
Por ese celo en las cuentas —y por la convicción de su valía, obviamente—, Feijóo no dudó en ascenderle a conselleiro de Facenda en febrero de 2015 cuando destina a Elena Muñoz a Vigo, una de sus peores decisiones a la vista de los nefastos resultados. « Era un conselleiro especial» , admiten los colaboradores del presidente, «tenían una relación de más de 35 años» y eso se notaba. En la semana trágica ambos no habían despachado personalmente, pero sí contactado telefónicamente. Martínez estaba enfrascado en acabar de pulir el texto presupuestario y Feijóo hacía equilibrios entre la agenda y la preparación del Debate sobre el Estado de la Autonomía, para el que llevaba revisando papeles desde poco antes de la convención del PP en Valencia, a comienzos de mes.
Un aplazamiento
El jueves es un día especialmente duro. Tiene que reunir a todo su gobierno en un Consello extraordinario para decretar tres días de luto oficial. Es la primera vez que visualizará la ausencia de su amigo Valeriano. La reunión no solo cubre ese trámite, sino que «había cosas urgentes para tramitar» y con la tristeza propia del momento, salen adelante. La Xunta no puede frenarse. Bien lo sabe Feijóo que celebró un Consello al día siguiente de enterrar a su padre, don Saturnino , en el verano de 2016. «Para eso es muy cartesiano», lo define uno de los suyos, «cumplir con el deber lo tiene muy arraigado».
El presidente traslada a los suyos que preferiría retrasar ligeramente la fecha del debate para ocuparse de lo prioritario : recomponer su ejecutivo y cerrar las Cuentas. El interlocutor con la oposición es Pedro Puy. Contacta con Ana Pontón y Gonzalo Caballero a mediodía del jueves y les traslada una petición, que es casi un ruego: aplazar cinco días, cinco, la sesión parlamentaria.
La portavoz nacionalista le responde inmediatamente con un sí. El líder socialista pide unos minutos de margen para consultas. Responderá varias horas más tarde, al final del día, oponiéndose a esta posibilidad «porque le viene mal por el calendario de primarias » y planteando que la fecha se demore hasta comienzos de noviembre. Él mismo admitió este escenario el miércoles, preguntado por los periodistas en el Parlamento.
El PP pudo haberla aplazado por disponer de mayoría en la Mesa del Parlamento, reforzada además por un BNG «que dio una lección de cortesía a otro partido que se suele presentar como alternativa de gobierno». Pero «entendíamos que la importancia e institucionalidad del debate obligaba a que el aplazamiento saliera por unanimidad de los grupos», admiten los populares, «pero nunca pensamos que esto fuese a pasar». « Al presidente le obligaron a estar ahí », consideran. El enfado del PP se va tornando en indignación cuando ve que Caballero, en pleno luto oficial, no solo no suspende sus actos sino que incluso difunde vídeos en sus redes cantando. Tampoco los suspenderá Valentín González Formoso. Los conservadores ajustarán cuentas en redes a los pocos días.
Así pues, habrá debate. En fecha.
Una petición
A la larga, tener que forzarse para preparar su intervención en el Parlamento « lo ha mantenido ocupado estos últimos días, y él lo ha acabado agradeciendo », confiesa su entorno. Feijóo solo le hace una petición a sus colaboradores habituales con los que prepara este tipo de citas: que no hubiera excesivas menciones a Valeriano Martínez en el texto, o de lo contrario no sería capaz de acabar. Las hubo en el arranque del discurso y en la última página, a modo de cierre. En el puente de la Hispanidad, el presidente se refugia en su casa de Moaña junto a su mujer y su hijo. La ría de Vigo como bálsamo.
Al Feijóo de la sesión matinal se le vio bajo de ánimo, decaído. « Cogió un ritmo en el arranque y no lo soltó, porque si no, no acababa », analiza uno de los suyos, «no se permitió el lujo de hacer una pausa en la lectura porque se habría derrumbado». El siempre férreo gestor, el político aparentemente insensible, dejaba al descubierto sus grietas emocionales. Y saliéndose del guion previsto, tuvo un reconocimiento expreso a la sensibilidad del BNG para haber aplazado el debate, con una estruendosa omisión para el PSOE. Desde su sillón, Gonzalo Caballero encajaba el golpe.
Frente a Feijóo, el escaño desocupado de su amigo Valeriano, solo ocupado por una hortensia y sendos ejemplares del Estatuto de Autonomía y la Constitución Española. «Esa silla vacía le marcó». Acabó su intervención y la sesión se suspendió. En otro contexto, Feijóo habría subido al pasillo de acceso a la tribuna de invitados para saludar y departir con los alcaldes o dirigentes presentes, entre ellos el delegado del Gobierno, José Miñones. En esta ocasión no se encontraba con ánimo suficiente y se encerró en el despacho a preparar y estudiar el turno de réplicas.
Por la tarde los suyos sí reconocen al Feijóo más combativo. «Le vimos más recompuesto, pero no estuvo como siempre», apostillan sus más próximos, los que mejor le conocen y entienden. Para el común de los mortales, vieron al presidente que tantas veces se remanga para bajar a la arena y fajarse con la oposición, con singular dureza con el socialista Gonzalo Caballero. « Este debate será su epitafio político », desean desde el PP.
El día después del debate, tras la rueda de prensa del Consello, aún con corbata negra, Feijóo se confesaba a los periodistas. «Todavía no me lo creo». El recuerdo permanece pero la vida sigue. Este lunes habrá presupuestos. Como hubiera querido Valeriano.
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