La resaca del 26-M
El PP coge oxígeno pero aún acusa las secuelas del descalabro del 28-A
Feijóo atribuye la mejoría, insuficiente, a que se han «centrado y ensanchado». Vilalba y Chantada, casos opuestos
El enfermo presenta «síntomas de mejoría», tres palabras que pronunció Alberto Núñez Feijóo en la ya madrugada electoral del 26-M, pero el PPdeG todavía acusa las secuelas del duro golpe sufrido en las generales , cuando hubo de digerir que los socialistas, por primera vez, se convirtieran en primera fuerza en la Comunidad. Que Feijóo usara expresiones como «en la situación en la que estamos», que señalara que «no era fácil, era muy difícil», que afirmara que ahora se sienten con las «fuerzas recuperadas», denota el estado de ánimo con el que encararon los populares la segunda vuelta en la que se convirtieron los comicios municipales. Los socialistas llegaban aupados al «efecto arrastre» del 28-A y con todas las encuestas a favor. La campaña se convirtió en un ejercicio de fe .
Este lunes, antes de acceder a la sede de Génova 13 para asistir al Comité Ejecutivo Nacional del PP, Feijóo insistió en la autocrítica de la víspera —«mejores resultados» que en las generales, sí, pero «tenemos que seguir mejorando»—, y lanzó la idea de que había resultado beneficiosa la demanda que encabezó para virar la estrategia: «En las últimas tres semanas, el partido se ha centrado, ha ensanchado sus bases y los resultados son mejores» . «Acredita que debemos seguir insistiendo en el centro», subrayó. Pablo Casado «sigue siendo el presidente», zanjó la inevitable pregunta.
Con las autonómicas fijadas para dentro de «un año largo» —de nuevo, Feijóo dixit—, una segunda victoria consecutiva de los de Gonzalo Caballero habría supuesto un varapalo sin precedentes. No sucedió . En términos globales, el PP se impuso con el 33,35% de los votos frente al 32,76% del PSdeG, un margen estrecho, más jugoso si se traduce en concejales: 1.629-1.181. Los populares lograron la mayoría absoluta en 131 concellos y relativa en 48; los socialistas, en 66 y 25, respectivamente. Acercando el microscopio a los resultados, se advierte que la dolencia aún no ha remitido. Con respecto a 2015, el PP se deja más de dos puntos y más de 26.000 votos .
Pero es en el análisis concello a concello donde se aprecia el auténtico alcance. El domingo los principales focos los acapararon las siete ciudades, donde el balance es bien conocido: tres victorias amargas —especialmente en Ferrol, con el millar de votos que van a dejar a José Manuel Rey sin alcaldía—, un gran segundo puesto en Pontevedra, una derrota dolorosa en Orense, único consistorio bajo mandato popular en 2015-2019, y un serio correctivo en Vigo bajo los efectos del «tsunami Abel Caballero».
«Sorpasso» en un bastión
Salvo sorpresa, Arteixo, con algo más de 30.000 habitantes, será el municipio más poblado con alcaldía del PP , como destacó Efe. Un resumen de la dificultad del partido para acceder al poder en las urbes, donde se enfrenta a una dura realidad: o logra mayorías amplias o se le escapan los bastones de mando. Ciudadanos sigue presentándose como un elemento incómodo más que un aliado: resta votos del centro-derecha y no suma lo suficiente, como en Ferrol . El bagaje del 26-M dejó otros sinsabores en las filas del PPdeG. El más significativo, probablemente, por sus connotaciones, es el de Vilalba . El feudo lucense, cuna de Manuel Fraga, hasta el pasado domingo siempre bajo la órbita popular, decidió en esta ocasión decantarse por los socialistas, que se llevaron más del 43% de las papeletas y ocho escaños. Un duro revés para el hasta ahora alcalde, Agustín Baamonde, que rozó un insuficiente 39%. Con siete actas, dos menos que en 2015, cuando el PP se fue por encima del 47%, quedó relegado a segunda fuerza. Una mujer, Elba Veleiro, protagonizó la hazaña para el PSdeG.
La provincia de Pontevedra también deparó disgustos. En Tui las urnas se convirtieron en depositarias de un claro castigo a la moción de censura que en 2017 puso fin al gobierno del socialista Enrique Cabaleiro. Año y medio después, el PSdeG se disparó por encima del 45%, mayoría absoluta. En Baiona , otro varapalo: Ángel Rodal Almuíña, primo y sucesor del conselleiro de Sanidade, no pasó de igualar a 6 concejales con los socialistas, ahora primera fuerza, cuando en 2015 el PPhabía obtenido 9 de 17 escaños. En Cambados y O Porriño las alianzas entre la izquierda, el nacionalismo y el rupturismo apuntan a dejar en nada los triunfos con sello popular. En la provincia de Orense, Verín también dio la espalda: el PP pasa de primera fuerza a tercera, rebasado por el PSdeG e, incluso, el BNG.
A los reveses, el partido liderado por Feijóo puede contraponer otros escenarios donde logró dar la vuelta a la espiral negativa en la que parecía atrapado irremisiblemente desde finales de abril. Caso paradigmático es el de Chantada , donde funcionó a la perfección la jugada de recuperar al candidato de siempre, Manuel Lorenzo Varela, que había dejado el hogar popular para concurrir, y con éxito, con una marca independiente (INTA). Tras dejar atrás ciertas «desavenencias», Lorenzo Varela tiene garantizada su continuidad en el cargo al lograr los siete asientos que granjean la mayoría absoluta. Con más del 46% del voto, cumplió la misión de recuperar el consistorio de la Ribeira Sacra para el PP.
La misma medalla que puede colocarse José Crespo en Lalín , con un 43% del voto que vale igualmente su peso en oro, en este caso la mayoría necesaria para dejar atado el gobierno municipal. En Ribeira , Manuel Ruíz Rivas logró retener igualmente la absoluta frente a la amenaza del Partido del Barbanza Independiente, auspiciado por José Luis Torres Colomer, un histórico ex que no logró cobrarse su «vendetta» personal.
Lo que toca ahora, advirtió Feijóo con los resultados aún calientes, es «seguir trabajando». Con «absoluta normalidad y sosiego», después de capear un temporal concentrado en menos de un mes, buscando el rearme para las autonómicas de 2020.
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