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Los venenos que esconde el campo gallego

El 'nabo del diablo' no es la única especie vegetal letal para los humanos. Desde la semilla de muchas frutas hasta los arbustos, los expertos alertan de los peligros del mundo natural

El acebo es una especie peligrosa para los humanos ABC
Patricia Abet

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La muerte hace unas semanas de un vecino de Betanzos que consumió el bautizado como «nabo del diablo» , una especie tóxica pero muy frecuente y dispersa por toda la geografía gallega, puso en valor la máxima de que la experiencia es un grado. Y sobre todo en lo tocante al campo y la especies que crecen en él, la mayoría de ellas «dañinas para los humanos» . La afirmación corre de la mano de Manuel Antonio Rodríguez Guitián, profesor de Producción vegetal en el campus de Lugo. El estudioso alerta de que, ante las nuevas modas de regreso a la vida en contacto con la naturaleza, es obligado pertrecharse de una mochila de conocimientos básicos que nos ayudarán a detectar peligros de primer nivel, como la especie que originó la muerte de un vecino proveniente de Colombia y que, precisamente por su origen, podría no conocer su toxicidad. «Hablamos de una especie muy típica de la orilla de los ríos. Crece donde el agua de la lluvia tarda tiempo en escurrir como Terra Chá o algunas zonas achairadas de Carballo, Ordes, Laracha, Mesía, el val de Verín, la depresión de Maceda... Cualquier situación en la que el agua apoce. Es una planta a la que le gustan muchos los suelos húmedos y tienden a persistir donde hay corrientes fluviales, por pequeña que sea», aclara el experto sobre su distribución por la geografía gallega. De la familia del perejil, con unas hojas parecidas, pero un poco más grandes y lustrosas, esta planta puede superar el metro y medio de alto y una vez que pasa su floración y se seca al final del verano persiste como una cana seca durante un tiempo. « Toda la planta es letal en sí para la especie humana . Esto la gente del rural lo sabe por cultura desde muy antiguo, es peligrosa también para el ganado. Antes, cuando se ponían a pastar las vacas, se procuraba eliminar estas plantas para que no hubiera peligro, sobre todo por los terneros jóvenes que no la conocen», aclara el experto, que la califica como «una planta no deseable».

El peligro a la hora de consumir esta especie aparentemente inocua deriva de que una cantidad muy pequeña basta para que el veneno se disemine rápidamente por el torrente sanguíneo y afecte a todo el organismo. «Hablamos de veinte minutos como mucho», asegura Rodríguez Guitián en una charla con ABC. «Tiene unas sustancias químicas que alteran el funcionamiento de distintos órganos corporales . Provoca efectos parecidos a la cicuta, de hecho cuando una persona está afectada por la infección de esta especie en el servicio de urgencias no se sabe diferenciar muy bien, son intoxicaciones bastante rápidas con dolor, espasmos, náuseas, vómitos... Es un envenenamiento bastante drástico». Además, zanja del profesor, no hay antídoto salvo en fases muy incipientes.

Pero el nabo del diablo no es el único veneno que el campo gallego esconde. En realidad, y contra algunas modas en auge en los últimos tiempos, a escala mundial y de las más de 300.000 especies de plantas con flores que están descritas en el mundo, el ser humano aprovecha menos de mil porque el resto son tóxicas. En el caso de Galicia, de las 2.500 especies propias citadas, la inmensa mayoría tienen efectos que si se supera cierta cantidad de ingestión son negativos para el ser humano . Sin ir más lejos, hasta los frutales más comunes implican un riesgo para la salud.

La semilla de las plantas del almendro, del pexego, de la cereza y de las planta de hueso en general, son venenosas. «Cuando abrimos una bolsa de almendras y una sabe amarga es porque tiene concentraciones elevadas de un precursor del ácido cianídrico, con síntomas parecidos a la cicuta», expone Guitián, que llama a fiarse del instinto que nos hará escupirla para evitar su entrada en el organismo. «Todas las semillas que tenemos a mano por Europa, como una pepita de una manzana fuera de su envoltorio plasticoso, tienen un sabor amargo y nos están avisando de que es una sustancia tóxica , que no consumamos muchas más y a poder ser que la echemos fuera». «En contra de lo que le pueda parecer a la gente, la mayor parte de las especies silvestres de nuestro entorno no son inocuas para el ser humano, tienen algún efecto positivo, como la infusiones de ciertos tipos de plantas, pero también los pueden tener negativos e incluso mortales. Desde el punto de vista social hay un cierto sentido de vuelta a la vida rural y al medio natural, de armonía con el entorno, y esa es una idea muy distorsionada de la realidad en el sentido de que la mayor parte de los seres vivos y de los vegetales del medio natural no son particularmente beneficiosos para el ser humano. Que crezca en el campo no significa que sea saludable ni mucho menos, es una idea que carece totalmente de fundamento», reflexiona el docente acerca de un mundo tan próximo a los humanos como desconocido.

Otro clásico al hablar de las trampas del medio vegetal son las setas, un grupo de seres vivos que provocan en muchos casos sucesos mortales. « En Galicia casi todos los años tenemos fallecimientos , incluso de familias enteras, por ingerir setas que no conocen y que identifican mal», recuerda Guitían, que insiste en la idea de que tanto en el reino vegetal como en el de las setas «hay que asesorarse y juntarse con gente experimentada y formada en la diferenciación morfológica de las plantas».

El peligro, en el parque

El desplazamiento de la población hacia entornos urbanos y el consiguiente abandono del medio rural están detrás de muchos de estos consumos accidentales. Pero existe otra deriva ante la que los expertos llevan años advirtiendo, y es la plantación de especies tóxicas en las ciudades, en contacto con personas que, en general, no saben de su letalidad. «Se plantan especies tóxicas y no se le advierte al usuario de que son solo adorno . Pasa por ejemplo con el acebo o con el tejo, que producen frutos muy atractivos visualmente y hay niños que ven que un pajarito los come, y ellos también les echan la mano.

La recomendación es que se plante el macho y no la hembra, que es la que da frutos, pero si la balanza es que pesa más lo bonito...». En el caso del tejo, revela Guitián, cada vez hay más en parques y jardines y desde hace tiempo hay recomendaciones de organismos y agrupaciones pidiendo que no haya hembras por el riesgo de intoxicación. En Lugo, pone por ejemplo, hay jardines públicos, de esparcimiento, cargados de tejos «y de vez en cuanto tenemos la desgracia que alguien se intoxica », lanza como llamada a la prudencia ante la aparente inocencia del verdor que nos rodea.

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