El garabato del torreón
Invención y redención
juan soto
Todo el mito de la nación gallega, esa entelequia alimentada unas veces con fervorines y otras con polvorines, está sustentada en dos columnas jónicas: el victimismo y la falsificación. Que por decisión de las instancias supremas se haga coincidir de llamado Día da Patria Galega ... con la festividad del Apóstol patrón de España y del arma de Caballería, y que la salmodia de mayor rango pontifical de nuestro estamento civil se titule « Alba de Gloria» y constituya una larga letanía de bienaventurados no es algo casual: revela el lugar donde se oculta la auténtica raíz de un país que no aspira a ganar el suelo sino el Cielo. En congruencia con ese principio, cuantos políticos ejercen en Galicia su sagrado ministerio están persuadidos de que su reino no es de este mundo y son capaces de agotar varias legislaturas discutiendo sobre si al muelle hay que llamarle atracadoiro o peirao, mientras asisten impertérritos al desguace de la flota pesquera.
En Galicia, esta posición alienada ante la realidad es característica esencial de las formaciones nacionalistas, pero de ella participa ahora cualquier partido político, infectados todos ellos de esa mística ensimismante que convierte las fabulaciones en hechos constatados. Anthony D. Smith , el concienzudo politólogo inglés, escribió alguna vez que el nacionalismo convierte la nación en «un relato que recitar» . Un relato, añade, urdido con símbolos inventados y ficciones evocadas. El próximo día 25, Galicia volverá a vivir la exaltación del mito que todos los años se materializa en homilías delirantes y ofrendas florales en tumbas y monumentos. Al nacionalismo gallego (y ahora a todas las fuerzas políticas aquí actuantes), el «relato que recitar» del que habla Smith le resulta irrenunciable para cultivar la imagen de un país asediado. Sin ese dogma, el negocio daría en quiebra.
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