Luis Ojea - LA SEMANA

Queridos niños

Algunos partidos o creen que el electorado es un conjunto de críos ingenuos o lo tratan como tal

Vivimos en una sociedad cada vez más infantilizada. En muchos ámbitos, también en el de la política. Lo retrata David Trueba en su última novela, una sátira inclasificable —tan siniestra como jocosa— sobre las entretelas de una campaña electoral. En el título, «Queridos niños», el ... autor ya adelanta el apelativo que a lo largo del relato utiliza el protagonista y narrador —militante del cinismo más puro y descarnado— para referirse a los ciudadanos con derecho a voto . No es el gag más brillante de la obra, pero sí el que resume mejor la táctica que subyace en la acción política de algunos partidos.

O creen que el electorado es un conjunto de críos ingenuos o al menos lo tratan como tal . Esta semana ha sido pródiga en casos que reflejan esta deriva. Por ejemplo, la valoración que ha hecho el BNG del proyecto de presupuestos de Galicia. La diputada Noa Presas se apresuró el lunes a calificarlos de «timoratos». Sin embargo, el martes Ana Pontón pasó a tildarlos de «kamikaces». La coherencia nunca ha sido su fuerte. Su estrategia no va de eso. Va de acumular calificativos peyorativos —a ser posible apocalípticos— sobre las cuentas públicas autonómicas.

La política reducida a una sucesión de gags efectistas. En la creencia de que los «queridos niños» no van a escarbar demasiado, esta estrategia permite incluso desprenderse de cualquier anclaje a la realidad. De hecho, Pontón el miércoles, sin mayor pudor, tildaba de «regalo fiscal a las rentas altas» las modificaciones en el tramo autonómico del IRPF que incorporan los presupuestos. Lo de menos es que lo que se ha aprobado sea justo lo contrario —una rebaja en la factura tributaria para las rentas bajas y medias y un encarecimiento para las altas—. Su táctica consiste en colocar eslóganes pegadizos, sin importarle lo más mínimo que estén basados en premisas falsas.

Es marca de la casa. Y va a seguir siéndolo en el pretendidamente nuevo BNG —otra delirante impostura— que dice estar proyectando Ana Pontón en su dilatada reflexión personal sobre su papel en la organización. Puro postureo y artificio. Las tesis y la praxis del Bloque no variará ni un ápice tras su asamblea de noviembre. Otra piruleta «fast food» para mantener entretenidos y tratar de engatusar a los «queridos niños».

En realidad, este modo de proceder está muy extendido. También lo practica fervientemente el socialismo gallego. Gonzalo Caballero ha vuelto a demostrar estos días que es ducho en la materia. Sin empacho, reivindicaba tras el Congreso Federal del pasado fin de semana su sintonía con Ferraz. Con una dirección que ha otorgado al PSdeG el mismo peso en la Ejecutiva nacional que a la agrupación de Melilla. Un puesto, por cierto, ocupado por Pilar Cancela, posicionada abiertamente a favor de Valentín González Formoso.

El caso es exhibir proximidad a Pedro Sánchez. Caballero y el alcalde de As Pontes. Gane quien gane la próxima semana las primarias, poco va a cambiar en lo esencial el discurso público de los socialistas dado que a lo único que rivalizan ambos aspirantes en la campaña es a dirimir cuál de los dos aplaude más y mejor a su jefe de filas. Uno y otro creen que los «queridos niños» —ahora los militantes, después los votantes— siguen dispuestos a comprar esa mercancía caducada.

Ese es uno de los problemas de esa estrategia. Que la infantilización del discurso te aleja cada vez más de la realidad, hasta el punto de que a veces ni siquiera eres capaz de percibir que has superado el umbral del ridículo. Le ha pasado estos días también a Podemos, que ha llamado «evasor fiscal» a Amancio Ortega y tildado de «campaña de publicidad» la donación de 280 millones de euros desde su fundación para comprar equipos de tratamiento contra el cáncer. Sobredosis de demagogia.

No, aunque vivamos en una sociedad cada vez más infantilizada, los «queridos niños» siguen siendo menos pueriles que esta izquierda.

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