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Luis Ojea - La semana de Luis Ojea

Ilusionismo, filibusterismo y cortinas de humo

Todos los gobernantes tienen la tentación de huir de la realidad, pero nunca se había llegado al nivel de ridículo de Iván Redondo y sus acólitos

Los actuales rasputines de la Moncloa no tienen el talento de Jean Eugène Robert-Houdin. Sí, pretenden transfigurar la realidad para el público , pero el ilusionismo requiere ingenio y habilidad y los fontaneros socialistas son muy toscos. Se les ve a la legua. El artificio ya no engaña a nadie. Lo suyo es un burdo juego del trile. Y para prueba un botón. O dos.

El primero, de filibusterismo. La sustracción a Galicia de 370 millones . A la administración autonómica le corresponden esos fondos, unos 200 millones del IVA pendiente y 170 en compensaciones por cumplir el techo de déficit. Pero la ministra de Hacienda explicó esta semana que no los va a transferir porque se ha agotado el plazo para hacerlo: «Tendría que haberse ejecutado durante el 2019 y ya no es posible». En las imágenes de su comparecencia no se aprecia el menor rubor en el momento en el que hace esa afirmación. Y ese es un detalle notable porque María Jesús Montero fue durante todo el 2019 la titular del departamento responsable del traspaso de ese dinero a las comunidades. No es que se despistara. Se le pidió. Por activa y por pasiva. Y sistemáticamente se negó a abonarlo con todo tipo de excusas pueriles que fueron cayendo una a una. Queda claro ahora que solo buscaba ganar tiempo. El tiempo suficiente para imposibilitar la transferencia de esos fondos.

Y ahora ya sabemos también por qué el BNG no exigió en su acuerdo con el PSOE para la investidura de Pedro Sánchez el dinero que el Gobierno le debía a Galicia. Porque sabía que aquello no era simplemente un secuestro. En realidad, estamos ante un caso de robo . A todos se les ha caído la máscara. Al bipartito que sustrae esos fondos de las autonomías y al nacionalismo gallego que lo avala.

El Bloque se vende como el paladín que defiende los intereses de esta comunidad, pero este caso –y no es ni mucho menos el primero– ha demostrado que los subordina a los suyos propios. A una pueril campaña de marketing en esta ocasión. Prima los réditos electorales que cree poder sacarle al papel mojado que le regalaron en la Moncloa sobre la utilidad que para los servicios públicos de esta comunidad tendrían esos millones hurtados por el filibusterismo de ese ejecutivo español que el independentismo gallego sustenta.

Esa es una de las claves de este nuevo escenario político. En eso sí resulta muy atinado el análisis que hace Luís Villares . Con este acuerdo Frankenstein, la izquierda gallega -PSdeG, En Común y BNG- queda presa de los intereses de Sánchez. Los socios de la coalición, evidentemente, pero también el Bloque. Todos, tirios y troyanos, son esclavos de la acción y la inacción de la Moncloa. Y todos serán responsables, en grado de autor material o como cómplices necesarios, de los agravios –y parece que no serán pocos– que el bipartito perpetre contra Galicia.

El segundo ejemplo de trilerismo de estos días es un caso de impostura mayúscula. La pretendida indignación con el llamado pin parental en Murcia. Un mecanismo que lleva ocho meses en vigor y que los fontaneros socialistas usan ahora, justo ahora, para tapar sus vergüenzas.

Al margen del debate que esta iniciativa merece, y todo el modelo educativo necesita una sosegada reflexión, lo que han pretendido en la Moncloa es desviar la atención del escándalo suscitado por la designación de Dolores Delgado como Fiscal General del Estado y el sonrojo que en muchos militantes socialistas provocan los enjuagues de su líder con el independentismo catalán.

El viejo juego del trile, pero puesto en escena de manera muy burda. Todos los gobernantes tienen la tentación de huir de la realidad y ofrecerle al público un espectáculo de ilusionismo. Pero nunca se había llegado al nivel de ridículo que están protagonizando Iván Redondo y sus acólitos . Por mucho que vean en bucle los capítulos de «House of Cards» no se convertirán en buenos guionistas. No, no son Robert-Houdin.

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