Luis Ojea - LA SEMANA
La banda del Titanic
La nueva política ni era nueva ni era política . Podría pensarse que la novedad se perdió en el torbellino de lo efímero en el que nos ahogamos en esta era. No, en realidad nunca hubo innovación alguna. Solo era un eslogan. Y ese ... el problema. Que la política es, o debería ser, otra cosa. La política se basa, o debería basarse, en principios y valores. Y la nueva política siempre fue otra cosa.
Esto, en esencia, valdría para toda la nueva política -Ciudadanos, Podemos, el Partido Sanchista o Vox-, pero el caso concreto de la «formación naranja» es paradigmático. Es el primero de esa hornada que se enfrenta directamente, sin ambages ni paliativos, al fracaso absoluto. El primero de aquella promoción que probablemente se vea abocado en los próximos meses a la disolución.
Uno de los fundadores, Arcadi Espada, sugería ya hace unas semanas redactar el manifiesto de extinción del partido . Otro de los promotores del invento, Francesc de Carreras, no está convencido en cambio de la desaparición -cree que podría reconducirse el experimento-, pero también ha reconocido públicamente que hoy por hoy son una organización «inútil» y «no fiable». Y siendo así, que lo es, la senda -más tarde o más temprano- que les queda por transitar es inexorablemente la de su disolución.
Queda por ver con qué fórmula, una despedida elegante o una lenta agonía . Quizás los electores de Madrid les aclaren las dudas. Si el próximo 4 de mayo Ciudadanos queda fuera de la asamblea autonómica -y las encuestas apuntan a ese escenario- el proceso seguramente se acelerará.
Y una segunda incógnita. ¿Quién se queda con el patrimonio que aflore en la liquidación? En realidad, esa pregunta se responde con otra que nunca supieron contestar acertadamente en Ciudadanos: ¿De dónde venían los cuatro millones de votos que llegaron a acumular en el conjunto de España o los 184.000 que reunieron en Galicia? Sí, algunos -pocos- podían ser convencidos centristas, pero la inmensa mayoría venían de -y ya están volviendo a- la marca tradicional del centroderecha.
Ese fue su gran error. No saber qué eran. No puede uno levantarse liberal y acostarse socialdemócrata. No tiene sentido erigirse uno en la centralidad política y coquetear con Pedro Sánchez. Ese tipo de inventos son metafísicamente imposibles y electoramente insostenibles. Puede funcionar un tiempo, pero al final esos experimentos están abocados al fracaso. Siempre.
Ahora Ciudadanos, pero también el resto de las organizaciones que salieron de la hornada de la nueva política acabarán naufragando. Algunos -como la orquesta del Titanic- pueden aún seguir tocando en el salón de primera clase , pero lo cierto es que el barco -toda aquella promoción de aquello que ni era nuevo ni era política- ha empezado ya a irse a pique.
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