El pulpo, interés estatal

A las fiestas de San Froilán, que hoy es su día mayor, las hace el pulpo. O el ‘octopus vulgaris’ o nada. El pulpo de mediacura, bien aceitado, bastante pimentado, con cachelos, compartido en mesa familiar o amical. Y no se puede aspirar al marchamo lugués sin ir a comer el pulpo a las casetas, con toda la solemnidad de un rito iniciático o de una ceremonia de paso, en este caso del paso que da derecho a formar parte del ‘genus lucensis’.

Este año no estarán las confortables casetas del bancal del parque, pero el Concello tuvo el acierto de autorizar la instalación de los calderos para cocer el pulpo –que ya no son de cobre amartillado sino de acero inoxidable– a la puerta de bares, figones y cafeterías. O sea, que también habrá pulpo este San Froilán, y diciendo eso queda dicho que la gran fiesta luguesa está salvada.

Pulpo y San Froilán constituyen una hipóstasis indivisible, de modo que cualquiera de las partes es inconcebible sin la otra. Al San Froilán lo han bautizado este año con un título que no existe: «Festa de interés turístico estatal» . Todo por no decir «de interés turístico nacional». Esa estupidez no es cosa rara para quien conozca la dupla de quincalla que el Bloque ha colado de matute en el Gobierno local. A la parejita le cae como de sastrería lo de aquel concejal baltarino: «Para entrar no Concello abonda con botarlle cara».

«De interés turístico estatal». El par de lumbreras echa mano del marbete ‘estatal’ para eludir lo de ‘nacional’ . Ignoran que tienen un ilustre precursor: Serrano Súñer, en la Salamanca bélica. Tampoco saben a qué remite el concepto de nación, por supuesto. No es cosa de recomendarles la lectura de Anderson, claro que no. O sea, que el pulpo «de interés estatal». Bajo protección del Consejo de Ministros, como el Museo del Prado.

Tranquilícese el lector: si con el San Froilán no acabó el coronavirus, menos van a acabar estos indocumentados.