José Luis Jiménez - Análisis
«Cuando yo sea presidenta...»
Ana Pontón intenta que cale la idea de que el BNG está preparado para asumir la Xunta
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Iniciar sesiónUna de las frases de la primera jornada del debate de investidura no la pronunció el candidato a la Presidencia, Alfonso Rueda, sino la portavoz nacionalista Ana Pontón, autoproclamada con el inexistente título —al menos en la política gallega— de lideresa de la ... oposición. Ni siquiera fue una frase completa. Un simple arranque. «Cuando yo sea presidenta». Que suena al típico enunciado de los niños, que se ven a sí mismos en una determinada situación cuando alcancen la mayoría de edad o un punto de madurez adecuado.
No hay nada de improvisado en el discurso del BNG, en este relato que repiten como si fueran un vendedor de una tómbola de feria. Desde la misma noche electoral en que alcanzaron una inesperada primacía en la izquierda, llevándose el 90% de los escaños de la fugaz y decepcionante Marea, Pontón comenzó a entonar el soniquete: a la siguiente voy yo.
Todo tiene un porqué. En esencia, la dirigente nacionalista intenta hacer que cale la idea de que su formación está preparada para asumir un papel protagonista y no de simple muleta, como ocurrió durante el bipartito entre 2005 y 2009. De tanto repetir que ella va a ser presidenta busca que se la visualice como tal, que se la tome en serio, adoptando esa pose de legítima aspirante.
La pose presidencial se complementa con la amputación de cualquier duda. Las afirmaciones no se conjugan en pretérito imperfecto de subjuntivo —«si yo fuera»—, o en un humilde condicional —«yo haría»—, sino en un rotundo tiempo inminente: cuando yo sea. Es decir, en el momento en que suceda lo que para el BNG es inevitable: el acceso de Pontón a la Presidencia.
De tanto decirlo, de martillear con la idea, se aspira a que a nadie le rechine esa posibilidad , y que a la hora de escoger una papeleta con espíritu de cambio —esto es, que no lleve el logotipo del PP— el elector no se decante por el PSOE sino que le dé una oportunidad al BNG, porque para eso su candidata tiene esa pinta de presidenta tan aquilatada.
La estrategia se añade a ese otro tic que es disfrazarse de moderada en Galicia mientras, en Madrid, los guardianes nacionalistas de las esencias siguen presumiendo de pureza antisistema y les cuesta condenar una guerra a las puertas de Europa. Al nuevo traje moderado le salen lamparones, porque en sus bolsillos están además las polvorientas propuestas de siempre, enemistadas con la verdad y la realidad: la tarifa eléctrica gallega, el concierto económico, magníficos planes cienmillonarios para arreglar los servicios públicos como por arte de magia, garantías para mejorar la demografía con conciencia de país...
La pose pretenciosa tampoco es una novedad en la política gallega . A Alberto Núñez Feijóo le dio también por acuñarla en las postrimerías del bigobierno de Touriño, con aquellos controvertidos carteles del «Gracias por nada, adiós bipartito». Pero fue así, en los últimos meses de un mandato, con una descomposición interna a ojos vista de toda la opinión pública, antes incluso de que el vicepresidente raptase una excursión de abuelos para darles un mitin o el presidente insinuara sobre sus compañías tras aparecer una foto suya en el yate de Jacinto Rey en la portada de ABC.
Corre el riesgo el BNG de acabar con la lengua fuera —y seca— de tanto repetir que Pontón va a ser presidenta porque así aparece en los posos del café, y que esa misma sensación de hartazgo se instale en el electorado progresista. Se olvida de una cosa: aun menos que el electorado del PP la quieren amplios grupos de votantes socialistas. Llegará el día en que el PSdeG, incluso, se dirija a su grey para decirles que sí, que ellos también están preparados. O no, nunca se sabe...
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