José Luis Jiménez - Análisis
El Congreso del PP de Vigo: el problema es quién pierde
¿Quién asegura que el partido no cae en el Día de la Marmota y repite lo sucedido en 2016, de nuevo con Guerra?
No sé si será un escenario muy habitual, pero en el congreso que el PP de Vigo que se celebra este próximo sábado no importa tanto quién es el ganador como quién sale derrotado. Porque tanto Javier Guerra como Marta Fernández-Tapias arrastran una serie ... de circunstancias que los hace más dañinos en caso de ser los perdedores que de auparse con la victoria en las urnas. Es una situación perversa para el centro-derecha, al que cabe hacerle un primer reproche de entrada: la incapacidad para fraguar una candidatura unitaria que evitara las tensiones inherentes a todo proceso de primarias. La democracia interna en los partidos, en nuestro sistema político, es una fábrica de cabreados y nunca sale bien, salvo contadas excepciones. Y Vigo es un claro ejemplo.
En diciembre de 2016, Elena Muñoz venció en las primarias locales a Javier Guerra. Aquel proceso de elección fue de todo menos ejemplar, con prácticas más que cuestionables a la hora de regularizar militantes con derecho a voto. Y no por la parte ganadora, precisamente. El truco de afiliar masivamente y pagar tú las cuotas para así adulterar los resultados lleva muchos años inventado. Aun así, Javier Guerra no ganó.
Sabemos qué pasó después. Guerra abandonó el foco y se centró en sus empresas, que no le funcionan nada mal. Volvió a ser noticia en mayo de 2018, cuando Ciudadanos confirmó que el exconselleiro se había reunido con Fran Hervías y José Manuel Villegas en Madrid para explorar un cambio de chaqueta, del azul al naranja, y dar ese salto con un abultado número de militantes populares, descontentos con el rumbo que le estaba imprimiendo al partido en la ciudad Elena Muñoz.
La operación la frenó Feijóo en primera instancia, haciendo pública su incredulidad ante la posibilidad de que Guerra traicionara sus orígenes políticos. Luego hubo maniobras de desinflamación que condujeron a que Guerra participara de la celebración del décimo aniversario del primer gobierno Feijóo, del que él formó parte. La reconciliación continuó con su entrada en la gestora viguesa y su regreso a las Cortes, a través de un puesto de senador.
Lo sorprendente es que alrededor de su candidatura estén aquellos más 'oficialistas', como por ejemplo Elena Muñoz o Diego Gago, que abrazan ahora el proyecto que los debilitó internamente en las municipales de 2019. O personas que deben sus puestos de representación a que la dirección del partido en Pontevedra y Galicia los avaló para ir en listas a las Cortes o al Parlamento gallego. Ahí tienen también a Corina Porro, que abandona su neutralidad, si es que alguna vez la practicó en este proceso. Las razones se me escapan. Y habrá más de un votante conservador vigués que tampoco se lo explique.
Marta Fernández-Tapias juega con dos corrientes de viento. A su favor, la renovación que propone respecto a lo ya conocido. Pero en su contra, le guste o no, detentar la delegación de la Xunta en Vigo la convierte en una candidata que representa a Núñez Feijóo y Alfonso Rueda. Si pierde las primarias, la derrota es la de sus jefes de filas, lo que alimenta el relato que elabora no solo Guerra sino también Abel Caballero de que Vigo no quiere al presidente de la Xunta por sus supuestos ataques a la ciudad. Si pierde Fernández-Tapias, su continuidad está en el aire, porque carece de fuerza para ejercer de contrapeso del alcalde, si acaso esa función puede hacerla alguien.
Pero, si pierde Guerra, ¿quién asegura que el PP de Vigo no va a entrar en el Día de la Marmota y los perdedores van a aceptar la derrota y no negociarán por detrás irse a otro partido? Dado que el naranja ya no es color de moda por pura caducidad natural, ¿están en Vox frotándose las manos ante la eventual llegada de militantes del PP que se van a enfadar si no gana su candidato?
Esto arroja un escenario, como ya se ha dicho, perverso. El PP ha cometido el error de permitir una contienda en Vigo, a la que además ha rodeado la polémica de las afiliaciones irregulares -que ha señalado a Guerra, directamente-, que habrían podido votar si la dirección provincial demora el congreso dos meses, por ejemplo. De nuevo, la sombra de la adulteración de resultados, la legitimación dudosa. Esto, por el contrario, se intenta atribuir a un intento de impedir que el afiliado vigués vote, una lectura interesada y que no hace sino enturbiar el debate, y que hace preguntarse si no se está justificando la derrota antes de que se produzcan las votaciones.
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