«El incendiario es reincidente, pero cazarlo puede llevar años»
Galicia estrena unidad especializada en la investigación de incendios forestales. Una suerte de CSI del fuego capaz de reconstruir un foco desde el principio para descubrir qué lo provocó y de quién es la mano negra que se esconde detrás
Aldara Diéguez y Patricia Abet
No les gusta que los definan como el CSI del fuego porque «en las películas todos los casos se resuelven y en la realidad no», pero los quince integrantes de la nueva Unidad de Investigación de Incendios Forestales (UIFO) están hechos de una pasta ... especial . Se trata, según Carlos Magariños, coordinador del grupo, de agentes que llevan años dedicados a este tipo de pesquisas y que se conocen al dedillo los ‘modus operandi’ de los incendiarios y las zonas que cada año registran una mayor actividad en Galicia. El principal obstáculo de este nuevo equipo, ahora desligado por completo de la extinción para volcarse en las pesquisas, es obtener pruebas de peso para sentar al incendiario ante un tribunal. «Lo más complicado es reunir pruebas incriminatorias. Cazar a las personas con las manos en la masa es complicado, pero factible . Quienes formamos ahora la UIFO hemos sorprendido a bastante gente, aunque es una labor que a veces lleva años de trabajo y seguimiento», explica en una conversación con este diario el experto, que recalca que, solo en 2020, en Galicia se dictaron 40 sentencias condenatorias contra los que queman el monte.
Aunque con matices, Magariños lamenta que la colaboración vecinal en materia de incendios sigue siendo escasa por «nuestra particular idiosincrasia» y porque «acusar al de al lado no es fácil cuando después tienes que convivir con él el resto de tu vida», afirma. «Para nosotros esto un problema porque hay mucha gente que calla, aún sabiendo, por miedo. A todos les recuerdo que hay un teléfono anónimo (900-815-085) para informar sin dar su nombre», añade. Sobre el trabajo indagador que realizan a diario, los especialistas de la UIFO siempre parten de una realidad que guía los pasos de todo caso: el incendiario es reincidente. « Casi siempre son los mismos. Por eso, en la investigación previa, es importante conocer qué método usan para prender fuego y por qué lo hacen ». A partir de ahí, los agentes «centran» a la persona para hacerle un seguimiento «no solo a ella, sino a la zona que nosotros prevemos que va a quemar». Y así esperan que el sospechoso llegue para iniciar el fuego y acusarlo formalmente.
Los motivos por los que alguien decide atacar el monte con la peor de las armas son variopintos. Incluso «una misma persona puede tener más de una motivación, aunque las cuestiones económicas no suelen ser una de ellas», aclaran desde la UIFO, para afirmar que, en muchos casos, están detrás las rencillas entre vecinos. ¿Y sobre el efecto llamada del que se habla todos los veranos? Los investigadores coinciden en que «es una realidad». «Muchos aprovechan que los medios están ocupados en una zona para prender en otro lugar, porque el incendiario siempre busca hacer el mayor daño posible». Aunque no existe un perfil cerrado, sí hay puntos de conexión entre los detenidos. « Hablamos de personas que conocen el monte casi como la palma de su mano . Normalmente son vecinos de alguna aldea próxima, que incluso acceden por caminos complicados que exigen mucho conocimiento del lugar», explican. «Pensemos que actúan, además, preferentemente en zonas de difícil acceso, con nocturnidad, con viento y temperaturas elevadas».
Cuestión de idiosincrasia
El porcentaje de incendios que se producen por causas naturales en la Comunidad gallega es realmente pequeño. Ronda, en números redondos, el 2%. En este caso se habla, por ejemplo, de fuegos provocados por rayos. También hay fuegos negligentes (como una quema prohibida) o accidentales (como un coche que se avería y planta fuego en una carretera al lado de un monte), pero la mayoría de los incendios en Galicia, además de provocados por el hombre, son intencionados. Magariños considera que detrás de este fenómeno hay motivaciones culturales. «Somos un pueblo muy arraigado al fuego, y todo lo solucionamos con eso. Una pelea con un vecino o cualquier problema que podamos tener, es algo tradicional pagarlo con el monte . Va con nuestra idiosincrasia».
Con un 70 por ciento del monte gallego vigilado por cámaras y un importante despliegue de medios cada verano, la investigación de estos agentes ambientales está basada en el método científico de las evidencias físicas. « Aquí la formación empezó en la década de los 90 y ahora nosotros la impartimos a los demás compañeros », asegura Magariños sobre su manera de proceder en todos y cada uno de los fuegos que investigan. Las huellas dactilares de una colilla o las rodadas de un coche pueden ser claves a la hora de señalar y encarcelar al culpable de incendios como el que la pasada semana afectó a una superficie de 205 hectáreas en el municipio orensano de Rubiá, de las que 190 eran arboleda y el resto monte raso. En este caso, «y tras los pertinentes trabajos de comprobación sobre el terreno», la UIFO determinó que la supuesta causa del fuego fue una colilla mal apagada. Ahora trabaja en la investigación completa, junto al Seprona de la Guardia Civil de Orense, para verificar la procedencia de ese elemento mediante la prueba de ADN y, a partir de ahí, continuar con las diligencias oportunas.
« Independencia, especialización y análisis » es la tríada perfecta para combatir estas amenazas, coinciden desde la nueva unidad, que en estos momentos sigue de cerca los pasos de una veintena de personas en la Comunidad, de las que se sospecha que podrían intentar quemar el monte. La fortaleza del nuevo grupo, «que ha llegado para quedarse», radica en el hecho de que desvincular a estos profesionales de la extinción «nos permite reforzar también la coordinación con jueces y fiscales y mejorar la persecución de los incendiarios». Se trata de intensificar la detección de sus actividades «a priori», explican desde la Consellería de Medio Rural. Este equipo, además, se ve fortalecido por «medios tecnológicos de última generación, como drones y cámaras que permiten vigilar las zonas más expuestas de la Comunidad».
Para incrementar la presión sobre los criminales, este equipo coordinará con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado el trabajo investigador sobre los incendios en el territorio gallego. Otra de las ventajas que plantean los UIFO es su desvinculación territorial. Si bien una docena de los agentes están adscritos a una zona, no lo están al tradicional distrito forestal, lo que les permite abarcar más territorios de la Comunidad y focalizarse allí donde más necesaria sea su labor. Por ahora, quince especialistas (un agente autonómico como máximo responsable, dos agentes coordinadores y una docena de agentes provinciales) tratan de impedir que los fuegos queden impunes. «Es un número adecuado y suficiente» para cumplir los objetivos, indican desde Medio Rural, donde subrayan que los elegidos para hacerle justicia al monte « son los agentes especializados que mejor conocen el terreno », con un importante historial de casos resueltos que, en alguna ocasión, supera la ciencia ficción.
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