«En España podría cuajar un teatro de repertorio como Viena»

¿Una ópera es del director de escena o del director musical?

Una ópera no es de nadie más que del señor que la ha compuesto. Y mucho más cuando el autor no es un idiota sino que se llamaba Mozart y compuso la obra más completa y perfecta de la historia de la música.

O sea, que ni Verdi ni Wagner

Yo creo que no, sin desmejorar a ninguno, ambos hicieron obras de arte sensacionales, pero es que hay que tener en cuenta el momento en que se compuso «Don Giovanni», que Mozart escribió en una semana

¿Qué tiene de perfecta y de completa?

Todo, la verdad. Ese equilibrio entre escenas cómicas y dramáticas, el reflejo en la música, cómo se anticipa introduciendo elementos de épocas por venir... ¿A qué otro compositor se le ha ocurrido escribir tres ritmos diferentes al mismo tiempo con esa perfección que no se estorben unos a otros, como ocurre al final del primer acto? Podríamos extendernos tres o cuatro días analizando la ópera.

¿Y cómo es su «Don Giovanni»?

Pues como en cada una de mis aproximaciones a una ópera, intento ser lo más fiel posible a la idea del compositor, plasmada en su partitura. Esto significa también que debo respetar el estilo de la época, en el que se exigía improvisación de los cantantes.

¿Ha pasado ya esta fiebre con los directores de escena, que tuvieron momentos en los que fueron más decisivos que la dirección de orquesta para configurar repartos?

No sé si eso ha pasado ya o no, porque he tenido tantos altercados con directores de escena que no respetaban las ideas originales o hacían barrabasadas contra los cantantes que cada vez dirijo menos ópera. Me estoy dedicando más al repertorio sinfónico. Las producciones que hago están elegidas y, salvo pequeños detalles, el trabajo con Carlos Saura ha sido agradable y respeta las posiciones de los intérpretes para cantar bien. Esto eligiendo qué dirijo porque soy muy pacífico y no me gustan las peleas. No me gustarían las abstracciones.

Pues usted de eso tiene que saber, dada su experiencia dirigiendo por Centroeuropa, donde los teatros se prodigan con este tipo de producciones tan particulares.

o creo que el público no gusta de ese tipo de producciones. Una determinada crítica sí, y a la élite que decide y que se apoya también, pero los escándalos que se producen al final de representaciones (que más que conceptualismo son despropósitos absolutos) son violentos. Y eso lo he visto yo, eh, lo he vivido.

Se quejan algunos cantantes españoles de que nuestros teatros son poco chovinistas a la hora de cuadrar repartos y no protegen el talento patrio. ¿En Europa es también así?

No, no, en Europa protegen a los suyos, y de qué manera. En función de qué país, incluso de modo exagerado. En Finlandia siempre va a tener prioridad un intérprete finlandés que otro cualquiera, ni siquiera en igualdad de condiciones. Incluso cuando el cantante extranjero es mejor, puede incluso que el papel sea para el finlandés. Para qué hablar de Francia o Italia, aunque este país es más moderado. Es cierto que hay cantantes españoles con calidad suficiente para que tuvieran más intervención en los teatros de España. Es más, tienen presencia fuera de nuestro país. ¿Por qué deben tratados con más exigencia aquí?

Hablando de Viena, la Staatsoper tiene un formato distinto al que conocemos en España, ya que es un teatro de repertorio y no de temporada. ¿Ese modelo podría cuajar en España?

Yo estoy convencido de que si alguien se decide a hacerlo, podría cuajar. Dese cuenta que en un teatro de repertorio se pueden tener diez o doce títulos distintos al mes. Cuando dirigí la Ópera de Mannheim tenían hasta 65 títulos que se podían representar en cualquier momento. Y además las orquestas de estos teatros tienen tal calidad que con cualquier director, si es bueno, con su gesto va a poder hacer una versión más personal aunque es verdad que no se ensaya tanto como los teatros con nuevas producciones. En Hamburgo recuerdo dirigir una producción de «Il Trovatore» que se estrenó en 1948. Aquellas eran producciones espectaculares.

Lo habrá visto en Viena: un alto porcentaje de los asistentes a la ópera son turistas que van al teatro como el que va a un museo. ¿Ese consumo superficial de la ópera no devalúa el espíritu de la obra artística?

Yo no lo creo mientras ese público vaya con la ilusión de ver algo muy especial y de apropiarse del momento histórico en que la representación operística sale bien, que yo siempre digo que es un milagro. En teatros como Stuttgart, Colonia o Frankfurt, que también son de repertorio, quien llena es el público alemán y no el turista. Todo es cuestión de enfoque. Aunque yo tampoco defiendo el teatro de repertorio intrínseco, porque tener que representar ópera sin ensayar apenas, a veces produce momentos difíciles y críticos que tienes que salvar como sea. Pero la mezcla de Covent Garden yo la puse en marcha cuando fui director general en Helsinki y funciona muy bien. Y es factible.