Cultura
Darío Villanueva: «La cultura en España simplemente no está en la agenda política»
El exdirector de la RAE y catedrático de Literatura publica su nuevo libro, un tratado contra la corrección política y la proliferación de la posverdad
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Iniciar sesiónSi para un autor publicar un libro es como ver nacer a un hijo, Darío Villanueva (Vilalba, 1950) está celebrando mellizos. Por un lado, su Universidad de Santiago de Compostela publicó hace varias semanas ‘De los trabajos y los días’ , un recorrido autobiográfico ... por sus cuarenta años de trayectoria docente vinculada a la filología española, ya en sus postrimerías por su condición de profesor emérito. Y Espasa lanza hoy ‘Morderse la lengua’ , su particular ajuste de cuentas con la corrección política y la posverdad en un ensayo que exhibe su faceta erudita y humanista, su fino humor y su retranca gallega.
El exdirector de la RAE no hace concesiones a lo políticamente correcto. «Hay que decir que el rey va desnudo, como en la fábula oriental adaptada en la literatura española por Don Juan Manuel y Cervantes», asevera, «dejemos de mordernos la lengua y digamos la verdad, las cosas como son» . «Lo peor de la corrección política es que actúa de manera coercitiva y deriva en una especie de autocensura», advierte, «en el momento en que aceptemos tal cosa estamos perdidos, les estamos haciendo el juego a estas nuevas formas de opresión del pensamiento, de las ideas, de la libertad de expresión».
Su libro no esquiva polémicas. No lo pretende. Por eso Villanueva ironiza con algunas ocurrencias del lenguaje inclusivo, como la proscripción de la O en el final de los sustantivos, «réproba letra del abecedario que en su calidad de morfema gramatical del género masculino actúa como ariete del heteropatriarcado». ¿De dónde surgen las corrientes correctoras? Para el autor, «esta nueva ortodoxia expresiva no emana de ningún poder establecido, sino de un consenso ilusorio construido por activistas hipermovilizados» , citando al periodista Ricardo Dudda.
El virus de la corrección se ha extendido hasta la universidad del mundo anglosajón, donde proliferan los «safe spaces», espacios seguros donde se produce «una limitaicón drástica de la libertad de expresión y cátedra, en función de lo que se supone que es el equilibrio emocional infantiloide de los estudiantes». Esta negación del sapere aude es, para Villanueva, «la negación del espíritu ilustrado del que viene la modernidad», y encuentra causa en la transformación obrada en la universidad para convertirla en instrumento «de transferencia de tecnología al mundo de la industria y la productividad». «Vivimos un momento de degradación de la cultura» , alerta en conversación con ABC, «la universidad tiene que ser un reducto, un faro, una referencia de la cultura con mayúsculas», un contrapeso «a una sociedad de televisión banalizada y redes sociales de contenidos muchas veces aberrantes».
En esa encendida defensa de la cultura como luz en medio de la oscuridad, Darío Villanueva toma partido por Emilia Pardo Bazán en el debate sobre los futuros usos de la que fue su casa, el pazo de Meirás, la antigua residencia de verano de Franco. «Parece como si quisieran abrir otro Valle de los Caídos en Meirás» , lamenta tras conocerse que el Gobierno pretende priorizar el relato de la memoria histórica al legado de la escritora, «Franco será una anécdota al final desde el punto de vista de trascendencia histórica, lo fundamental es que esa fue la casa construida por una escritora a imagen y semejanza de ella misma». ¿Por qué sucede este debate? «Porque parece que en España la cultura no es que cuente más o menos, sino que simplemente no está en la agenda de la política».
Posverdad y posliteratura
Nunca antes el prefijo post estuvo tan manoseado. «Fíjese, se utiliza en posverdad, posmodernidad, posdemocracia, posmarxismo y poshumanismo». Villanueva añade «la posliteratura», esa que «renuncia a algo que era consustancial a la literatura con mayúsculas, la voluntad de ser palabra esencial en el tiempo», lo que la lleva, «como los yogures, a desaparecer cuando caduca, y no se vuelve a hablar de ella».
Su libro dedica un capítulo casi exclusivamente al Procés y todo el relato que lo ha rodeado, en la misma galaxia de mentiras que el Brexit o el trumpismo. Desde las «patrañas» para justificar las bondades de la independencia hasta el Institut de Nova Historia, que la fabrica ad hoc al servicio de la causa independentista. «Corrección política, posverdad, neolengua y los aspectos que una misma tendencia contemporánea que compromete los límites entre realidad y ficción generan un profundo estado de incertidumbre , de inseguridad sumamente generalizado», afirma Villanueva.
Un mecanismo imprescindible para la difusión de la mentira maquillada como posverdad es Internet, y su derivada en las redes sociales, «que influyen más pero carecen del control profesional de la información, de objetividad y de toda deontología». «Lo que más me preocupa es, algo si no tan radical como la muerte de la realidad, sí al menos cercano a su apocalipsis», reflexiona en su ensayo, fruto de la «omnipresencia de la estulticia» que prolifera a través de los nuevos medios de comunicación, incluso en una televisión en cuyo «circuito informativo» se ha producido «una sutil confusión entre la realidad y lo ficticio».
El catedrático y académico advierte contra una posverdad capaz de perdurar incluso una vez rebatida por el discurso científico, para la que el nivel educativo de los ciudadanos no es vacuna contra su efectividad. A pesar de todo, Villanueva no duda en reconocerse «integrado», según la famosa dicotomía de Umberto Eco. «No queda otra, vivimos nuestra época y es absurdo pretender vivir otra» , lo que no quiere decir «que no sea un integrado crítico sobre los excesos y defectos de la nueva cultura».
En caso de duda, el veterano profesor tiene receta: volver al Quijote. «Es mi libro de cabecera» , confiesa, «hago con él como los protestantes hacen con la Biblia, tenerla en la mesilla de noche y leer todos los días un párrafo abriendo al azar. El ‘Quijote’ es un libro sapiencial». La conversación con Darío Villanueva produce efectos muy parecidos.
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