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Un año del crimen de Samuel en La Coruña: los agresores, cerca del banquillo con sus redes sociales a examen

Marchas y vigilias contra homofobia en recuerdo del joven asesinado en una salvaje paliza grupal

Una manifestación en Pamplona pocos días después del crimen EFE
Jesús Hierro

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Aunque decir que el de Samuel Luiz no fue un asesinato cualquiera pueda acarrear el riesgo de relegar otro crímenes a una suerte de rutina violenta normalizada, lo cierto es que la salvaje agresión colectiva que acabó con la vida del joven enfermero tiene características que la hacen —afortunadamente— excepcional: la violencia grupal gregaria y gratuita de un grupo de individuos muy jóvenes, de los cuales dos eran menores; las dudas de si se trató de un crimen de motivaciones homófobas y la intervención heroica de dos hombres, de nacionalidad senegalesa, que intentaron defender a Samuel de la paliza poniendo en riesgo su propia vida. Cuando se cumple un año de la salvaje paliza mortal que conmocionó a la ciudad y al país, la instrucción del caso está prácticamente finiquitada a falta de que la Policía dictamine si en el rastreo de los perfiles sociales de los investigados —retrasado por una comisión rogatoria a Estados Unidos— se encuentran elementos de interés para la causa.

Lo que pueda dar de sí el análisis de los perfiles de Whatsapp y de Instagram de los investigados, ante las sospechas de que borraron mensajes y publicaciones tras el crimen, no es ni muchos menos imprescindible para sentar en el banquillo a los agresores: cuatro jóvenes por un delito de asesinato —de los que tres están en prisión provisional— y la novia de uno de ellos por encubrimiento. Uno de los implicados en el asesinato también está imputado por el robo a Samuel tras el crimen. Otros dos jóvenes implicados, menores, fueron investigados en un proceso a parte y aceptaron ya una condena de tres años y medio de internamiento .

Fuentes de la investigación explicaron a ABC que con las pruebas recabadas durante la investigación —imágenes de las cámaras de seguridad, testificales, autopsia, móviles analizados e interrogatorios de investigados— hay material de sobra para sentar a los investigados en el banquillo en un juicio todavía sin fecha. Sin embargo, los mensajes que pudieran haber intercambiado los implicados después del crimen —entre ellos o con terceros— podrían apuntalar su responsabilidad en el crimen. Y también aclarar las motivaciones del mismo.

Aunque en un primer momento la Policía no lo recogió, algunos testigos aseguraron que Diego M., el joven que inició la agresión a Samuel la madrugada del 3 de julio de 2021 a las puertas del pub El Andén —al pensar que Samuel y una amiga le estaban grabando con su móvil cuando en realidad hacían una videollamada—, llamó «maricón» a la víctima. Y después del crimen, tal y como adelantó entonces ABC , el propio Diego M. confesó a Kaio S., otro de los supuestos implicados, que tenía «un problema con los gays» . Aunque en ese caso no se refería a Samuel, sino a una chica a la que se encontraron en un parque tras la paliza mortal al joven enfermero. Pero aquella noche hubo más comentarios que confirmarían la homofobia del primer agresor: dos testigos escucharon cómo Diego M. se excusaba cuando su novia le reprochaban cómo había dejado a Samuel: «¡Puto maricón, si era un maricón de mierda!» , le contestó.

La homofobia del primer agresor queda perfectamente acreditada por todos estos comentarios, pero la cuestión es si esa animadversión tuvo algo que ver con el crimen . El rastreo de los perfiles de las redes sociales, pendientes de un informe de la Policía después de que la Justicia estadounidense aceptase la petición del juzgado coruñés de acceder a esas cuentas, podría arrojar más luz sobre este particular.

Aniversario del crimen

En todo caso, el salvaje crimen de Samuel movilizó desde un primer momento al colectivo LGTBI —con manifestaciones multitudinarias—. Una ola de indignación y solidaridad que se replica ahora, en el primer aniversario de su muerte . El pasado martes, por el Día de Orgullo, se celebró en La Coruña, por ejemplo, una concentración en recuerdo de Samuel, brutalmente asesinado a los 24 años.

Pero la solidaridad y el recuerdo se hizo extensivo a otras partes de España. En la plaza Cibeles de Madrid, por ejemplo, se convocó el sábado una vigilia contra la Lgtbifobia. «Nunca se había avergonzado de su orientación sexual y plantó cara a sus asesinos, no se ocultó, no negó su identidad. Y fue por eso, precisamente, por lo que una turba asesina le golpeó y le persiguió hasta matarle», consideró el manifiesto leído en su recuerdo. Tuviese motivaciones homófobas —como sostiene el manifiesto— o no, el crimen de Samuel es de esos que, por sus circunstancias, contexto y violencia, remueven a la sociedad de un modo particular. Tras la comprensible y saludable indignación ciudadana, en breve será el momento de que hable la Justicia.

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