Coronavirus Galicia
Las vacunas gallegas aspiran a ser mejores que las de Pfizer y Moderna
Cuatro laboratorios de la USC mantienen sus proyectos pese a estar lejos aún de los ensayos clínicos
La falta de financiación pública y la inexistencia de grandes farmacéuticas explica que hayan perdido la carrera
El equipo de José Martínez Costas en el laboratorio del Centro Singular de Investigación en Química Biológica y Materiales Moleculares (Ciqus)
Vestida con un llamativo jersey navideño, la británica Margaret Keenan se convertía a sus 90 años el pasado martes en la primera persona del mundo en recibir la dosis de la vacuna de Pfizer contra el coronavirus . Junto a la de la farmacéutica ... Moderna, fue la que mayor efectividad había demostrado en los ensayos clínicos de entre los numerosos proyectos que se iniciaron en la primavera pasada en todo el mundo. Pese a que ya hay vacuna, en cuatro laboratorios gallegos vinculados a la Universidade de Santiago de Compostela siguen trabajando para lograr sacar adelante sus propios diseños . La falta de financiación en investigación en ciencia y la carencia de una industria farmacéutica potente han lastrado sus oportunidades de ganar la carrera. No han llegado los primeros, pero tratan que sus vacunas sean más eficaces, tengan menos efectos secundarios o mejoren algunos problemas logísticos que presentan las actuales.
En Santiago dos grupos de investigadores, capitaneados por María José Alonso en el Cimus y Javier Montenegro en el Ciqus, han apostado por la misma tipología que Pfizer y Moderna, el ARN mensajero. Son una nueva generación de vacunas que nunca antes se habían comercializado. «La terapia génica va más allá de la inmunoterapia. Es un descubrimiento muy importante de la humanidad, como internet» , explica Montenegro quien confía que en el futuro sirva también para el tratamiento del cáncer.
Los químicos como Montenegro son los únicos profesionales capaces de crear nueva materia jugando con los átomos y dando forma a nuevas moléculas. Su grupo llevaba siete años trabajando con el ARN mensajero, una molécula presente en los seres vivos que es capaz de copiar la información genética del ADN y convertirlo en las proteínas que nos permiten respirar, movernos o vivir. La nueva generación de vacunas apuesta por llevar el ARN del coronavirus a la célula para que el cuerpo desarrolle una respuesta inmune . Pero el viaje no es sencillo. «El ARN es una molécula que es muy soluble en agua y por lo tanto no es capaz de llegar a las membranas de la célula, que son como si fuese aceite. Además es una molécula muy sensible que se degrada muy rápido», explica Montenegro. Para su traslado necesita de un vehículo que la transporte de tamaño nanométrico, mil veces más pequeño que el grosor de un cabello . En la construcción de distintos tipos de vehículos para otros patógenos trabajaba el equipo de investigación de Montenegro. En marzo presentaron un proyecto al Instituto Carlos III para ver si los distintos modelos de transporte que habían diseñado para llevar ARN de otras proteínas de patógenos eran correctos y producían una respuesta inmune. Pero desde el centro los animaron a que probaran directamente con el SARS-Cov 2.
Lejos de los ensayos clínicos
Al proyecto del Ciqus le falta aún recorrido para iniciar los ensayos clínicos con personas. Hasta ahora saben que sus coches son capaces de llegar hasta la célula cargados con el ARN mensajero de la espítula del coronavirus (esa especie de pinchos que la recubren). Pero tendrán que acudir aún a otro laboratorio de mayor seguridad fuera de Galicia para ver si esos anticuerpos son neutralizantes, es decir, «si son capaces de inhibir la capacidad del virus de replicarse», explica Montenegro. Cuando el virus se multiplica es cuando se produce la infección. El químico defiende que es importante mantener proyectos como el suyo aunque ya hayan aparecido las primeras vacunas. «Lo que no se debe nunca es parar, si se demuestra que las tecnologías son válidas y funcionan habrá que intentar que puedan estar ahí para el futuro , para nuevos problemas de este estilo que puedan aparecer», subraya. El diseño de vehículos que transporten el ARN aún tiene mucho margen de mejora. Si la nanopartícula que se inyecta es más estable, por ejemplo, podrían eliminase algunos problemas como la necesidad de que las vacunas tengan que ser almacenadas a temperaturas extremadamente bajas.
«Sobre las vacunas que van a salir ahora hay muchísimas dudas todavía», explica el profesor de la USC, José Martínez Costas , director de otro de los proyectos gallegos. «No se sabe si protegen totalmente de la infección o solo mejoran los síntomas, por ejemplo. No se sabe si evitan la transmisión del virus, no se sabe cuánto va a durar la inmunidad. Todavía hay muchas cosas para comprobar en las vacunas nuevas», reflexiona el compañero de Montenegro en el Ciqus. La candidata del equipo que dirige es una de las que va más adelantada de las cuatro propuestas de la Comunidad.
Su proyecto no emula a las vacunas clásicas en las que se trata de atenuar el virus, ni a las de ARN mensajero, ni a las otras estrategias que siguen la mayor parte de las farmacéuticas que van más avanzadas. «Tenemos una metodología que inventamos nosotros, por eso es totalmente novedosa», explica el investigador . El proyecto de su grupo partió de las denominadas vacunas subunitarias. En esta tipología, explica, se cogen las proteínas de los virus y se inyectan. Pero la respuesta no es muy buena por lo que para mejorarla hay que añadir otras sustancias adyuvantes que ayuden a estimular el sistema inmune. «Estas sustancias realmente no son muy buenas para la salud, son una de las cosas de las que se quejan los antivacunas», indica Martínez Costas. Ya antes de la llegada del coronavirus, su equipo había logrado crear una metodología que eliminase la presencia de los adyuvantes. «Nosotros podemos hacer que las células construyan unas bolitas, unas microesferas de proteína, y podemos hacer que las propias células metan dentro de esas esferas otra proteína que a nosotros nos interese (por ejemplo la del Covid-19). Estas esferas ya estimulan el sistema inmune», relata. La microesfera que crea la propia célula sería el equivalente al vehículo artificial que usan las vacunas de ARN mensajero.
Las microesferas, defiende Martínez Costas, cuentan con numerosas ventajas con respecto a vacunas como la de Pfizer. «Son muy fáciles de hacer, muy baratas y son muy estables ». El método ya había sido ensayado para otros virus. «En uno de los ensayos lo hicimos con esferas que llevaban un año en la nevera sin ningún problema», subraya.
El investigador del Ciqus espera a principios del próximo año empezar los ensayos preclínicos con ratones humanizados en Alemania . Si se demuestra la efectividad de su vacuna, después habría que testarla con macacos en un laboratorio holandés antes de probarla en humanos. «Eso va a depender de muchas cosas, del dinero que haya disponible en ese momento, de como de buena sea nuestra vacuna», indica. Para la posible producción de las dosis están colaborando con el grupo Zendal de O Porriño, que se encargará también de la producción para España de vacunas como la de Novavax.
¿Por qué en España no se ha llegado antes a una vacuna? Los proyectos «que están en primera línea son de compañías farmacéuticas con un capital brutal detrás, más que de grupos de investigación», explica Martínez Costas. «En España no hay muchas compañías de ese tipo», lamenta. «Astra Zéneca, Janssen, Novartis ... ¿De donde son? Suizas, americanas, inglesas... Aquí no hay nada de eso», coincide José Manuel Leiro, el responsable de otra de las vacunas gallegas. «Aquí falla todo, los políticos, la estructura empresarial, la cultura ciudadana, la educación en ciencia...», lamenta.
Desde hace años, el científico del Instituto de Investigación en Análisis Químicos y Biológicos (Iaqbus) de la USC desarrolla vacunas. Pero no las hacía para humanos sino para los rodaballos, que no pueden guardar distancia de seguridad en las granjas de acuicultura. Su aproximación para la del coronavirus también es novedosa pero aún está en una fase incipiente. «Construimos una proteína quimérica, formada por trozos de proteínas que contiene el virus. La nuestra no sería una vacuna genética», indica. Además, como máquina para producir esa proteína utilizan levaduras como las que se usan para hacer el pan. «Lo que queremos es una vacuna que sea eficaz, que genere una respuesta inmunitaria intensa, que proteja, pero que sea segura, que no le produzca ningún daño a la persona porque es totalmente biodegradable» , asevera. Leiro recuerda que las de Moderna y Pfizer usan el ARN mensajero y que realmente no se sabe muy bien qué efectos podrían tener a largo plazo. «A lo mejor dentro de 20 años produce una leucemia o produce un trastorno autoinmune, porque el ARN que se está inoculando se integra en el ADN de la persona y a los 20 años empieza a producir alteraciones», indica. El investigador se muestra convencido que hay que seguir apostando por los proyectos de vacuna que van retrasados. «No es lo mismo tener un coche de 1911 que uno de 2020, evidentemente por prestaciones, seguridad, rapidez. Cualquier producto biotecnológico como es la vacuna siempre es susceptible de mejora», defiende.